Zona liberada
Palabras urticantes, incómodas, muy molestas, pero las exactas para definir aquellos territorios o comunidades librados a su suerte, la cual, muy pocas veces, casi nunca, les sonríe. Zonas liberadas del imperio del derecho, de la justicia, de la república.

Palabras que joden detrás de los escritorios, del otro lado del mostrador del poder. Más aún cuando definen una dolorosa injusticia, un flagelo que no nace de la casualidad sino de la propia negligencia del mismísimo Estado abandonando su gente.
Una zona liberada de las leyes que garantizan los derechos civiles, esos derechos humanos que no forman parte del discurso hipócrita de los militantes progres.
Una zona liberada del progreso tan pregonado desde el púlpito por los progresistas, los que son tales por su progreso personal y no por el del pueblo.
Una zona liberada de la presencia misma de Dios. Liberada de paz, de luz. Liberada de controles. Liberada de deberes de funcionario público.
Una zona donde conviven una mayoría trabajadora y una minoría delincuente, sobreviviendo bajo el imperio del caos, del desorden, del abandono, donde unos y otros luchan por sobrellevar la vida que les tocó en suerte.
Una zona donde se vive una vida de mierda, pero tan naturalizada que ya ni la víctimas se quejan ni los espectadores consideran que merecen otra cosa.
Una zona donde se estigmatiza la inocencia y se condena la desgracia. Donde el juez y el verdugo, desde bien lejos, consuman la irremediable injusticia sin el más mínimo cargo de consciencia.
Zona liberada. Cosa fea por la cual muchos se rasgan las vestiduras frente a las cámaras, negándola sobre siete bíblias y otros tantos calefones. Por las dudas. Cosa fea tan negada como real, dolorosa, frustrante, injusta, imperdonable.
Tan pero tan fea que ni siquiera las oposiciones se atreven a nombrarlas. O tal vez obedezca a algún resabio de vergüenza, de decencia, de pudor. Sea lo que sea, también la ignoran.
Muchas son las zonas liberadas en nuestra sociedad, en nuestro territorio. Demasiadas las víctimas encerradas en ellas, condenadas por nacer en un lugar equivocado del mundo, en un mal momento de la historia.
Demasiadas víctimas desconocidas por el poder y por el resto del mundo. Solo recordadas para el voto y sistemáticamente olvidadas a la hora de diagramar el bendito progreso, desaparecidas justo cuando llegaba la redistribución de las riquezas.
Zonas liberadas. Víctimas. Exclusión. Postergación. Injusticia. Palabras urticantes, incómodas, muy molestas, pero las exactas para definir pedazos de la realidad que quieren negarnos, enajenarnos. Pedazos de realidad librados a la suerte, la cual, muy pocas veces, casi nunca, les sonríe.
Zona liberada, liberada por los artífices de esta tragedia, los verdaderos verdugos del progreso, esos de la foto, del discurso, del sobre, de la sonrisa bonachona, de la palmada en la espalda.
Norman Robson para Gualeguay21