Carlitos, un rehén argentino
Peatonal San Martín, Paraná, Entre Ríos. Carlitos es un busca, un Mercader de oportunidades, de estacionalidades. Un mantero que se jugó por su pasión.

Carlitos, como millones de argentinos, creyó en la selección, último subcampeón del mundo, un equipo de estrellas tasado en millones y millones de dólares. ¿Cómo no iba a estar entre los finalistas? Era imposible que no llegara.
Pero el fútbol es el fútbol y nosotros somos argentinos: todo desastre es posible. Cuando de argentinos se trata, las sorpresas están garantizadas, y no siempre gratas.
Y Carlitos es argentino. Un hincha apasionado, un fanático, como todos, que a la hora de su negocio vio la oportunidad de comerciar con esa pasión común a todos.
La onda pasó por las camisetas, y en ese negocio puso todas sus fichas. No había forma de perder. Ni él, ni Argentina. Tres partidos en la primera ronda, más octavos, cuartos, Y, si se daba, las finales. Negoción.
Pero Argentina empató con Islandia y perdió con Croacia, por goleada. Argentina está más afuera que adentro, pero Carlitos no baja los brazos. Todavía hay esperanzas y él no las pierde, y desde su manta llena de camisetas transmite su fe a los peatones.
“Yo tengo fe”, asegura. “Argentina va a ser campeón del mundo”, advierte convencido, ante la mirada atónita de los ocasionales transeúntes. Y se lo discute a cualquiera. Él no puede claudicar en su fe, son muchas camisetas y el próximo mundial está muy lejos.
Definitivamente, no deben ser pocos los Carlitos que, a lo largo y a lo ancho de este país, terminaron rehenes de su pasion: la Selección Argentina.
Norman Robson para Gualeguay21