11 diciembre, 2024 1:25 pm
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Ser Ley

Hacernos humanos es llevar nuestros valores a la acción y desplegarlos allí como virtudes. Ahora bien, nada de esto será posible si no lo hacemos regidos por la ley. Y por ley no me refiero a una normativa externa que nos regule y nos contenga (y consecuentemente nos premie o nos castigue según nuestro desempeño), sino —por el contrario—  a esa esencia del ser que nos guía desde adentro y que no acepta condicionamientos que provengan de otra parte que no sea de la pura interioridad.

En este sentido, el camino hacia nuestra humanidad plena nos pide que nos asumamos como hombres y mujeres de ley. Personas de ley es una expresión de uso cotidiano a la que apelamos con frecuencia… Pero, ¿qué significa en realidad? Significa, ni más ni menos, que somos personas en las que se puede confiar. Significa que no tenemos dobleces, que no buscamos atajos simplistas, que no hacemos trampa, que no estamos escindidos entre nuestro ser y nuestro hacer. Significa, en definitiva, que hacemos y somos lo que decimos, sin disonancias ni hendiduras.

 

 

 

Para ser esta ley que planteamos, no necesitamos ponernos a la sombra de una suerte de Súper Yo rector que nos indique qué sendero tomar. Esta ley se pacta, antes bien, en una conversación con nuestra interioridad, sin asesores externos ni gestores. Es un contrato que firmamos con nosotros mismos, y cuyas cláusulas surgen de un consenso privado e íntimo con nuestra conciencia. Y mediante ese pacto nos hacemos socios (de hecho y de derecho) con nosotros mismos, para comprometernos a cumplir todo eso que acordamos. No porque alguien nos presione, o nos examine, sino simplemente porque los términos de esa ley se nos presentan como prescriptivos en lo íntimo, y su incumplimiento nos resultaría, a nuestros propios ojos, una traición. Es decir, si quebráramos ese acuerdo, no podríamos vivir con nosotros, porque esa ley es lo que somos.

Rabino Sergio Bergman

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