26 abril, 2025 5:18 am
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A las puertas del apocalipsis

En estos tiempos en que tanto tilingaje habla de inclusión, derechos humanos e igualdad de oportunidades, su indiferencia hacia los datos ciertos de la realidad argentina resulta, por lo menos, hipócrita. Los índices de pobreza y demografía, más el grave impacto de éstos en la infancia, la deficiente educación, y un modelo socioeconómico obsoleto, auguran, de no mediar algún cambio, un apocalíptico porvenir.

BLANCO-NEGRO

Al revisar las características del crecimiento de la pobreza y del impacto de ésta en nuestros niños, y al ver que ni la política social, ni el sistema educativo, ni la intimidad hogareña resuelven el problema, comprendemos porqué los niños pobres terminan inexorablemente en la droga y el delito, y descubrimos la escalofriante realidad: vamos hacia un apocalipsis social, económico y cultural muy difícil de revertir.

En otras palabras, descubrimos que la justicia social, la igualdad de oportunidades, la inclusión, los derechos humanos, la educación pública, la salud pública, y, por arriba de todas éstas, la política, son grandes mentiras inventadas por los políticos para mantener pobres a los pobres y enriquecerse ellos a costa de éstos, liderando al país hacia un destino de difícil retorno.

Para poder visualizar fácilmente esta tendencia apocalíptica a la que hacemos referencia, pautamos esta reseña deteniéndonos en cada factor de incidencia.

La pobreza y el crecimiento demográfico

Según estudios de Unicef y la UCA, uno de cada tres argentinos es pobre, pero, si tomamos solo los niños, uno de cada dos lo son, mientras que el Instituto para el Desarrollo Social Argentino nos alerta que las familias pobres tienen, en promedio, entre 2 y 3 hijos, mientras que las no pobres apenas llegan a uno de promedio.

De esto se desprende que los pobres se vienen reproduciendo a más del doble de velocidad que los no pobres, sin nunca dejar de ser pobres, a la vez que esos índices de crecimiento amenazan con duplicar la proporción de pobres en las próximas décadas, salvo que medien políticas que reviertan ésta tendencia.

El impacto de la pobreza en la infancia

Por otro lado, en consonancia con lo que se sostiene en el mundo, un grupo de profesionales de la Universidad Nacional de Rosario señalan en un estudio la incidencia de lo genético, del medio y de la crianza en el desarrollo de la estructura cerebral y sus funciones. Según éste y otros trabajos, el impacto de estos factores en la gestación y en los primeros cinco años de desarrollo del niño son cruciales, y lo perdido en ese período es irrecuperable.

De ese modo, los estudios advierten que los niños no deseados, gestados y criados los primeros años con una nutrición deficitaria, sin estímulos, y en un marco de desafecto y violencia, tienen un desarrollo cerebral significativamente menor al de aquellos que tuvieron la suerte de nacer y crecer en otro contexto.

De esto y lo anterior se desprende que existe, sin lugar a dudas, un crecimiento concreto y sostenido de una población con menor capacidad intelectual, a la vez que la media intelectual general se encuentra en franco descenso. De ese modo, la pobreza crece desmedidamente, sin ninguna posibilidad de dejar de ser pobre.

La escuela, el hogar y la calle

De acuerdo a estos datos, la mitad de los niños que ingresan hoy al sistema educativo tienen menores capacidades intelectuales que la media, y, por ende, tienen muchas menos posibilidades que el resto, lo cual se detecta, principalmente, en la capacidad de comprensión, en la participación y en su integración.

De ese modo, en la primaria, esos niños rápidamente exhiben la diferencia y el sistema les responde estigmatizándolos, discriminándolos, y relegándolos al fondo del aula, razón por la cual nunca logran insertarse en la escuela.

Conforme avanzan en el sistema, la brecha se profundiza hasta que, finalmente, en la secundaria, el sistema los termina expulsando de la escuela, mientras que el promedio de aprendizaje, según datos oficiales, viene cayendo sin descanso. Prueba de esto son los índices oficiales de deserción escolar y los resultados de las pruebas del programa Aprender.

De esta forma, el niño, ya casi adolescente, vuelve al hogar, en una etapa de desarrollo en que el hacinamiento y la promiscuidad lo espantan hacia la calle. Como el mercado laboral les está terminantemente prohibido, y la oferta deportiva y cultural está desbordada y quebrada, terminan refugiándose en la propia esquina, donde esos niños en crecimiento encuentran la contención, la atención y la valoración que tanto demandan.

Es preciaamente allí donde, primero, se inician en la droga, y, luego, el delito los recluta. Un ámbito del cual la mayoría solo sale preso o muerto, salvo una mínima proporción que tiene la suerte de recuperarse.

Vale señalar que las estadísticas oficiales, celosamente guardadas, demuestran la alta participación de menores en los delitos más frecuentes, al igual que exponen el alto índice de adictos entre éstos. O sea, la drogadicción infantil y la delincuencia infantil son atroces realidades de nuestra sociedad que se naturalizan cada día más.

De este modo, contemplando el crecimiento de la pobreza, la imposibilidad de los pobres de salir de esa condición, y un modelo totalmente indiferente a todo eso, indefectiblemente, en poco tiempo, habrá más gurises adictos que sanos y habrá más gurises alistados en la delincuencia que fuera de ella.

El impacto en la economía

Toda realidad social impacta directamente en la realidad económica. A partir de todo lo expuesto, se puede concluir que, como daño colateral de la degradación social expuesta, sufrimos una creciente pérdida de calidad laboral, la cual limita tanto el progreso individual como el desarrollo general, condenando ambos a la postergación económica.

Lo más grave de esto último es que se da en plena era del conocimiento, donde los servicios representan el 80 por ciento del comercio mundial, y los agronegocios no llegan a superar el 10 por ciento, y nuestra mano de obra apenas califica para la extracción y producción de materias primas, y no para las modernas técnicas de manufactura y la prestación de servicios.

De esta manera, la pobreza, su crecimiento, la educación, y la indiferencia social, confabulan para, en poco tiempo, coartar cualquier crecimiento como nación, sacándonos rápidamente del concierto comercial mundial, a pesar de ser una de las naciones con mayores recursos naturales per cápita del mundo.

La participación del Estado

A pesar de todo esto, las políticas sociales implementadas desde el Estado en las últimas décadas, con la complicidad de la sociedad civil, se limitaron a premiar la maternidad, a fomentar la vagancia, a prohibir el aborto, a combatir el trabajo infantil, a sostener un sistema educativo retrogrado, y a promover los derechos sin promover los deberes, potenciando el presente escenario de desorden.

De ese modo, se impuso un nuevo modelo cultural donde se naturalizaron los derechos sin deberes, y el bienestar como responsabilidad exclusiva del Estado, reemplazando el modelo cultural del trabajo, donde solo el conocimiento y el esfuerzo generaban el progreso y el desarrollo necesarios para el bienestar individual y colectivo.

A lo largo de los sucesivos gobiernos, se enarbolaron las banderas de los derechos humanos, se esgrimieron la inclusión social y la igualdad de oportunidades, y se excusaron en la redistribución de la riqueza para cientos de leyes y decretos, pero, en los hechos, solo se condenó a la Argentina, y a los argentinos, a ser por siempre pobres.

De igual manera, nunca hubo políticas desarrollistas que tendieran a promover de modo sustentable el progreso de los individuos en un modelo a la altura de la demanda del mundo, sino que se defendió un modelo retrógrado encerrado en si mismo y divorciado de las tendencias internacionales.

Conclusiones

En el siglo XIX, Sarmiento, con políticas sociales de avanzada, llevó al país a ser el primero libre de analfabetismo, poniendo la calidad de la fuerza laboral argentina entre las mejores del mundo, pero un siglo después, la perversión y corrupción políticas están logrando recuperar el analfabetismo para los argentinos.

Sin lugar a dudas, las políticas públicas de los últimos tiempos solo han servido para consolidar la pobreza, garantizar su crecimiento, degradar las instituciones, eliminar los valores, e imponer el desorden a partir del cual hoy resulta muy difícil, sino imposible, cualquier cambio de paradigma.

Lamentablemente, hoy, ante esta realidad, se ve menos posible el cambio necesario para revertir esta tendencia, y mucho más factible un colapso social, económico y cultural de inimaginables proporciones y consecuencias.

Norman Robson para Gualeguay21

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