Un crimen de lejos
Una noche como esta, un año atrás, la joven Micaela García salió con sus amigas. Nada le podía hacer imaginar que sería la víctima del más cruento crimen de nuestra historia. Todo el país lo vivió de cerca pero, hoy, a la distancia, el contexto que lo permitió no ha cambiado como se esperaba.
Hoy se cumple un año del comienzo de aquella semana de locura: Su desaparición luego de salir del boliche al cual había ido con sus amigas. Luego le siguió su búsqueda, el novio, los compañeros, el zapato, el recorrido, el auto, Pavón, el violador suelto, Ehcosor, su mellizo, los rastrillajes, la ropa en las chacras, el Juez Rossi, la captura de Wagner, y el terrible desenlace. ¿Cómo olvidar aquella plaza, aquella mañana…?
En aquellos días, toda la ciudad se había sumido, día tras día, en la profunda frustración de la ausencia novedades. Esta se fue mezclando, al promediar la semana, con la indignación por la libertad de del violador serial que vivía entre nosotros. Finalmente, el horror por los detalles del crimen se superpuso a la frustración y la indignación.
Al mismo tiempo, la hipocresía de siempre comenzó a rasgarse las vestiduras horrorizándose por la crueldad de lo ocurrido, por la libertad de Wagner, por todo el sistema, por lo cual prometió múltiples proyectos y reformas que garantizarían que estas cosas no volverían a suceder.
Aún hoy, a la distancia, a los simples espectadores nos conmueve recordar todo aquello, pero el escenario en que pudo desarrollarse, tan libremente, tan aberrante secuestro, violación y homicidio, no ha sufrido significativas mejoras. Hoy, como ayer, nada impediría que Wagner cometiera nuevamente aquel cruento crimen.
Hoy, un fiscal puede volver a acordar con un violador serial un juicio abreviado dándole una pena de 9 años en lugar de los 25 que ameritaba.
Hoy, un juez de penas puede seguir dictándole la libertad condicional a un violador serial que ni siquiera cumplió la inexplicable pena de 9 años.
Hoy, un violador serial puede volver a instalarse en un barrio de nuestra ciudad sin que se tomen los debidos recaudos por parte de las autoridades judiciales y policiales.
Hoy, las gurisas mantienen las misma costumbres nocturnas que antes, y la experiencia de Micaela no alteró en nada sus costumbres.
Hoy, y aunque tengamos un millón de cámaras, un violador serial puede volver a acechar en su auto por el centro de la ciudad sin que nadie lo detecte.
Hoy, un violador serial puede, nuevamente, consumar una nueva atrocidad y desaparecer el cuerpo de su víctima sin que nadie sepa qué lo hizo.
O sea, hoy como ayer no hay nada nuevo bajo el sol que signifique un importante avance en la prevención de que violadores seriales anden sueltos al acecho, de que cacen jóvenes indefensas, de que las violen, de que las maten, y de que huyan dejando escondido el cuerpo por más de siete días.
Ni lo hay en el registro de violadores, ni en los juicios abreviados, ni en el tratamientos de las penas, ni en ninguna de las tantas soluciones prometidas.
Es más, hoy, como en el juicio de este caso, la Justicia, a través de un Tribunal, puede volver a esconderle a la sociedad la revisión de todos estos detalles, evitando ilegalmente que las audiencias sean orales y públicas.
Tan es así que, hoy, el Juez Rossi, con la connivencia de la Justicia, sigue burlándose de todos evadiendo su jury con ridículos tecnicismos.
Es cierto, hoy Wagner está preso y, tal vez, lo esté para siempre, pero sobre Pavón quedaron muchas dudas. Hasta quedaron dudas sobre la hipótesis de otro cómplice. O sea, el crimen de Micaela no fue esclarecido en toda su dimensión.
Ahora bien, más allá de esas dudas, en el crimen de Micaela no hay dudas de que hubo un cómplice que aún permanece impune: El Estado, quien, ni siquiera hace lo mínimo que debe hacer para evitar volver a ser cómplice de otro cruento crimen como este.
Una noche como esta comenzó a pasar lo de Micaela, y volverá a pasar una y otra vez en nuestros corazones si no insistimos en que se haga lo que se debe hacer para que no vuelva a pasar.
Norman Robson para Gualeguay21