10 febrero, 2025 1:00 pm
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Código Militante

Últimamente, la política vernácula, del color que sea, ha recuperado la palabra militante, pero se ha apartado de su verdadero significado para funcionalizarlo de acuerdo a su conveniente y mezquino concepto político.

Últimamente, es muy común ver y oír a los políticos embanderarse en adaptaciones ideológicas, acomodadas a medida de sus ambiciones, y arengar a sus cuadros recordando los deberes y compromisos de la militancia.

 

Es muy común ver como estos políticos conforman sus cuadros militantes enrolándolos con el encanto seductor de la solución económica a sus desesperaciones, en lugar de articular políticas que las alivien.

 

Es muy común verlos “construir política” en base a contratos laborales, planes y subsidios, sin la más mínima consciencia sustentable, en lugar de hacerlo promoviendo el debate ideológico que genere los vínculos comunes que consoliden la causa y perpetúen un genuino proyecto político.

 

Es muy común verlos exclusivamente concentrados en la inmediatez de los efímeros resultados que les garantizan atender sus intereses particulares.

 

Estos políticos modernos desvirtúan el honorable concepto de la política y atentan contra el verdadero significado de militancia, al punto de promover la confusión entre los conceptos de militante y mercenario.

 

Tan aberrante es la práctica de estos políticos que llegan al extremo de explotar inescrupulosamente las más básicas necesidades de la juventud, sometiéndola a tareas seudomilitantes con tal de mantenerse en el poder.

 

Esta política nada tiene que ver con la política.

 

La verdadera política no regentea el tráfico de puestos de trabajo, como si operara en un mercado negro de esclavos, atentando contra la dignidad del trabajador.

 

La verdadera política es una honorable acción civil, con bases ideológicas, donde los militantes, convencidos del compromiso, se ponen a trabajar incondicional y apasionadamente por una causa común.

La verdadera política se fundamenta en la militancia y se nutre de ella.

 

Y militancia es servicio, un servicio que comprenden y brindan desinteresadamente los verdaderos dirigentes.

 

O sea, de la militancia surgen los dirigentes que se convertirán en políticos y que liderarán tal o cual proyecto político.

 

No existe, en la legitimidad de los procesos, nada que ampare esta generación de paracaidistas oportunistas que, producto de un aborto democrático, aparecieron, y proliferan, arrebatando y ejerciendo el poder con total impunidad social.

 

Por eso, el código militante, aunque jamás haya sido escrito, desde la esencia filosófica de las ideologías marca las normas y procedimientos a cumplir en el servicio a una causa determinada y es la plataforma de una verdadera y sustentable construcción política.

 

Hoy se percibe el agotamiento de esta perversa práctica política y se presienten vientos de cambio.

 

Hoy existe una nueva pero desperdigada generación política, compuesta por representativos referentes de la sociedad, que indefectiblemente deberá construir política a partir de los verdaderos cuadros militantes, y deberá reivindicar la política junto a esos genuinos apóstoles que conocen el barro y la sangre, marcándole el norte a la comunidad y a los antiguos líderes.

 

Ellos pueden ser los protagonistas de nuestro futuro inmediato, ellos son los únicos que pueden convertirse en artífices de un porvenir próspero, si no, estaremos condenados al ocaso.

 

Norman Robson para Gualeguay21

 

 

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