Siempre dije que el buen Hamlet se equivocó. No era ser o no ser la cuestión, el desafío era saber, pues el saber, o el tener, definen el ser. En la modernidad, en especial a partir del consumismo, la gente dejó de valorar el saber, el conocimiento, y privilegió por sobre esto el tener, la propiedad. Conforme pasó el tiempo, el saber se fue despreciando, al punto de que la gente pasó a valer más por lo que tiene y no por lo que sabe. ¿Cuál es el costo de dejar de saber?
La semana próxima se cumplirán 7 meses de aquellos primeros casos positivos por covid en Gualeguay. De aquellos casos importados, a hoy, pasaron 206 días, casi 30 semanas, casi 7 meses. Nunca en todo este tiempo las autoridades locales se preocuparon, ni se ocuparon, en evitar el ingreso del virus o su propagación, sino que libraron la ciudad a su suerte, y cargaron las responsabilidades en la propia gente. El resultado: más de 100 contagiados, 2 muertos, y el regreso al confinamiento y a la inactividad económica.
En 1927, un siglo atrás, el filósofo español José Ortega y Gasset acunó el término "efebocracia", refiriéndose a la incipiente "tiranía de los más jóvenes", anunciando el ocaso de aquello que sostuviera Miguel de Cervantes, cuatro siglos antes, sobre que "la valía de cada cual solo se mide por lo que ya ha llevado a cabo". Uno como otro se referían al respeto por los méritos de los mayores como artífices del presente, y a los derechos "universales" de las nuevas generaciones.
En mi casa familiar todos colaborábamos en las tareas hogareñas. Cada quien según sus posibilidades y habilidades. De manera especial cuando teníamos invitados, o los domingos, momentos en los cuales había más trabajo en la cocina. Yo solía preguntar a mi mamá: “¿Te puedo ayudar?”. Y ella siempre me respondía: “sí, hijo, poné la mesa…”, o encomendaba preparar las ensaladas, o pisar las papas para el puré; siempre había algo para hacer.
En plena era del conocimiento, saber o no saber distingue a los sabios y exitosos de los ignorantes y fracasados, así como saber elegir en quienes creer, y en quienes no, significa poder salir de la postergación al desarrollo. Un periodismo responsable, basado en su compromiso y honestidad, es el último recurso de la sociedad inocente cuando se imponen la inseguridad y la injusticia, producto de la pobreza y la ignorancia. El periodismo genuino nunca fue, ni será, el enemigo de la sociedad.
En la mañana de hoy lunes, en plena pandemia, los enfermeros entrerrianos volvieron a la calle en reclamo de lo que se les debe, que no es dinero ni ningún beneficio, sino un mínimo de dignidad en el marco laboral en que se desempeñan. Estos héroes de la lucha contra el virus, enarbolan hoy una consigna que habla por sí sola: "lo que no ves cuando me ves", en directa referencia a las condiciones laborales en que cumplen sus tareas. La ley que cambiaría eso descansa en un cajón desde 2017.
La trata de personas es una realidad criminal que nos avergüenza como seres humanos. Su finalidad es la explotación laboral o sexual, la pornografía infantil, o la extracción forzosa e ilegítima de órganos.
Más allá de la cuestión política, el hecho de que el Gobierno Nacional decretara que la telefonía, internet y la televisión son servicios públicos esenciales y estratégicos instala el debate sobre si éstos significan un derecho cuyo acceso el Estado deba garantizar. Una revisión sobre la implicancia de estos servicios en un marco de derechos fundamentales en plena era del conocimiento nos permitirá tomar una posición al respecto. Contrastes con la realidad.
Tanto se dice, se escribe y se publica sobre este presente de caos sanitario y económico, con la evidente intención de sumir a la sociedad en la incertidumbre y el temor, que lo básico y sencillo sobre la pandemia termina encubierto, fuera del alcance de la gente, y una versión conveniente reemplaza a aquella de la real situacion. Es como si un bosque de plástico tapara el árbol de verdad.
De acuerdo a una publicación del diario The Telegraph, la Argentina está entre los diez países con mayor cantidad de casos positivos, mientras que, al mismo tiempo, está al tope de las cuarentenas más largas, demostrando así el fracaso de la política aplicada. Pero, más allá de la politización que se haga de esto, lo cierto es que, en los territorios, los mariscales del fracaso fueron los intendentes.
Si uno pasa por una fábrica y ve una máquina funcionando entre otras muchas máquinas, todas en armonía, no puede pensar que su presencia allí es antojadiza o decorativa, sino que supone que la misma cumple un rol dentro del contexto general, que su presencia allí tiene un sentido. Bueno, lo mismo ocurre en nuestro universo, donde la existencia de cada componente de los reinos animal, vegetal y mineral tiene un sentido, y donde el ser humano tiene uno especialmente preponderante.
Así como alguna vez nuestros indios tomaban cautivas a las mujeres blancas y las sometían a sus pretenciones hasta que morían en cautiverio, hoy, siglos después, la sociedad argentina fue captada por el poder y sometida a las pretenciones del mismo sin posibilidad a la vista de que pueda liberarse.
La crisis histórica argentina, agravada a partir de la pandemia, ha puesto a la sociedad en una situación de emergencia, la cual no desaparecerá mágicamente, sino que se extenderá por un buen tiempo, y se agravará, si la clase dirigente no toma cartas en el asunto. Son tiempos difíciles que exigen el compromiso y la participación de la sociedad civil.
Todos se preguntan hasta cuando, pero sin entender que la crisis sanitaria durará hasta que abandonemos las viejas costumbres, y adoptemos nuevas de acuerdo a lo que exige ésta nueva realidad. O sea que el desafío que enfrentamos no es un virus determinado, sino que es un cambio cultural en cuanto a costumbres, conductas y actividades sociales y económicas. Como el Estado se lava las manos, de nosotros depende.
Según las garantías que nos brinda nuestra Constitución Nacional, con el sagrado objeto de protegernos de la injusticia, todos, sin distinción de género, somos inocentes hasta que un proceso justo, en el cual podamos defendernos, determine, sin lugar a dudas, que somos culpables. Pero, hoy, esa balanza milenaria se rompió con las políticas de género, sumiendo a unos y otros en un paradigna de violento enfrentamiento.
Ocultas detrás del sello del Hogar de Niñas, un grupo desconocido de personas sigue negando y tergiversando la realidad para ocultarla de la sociedad. Ahora, a través de una "carta" hecha pública por Radio Gualeguay, siguen victimizándose y culpando al Copnaf, cuando la realidad demuestra que ellos mismos motivaron el cierre de la institución.
Ser político es tener una idea de sociedad y saber como llevarla a cabo gobernando, y gobernar es administrar y ordenadar responsablemente la convivencia y desarrollo de una sociedad para bien de todos los gobernados. Ser político no es abrazar elocuentemente una ideología para acceder a un cargo, y gobernar no es mandar sin un sentido, eso es mera corrupción.
“El tiempo pasa, y nos vamos poniendo viejos…”, dice la canción. Hoy celebramos a las abuelas y a los abuelos. En ellos no sólo pasó el tiempo, también se quedó la sabiduría de la experiencia. Conocen de fracasos y desventuras, y cómo reponerse ante los tropezones y caídas. También experimentaron, unos con abundancia y otros parcamente, alegrías y caricias de la vida. A partir de una existencia larga saben ponderar las cosas que valen la pena, y las que te dejan gusto a poco. Como expresa otra canción, “de lejos dicen que se ve más claro”.