El rápido aumento de la población obliga a un rápido crecimiento de las ciudades, y a éstas a enfrentar la contaminación del aire, y el cambio climático, con períodos con temperaturas y lluvias extremas. Este escenario debería hacer que quienes administran las ciudades busquen nuevas soluciones. Respecto de este desafío, una empresa reunió a dos expertos en el tema para evaluar distintas formas de adaptación para las ciudades. Gualeguay, y ciudades como ella, tienen condiciones especiales frente a éste desafío.
Esta iniciativa es de la empresa Amanco Wavin, la cual, respondiendo a su compromiso social con el planeta y su sociedad, reunió a Geertjo Van Dijk, un experto en resiliencia climática urbana, y a Marco Roos, un reconocido ecólogo urbano, para determinar qué hacer para adaptar las áreas urbanas a las nuevas adversidades.
Éstos ambientalistas concluyeron que, aparte de sumar espacios verdes, es preciso evitar talar los árboles tan pronto, tratar el agua de lluvia como fuente de reserva, y considerar toda la ciudad como una reserva natural. En otras palabras, éstos científicos entienden que, si bien la creación de una capa de biodiversidad urbana puede ser una solución a la problemática actual, ya que contribuyen notablemente a la mejora de las condiciones medioambientales, también se debe comenzar a implementar estrategias de adaptación climática más integrales.
1. Administrar el talado de árboles
A partir de que la biodiversidad depende de tres aspectos: Seguridad, Nutrición y Reproducción, éstos referentes advirtieron que los árboles de las ciudades no tienen las mejores oportunidades, pues no se pueden reproducir naturalmente, ni pueden nutrirse, y representan un peligro para la gente. Es por esto que los municipios se apuran a talarlos, justo cuando comienzan a absorber CO2 y se vuelven neutrales para el clima.
Por eso, es una buena idea plantar árboles urbanos en grandes estanques con la capacidad adecuada de tierra para poder almacenar suficiente agua de lluvia, y facilitar el desarrollo de las raíces.
2. Administrar el agua de lluvia
Frente a un clima cada vez más extremo, con lluvias intensas más frecuentes por un lado y con período de sequías más prolongados por otro, el agua se ha convertido tanto en un peligro como en un bien preciado. En este sentido, los especialistas sugieren comenzar a pensar en las ciudades como grandes reservorios naturales, donde el agua pueda filtrarse y almacenarse bajo tierra para que esté disponible y pueda utilizarse durante los períodos de sequías.
Por eso es una buena idea evitar el rapido escurrimiento del agua de lluvia, y, en su lugar, asegurar que permanezca disponible, mediante, por ejemplo, sistemas de almacenamiento subterránea.
3. Concebir la ciudad como una reserva natural
Si bien se tiende a crear fronteras entre la vegetación y los edificios, estos científicos proponen establecer una relación de equilibrio entre diseño y estructura, y facilitar los procesos biológicos para lograr una ecología urbana lo más natural posible. En síntesis, recomiendan crear sistemas de espacios verdes interconectados donde las plantas y los animales puedan moverse libremente, creando así una capa de biodiversidad urbana.
La idea es que todo esté interconectado: desde el urbanismo hasta la calidad del agua, desde la biodiversidad hasta el bienestar animal. El secreto es darse cuenta de que es mucho más que “simplemente una ciudad”. Es un lugar en el que viven, interactúan y sirven todos los organismos: personas, animales, plantas e incluso hongos y bacterias.
Gualeguay
En síntesis, las conclusiones de Van Dijk y Roos coinciden en la necesidad de que las ciudades desarrollen y apliquen políticas públicas que las adecuen al nuevo contexto ambiental global, en particular en lo que hace al aprovechamiento del agua. La ciudad de Gualeguay, cuya geografía muestra aspectos muy particulares, no queda excluida de esta realidad.
La ciudad tiene una dimensión de alrededor de 100 kilómetros cuadrados emplazados en un complejo de cañadas que confluyen en el río Gualeguay, el cual baña más de 30 kilómetros de su ejido. Esta morfología facilita un rápido escurrimiento hacia el río, por zanjas en la periferia semirural, y por canales de concreto en el casco urbano.
Gráficamente, la ciudad funciona como un gran embudo, lo cual podría facilitar un aprovechamiento inteligente del agua, pero siempre se busca que esta fluya hacia el río lo más rápido posible, mientras que la construcción hace que cada vez sean menos las superficies permeables que la absorban y aprovechen.
Igualmente, en cuanto al desarrollo urbano de la ciudad, no hay políticas públicas que lo planifiquen, mucho menos que apunten a lo planteado por estos especialistas. Si bien en la ciudad pueden abundar los espacios verdes, y ésta está rodeada por una importante biodiversidad, lo cierto es que está bien definida y separada, casi aislada, del entorno natural que la rodea, desaprovechando cualquier valor estratégico que eso pudiera tener para su desarrollo.
Norman Robson para Gualeguay21