15 mayo, 2025 4:10 am
Rectángulo Image

A 30 años del asalto al banco de Galarza

Un 30 de mayo como ayer, hace 30 años atrás, Goyo llegó a tomar normalmente su puesto en el Banco de Entre Ríos de General Galarza, sin sospechar lo que le depararía ese día.

BLANCO-NEGRO

Mañana de lunes en la colonia. Chatas y tractores juntaban alguna provisión en lo Cantoni, tal vez una ginebra al paso, y salían para el campo. El sol asomaba en el horizonte.

Eran las siete menos cuarto de la mañana cuando Goyo ya estaba en su puesto de la garita policial dentro del banco. Era la hora en que se habría el tesoro. El banco habría a las siete en ese entonces.

En ese momento, aparece el gerente, que vivía al lado, conectado con el banco, y le cuenta: “Desde anoche que me tienen secuestrado con mi familia en casa, tengo que hacer lo que me piden, y necesito que usted me acompañe”.

Ante esa situación, Goyo aceptó sin dudar, pero antes guardó las armas en la casilla, vació el cargador de la reglamentaria y la enfundó con una sola bala.

Al entrar a la casa fue abordado por uno de los asaltantes, quien, a punta de revolver, lo obligó a desprenderse del arma. Se lo veía tranquilo, pero el otro estaba más nervioso. Simulaban que eran más, pero eran solo ellos dos.

La mujer y los cuatro hijos del gerente estaban asustados pero tranquilos.

De a poco el gerente trajo a todos los empleados y los encerraron a todos en una pieza.

Mientras tanto, los asaltantes juntaron el botín en un gran saco.

Siempre a punta de revolver, tomaron de rehén a uno de los hijos del gerente, su Ford Falcon y se dieron a la fuga, dejando a todos encerrados en la pieza.

Una vez que escuchó partir el auto, Goyo rompió una ventana y pudo salir a la calle para dar aviso a su fuerza.

No había celulares, solo teléfonos. Desde Jefatura Gualeguay, rápidamente, se montó el operativo y se radió lo ocurrido a toda la provincia, con la descripción del auto y de los sujetos.

Mientras tanto, las tranquilas calles de Galarza comenzaron a hervir con la aventura relatada por los recién liberados cautivos. “Asaltaron el banco y se llevaron de rehén al gurí del gerente”, era la alarmante noticia que corrió como reguero de pólvora.

Una hora y pico más tarde, de Tala avisan que el hijo y el auto fueron liberados por ahí. El joven estaba bien. Los asaltantes no podían estar lejos. No habían podido pasar.

El Jefe y Goyo salen para allá de inmediato. Goyo apenas pudo avisar a su mujer que se quedara tranquila, que él estaba bien. Tenía dos gurises chicos.

A poco de que llegaran a Tala, uno de los reos se entregó. El otro se les resistió dentro de un monte hasta la tarde.

Ya estaba oscureciendo cuando volvieron. Poco más de doce horas habían pasado. El joven rehén volvió con sus preocupados padres en Galarza y, al ratito, Goyo se reencontró con su familia en Gualeguay.

Aquel 30 de mayo, ese pacífico pueblito de colonos en el sur entrerriano, con sus tranquilas y polvorientas calles, vivió su aventura policial, la cual no olvidaría nunca.

Norman Robson para Gualeguay21