Ser moderación
Ser humanos en la moderación es aceptar que las cosas tienen una justa proporción, que el mundo no es ni todo, ni nada. Ser moderados no es recurrir ni al ascetismo de la renuncia ni a la omnipotencia de querer abarcarlo todo.
Esos son extremismos, y a nuestros fines de hacernos más humanos resultan inútiles, o hasta contraproducentes. Ser moderados es asumir que la vida es un viaje, y que está plagado de claroscuros, de éxitos y de fracasos, de aciertos y de errores, y que la clave está en buscar el término medio para poder circular por esa senda con dicha y con agradecimiento. Solo un moderado disfruta del viaje. El que está concentrado en el origen o en el destino, se pierde lo que de verdad importa: el camino.
¿Cómo se hace la moderación? Acallando las pulsiones, las pasiones y los impulsos, y buscando el tiempo y la disposición para filtrarlos serenamente por el tamiz de la reflexión. Es decir: dejando pasar solo lo que suma, y descartando lo que va en contra de nuestro avance espiritual. Por otra parte, y esto es muy importante, un verdadero ser moderado no espera que esa admonición venga de un tercero, sino que tiene la versatilidad y la sensibilidad necesarias para que ese llamado de atención venga de su propio interior.
Ser moderado es tener autocontrol, pero jamás ejercer la censura. Es reconocer nuestros fragmentos, nuestras piezas, y ensamblarlas con el manual de instrucciones de la sensatez y la mesura. Ser moderado es tener principios, pero no un principismo rabioso que no dé lugar al pragmatismo. Ni ser más papista que el papa. Es saber elegir en qué dirección ir y cuándo dar el golpe de timón para corregir el curso de la nave.
¿Dónde se refleja, en lo cotidiano, esta moderación de la que hablamos? En las acciones más concretas, en la acción pura. Nos referimos recién a la humildad: Para percibir la humildad de una persona hace falta compartir mucho tiempo con ella, ya que es una virtud de largo aliento, y suele manifestarse más oblicuamente. La moderación no. Basta pasar un par de horas con alguien para distinguir si se trata o no de un ser moderado. Es algo que se percibe en su forma de comer, de beber, de hablar, de tratar a los demás.
La moderación, entonces, es una de las virtudes que se aprecian con mayor rapidez, ya que está a flor de piel. Por eso es, también, una de las más sencillas de asumir y de desplegar. Buscar la disciplina puede demandar un arduo y complejo trabajo; pero para llegar a la moderación, en cambio, basta con modificar pequeñas prácticas cotidianas, limar asperezas, filtrar los impulsos y buscar un saludable equilibrio.
Por otro lado, hemos abierto un nuevo canal de comunicación: un espacio de espiritualidad basado en el libro Cabala. Un GPS para el alma, donde encontrarán todo lo referido a esta práctica mística de la religión judía, que puede adoptarse como una práctica universal, para cualquier persona de cualquier tradición, de cualquier religión.
Rabino Sergio Bergman