Barboza: Tan genial como privativo

Don Raúl Barboza es un grande, no solo por su genial interpretación de nuestra música, sino, también, por haber sabido difundirla alrededor del mundo, pero, lamentablemente, parece que no es para los argentinos.
Definitivamente, nadie discute hoy que el genial Barboza es bien nuestro, y mucho más nuestro es Nardo González, su fiel guitarrista, pero tampoco podemos discutir hoy que son muy pocos los coterráneos que pueden acceder a conocer y disfrutar tan prestigiosa como riquísima producción musical.
Desde que lo escuché por primera vez, hace un par de años, Don Barboza me cautiva con todos sus temas, transportándome siempre a diferentes escenarios de nuestro acervo popular, a la vez que siempre me pregunté, como testigo de su valiosa producción, porqué había mucha gente que no lo conocía.
El sábado pasado, el Maestro nos brindó un magistral espectáculo en el glamoroso salón del Club Social ante un selecto auditorio, evento que requirió una apuesta fuerte del anfitrión y una intensa labor de su Comisión de Cultura, y fue promediando esa velada que descubrí la génesis de esta lamentable realidad que excluye a muchos de la magia de este Maestro.
Parece ser que toda esta injusticia obedecería a las caprichosas gestiones de un macabro personaje, un tal Felici, quien mochilita al hombro, paso cansino y muñido de falacias y arrogancias, en nombre de sacros intereses franceses, no se despega del Maestro para coartar el trabajo de la prensa.
Tal es así que, en la noche en cuestión, “invitó” a dos periodistas presentes a dejar de registrar el exquisito concierto, alegando inescrupulosas persecuciones francesas.
De este modo, este señor privó de tan magnífica producción argentina a miles de argentinos gualeyos que no estaban presentes y podrían haber disfrutado, por lo menos algo, por televisión en algún programa de la semana.
De la misma manera, este sujeto coartó también el objetivo de la institución, la cual apostó no solo a su presencia puntual en su reducido recinto, sino, también, a la trascendencia del evento y la figura en toda la comunidad.
Consultado sobre los motivos de tan sorprendente atropello, este personaje arguyó fantasmagóricas acciones jurídicas por parte del imperialismo francés, amenazas tan fantásticas como falsas, y, con tono arrogante, arguyó que esas imágenes seguramente serían compendiadas en pequeños clips que luego inundarían las redes sociales del globo despertando el enojo de los iracundos tenedores de los derechos intelectuales de la producción de Don Raúl.
Francamente patético.
De este modo comprendí porqué, a pesar del esfuerzo y buena voluntad de entidades y de la prensa, muchos argentinos desconocen la valiosísima y hermosa obra musical de Don Raúl Barbosa, tan bien acompañado por nuestro Nardo y su guitarra, por Cacho Bernal en la percusión y por Roy Valenzuela con su contrabajo.
Una magnífica obra musical autóctona que no trasciende por la acción de oscuros actores serviles a mezquinos intereses externos en desmedro del patrimonio musical argentino y atentando contra nuestra preciada soberanía cultural.
Así descubrí porqué muchos argentinos desconocen a este viejo genio de setenta y largos años que grabó más de 30 álbumes originales, que participó en 9 películas, que inmortalizó a Merceditas, que difundió el chamamé en Europa, así como Astor difundió el tango, que ganó estanterías de premios nacionales e internacionales, y que todo esto le valió la distinción de Chevalier de l’Ordre des Arts et des Lettres en Francia.
Y así descubrí como muchos argentinos no tendrán la oportunidad de degustar y disfrutar su Pájaro Chogüí, su Cherogapé, su Tren Expreso, su Chamarrita de los Pobres, su Granja San Antonio, su Carrero Cachapacero…
Es una lástima que pesados pedazos de nuestro patrimonio cultural puedan quedar presos en las nefastas manos de un poder externo y sus serviles embajadores.
Una pena que nuestro genial Raúl Barboza se vea opacado por estas cuestiones.
Norman Robson para Gualeguay21
