26 marzo, 2025 9:20 pm
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Gente que hace dedo

Tuve celebración de Confirmaciones en la Parroquia Nuestra Señora de Luján en Ibicuy, bien al sur de la Provincia de Entre Ríos. Esa noche compartimos una reunión con algunos catequistas, y ya me quedé a dormir allí.

Ahí sí que la naturaleza no se anduvo con chiquitas. La ruta te va llevando por paisajes cambiantes: arroyos, arenales, bañados, verdes intensos y marrones de escasa vegetación.

 

 

 

Al otro día me levanté tempranito para llegar a Gualeguaychú y aprovechar la mañana en el obispado. Antes de las 8 pasé por el puente sobre el río Paranacito. Haciendo dedo había un muchacho de unos veintipico de años, no mucho más, con un bebé no muy pequeño en brazos, al que tenía bien envuelto en una manta.

Iba al Hospital Centenario de Gualeguaychú a pedir turno con un médico especialista para su esposa. No era una enfermedad grave y urgente, por lo que me dijo. Desde allí a Gualeguaychú hay cerca de 100 kilómetros de distancia. Además de pasar por el Hospital iba a aprovechar para visitar a unos familiares y hacer algunas compras.

Le pregunté a qué se dedicaba y me dijo que hacía rato que estaba sin trabajo, y salía a cazar y pescar para comer, y para vender parte de lo que obtenía. La esposa “hacía cosas” pero no le entendí bien qué eran. Después de preguntarle dos veces y no entender, no quise insistir.

Me contó que conocía a alguna de las hermanas religiosas que van por el barrio para la catequesis, y que le habían ayudado con algo de ropa.

Juan Carlos, tal es su nombre, es un joven con optimismo. Hace 5 años que está viviendo con Claudia y tienen 3 hijos. Éste es el más pequeño y, además de sacar turno para Claudia, aprovecha para llevarlo a un control médico.

Su papá trabajaba en un frigorífico de la Provincia que cerró hace unos años y empezaron a probar suerte con el dinero recibido como indemnización: un quiosco, una gomería, y nada resultó. Pero la fueron peleando como pudieron. Después de tener el segundo hijo no quedaba espacio en la casa paterna y se mudaron a este lugar que les prestó un tío.

Hace más de una hora que estaba haciendo dedo. “¿Y si no te llevan?”, le pregunto. “Siempre me llevan… bueno, alguna vez no consigo y lo dejo para la tarde o el otro día.” Hay pocos colectivos que paran allí, solamente dos o tres por día. Pero para él los horarios de esos servicios no son un problema, sino el costo del pasaje, casi 20 pesos, y otro tanto para el regreso. Los subsidios al transporte no llegan a todos lados equitativamente.

El deseo de ellos es poder mudarse a la ciudad de Gualeguaychú para cuando a los chicos les toque empezar la escuela, y él buscar trabajo en un taller mecánico. A Juan Carlos le gustan mucho los autos. Por ahora, dice, no hay trabajo en lo suyo.

Juan Carlos, Claudia, tres hijos, historias de vida que permanecen ocultas para muchos. Gente que se mueve como puede y cuando los ayudan.

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

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