Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos
A veces nos pasa que nos levantamos de la cama y lo primero que hacemos es mirar la televisión, escuchar la radio, hojear el diario o abrir la computadora para acercarnos a algunas noticias importantes antes de salir a la calle.

Los domingos tenemos un poco más de tiempo y podemos hacerlo con mayor tranquilidad. Pero, por lo general, nos cuesta que esas primeras noticias nos levanten el ánimo, o nos produzcan alegría. Cada año se realiza en la Iglesia de todo el mundo una Jornada dedicada a rezar y reflexionar sobre el papel de las Comunicaciones Sociales. El pasado martes 24 de enero, el Papa dio a conocer su mensaje, y eligió como Lema el título de esta columna: “Comunicar esperanza y confianza en nuestros tiempos”. Y agrega una frase del libro del Profeta Isaías que, de parte de Dios, alienta a su Pueblo: “No temas, que yo estoy contigo” (Is 43,5).
Utiliza Francisco una imagen muy antigua y expresiva: “Nuestros padres en la fe ya hablaban de la mente humana como de una piedra de molino que, movida por el agua, no se puede detener. Sin embargo, quien se encarga del molino tiene la posibilidad de decidir si moler trigo o cizaña. La mente del hombre está siempre en acción y no puede dejar de «moler» lo que recibe, pero está en nosotros decidir qué material le ofrecemos. (cf. Casiano el Romano, Carta a Leoncio Igumeno)”. ¡Qué comparación bella y sencilla! Cuando la leí por primera vez, no pude evitar pensar en situaciones bien concretas en las cuales sembramos y molemos cizaña, o como decimos, masticamos bronca y rencor.
Pero el Papa no es de tener tono quejoso y amargo, sino alentador: “Me gustaría con este mensaje llegar y animar a todos los que, tanto en el ámbito profesional como en el de las relaciones personales, «muelen» cada día mucha información para ofrecer un pan tierno y bueno a todos los que se alimentan de los frutos de su comunicación. Quisiera exhortar a todos a una comunicación constructiva que, rechazando los prejuicios contra los demás, fomente una cultura del encuentro que ayude a mirar la realidad con auténtica confianza”.
Es necesario superar la tentación de mostrar el escándalo, la depravación y la maldad como la única cara de la moneda. Hasta la Luna tiene un lado oscuro, pero a esa no le cantan los poetas. En el arte atrae la belleza, la luz, aun cuando se expresen sentimientos de dolor o se muestre la miseria más atroz del corazón humano. Cuando se nos presentan calamidades sin salida, muchas veces se apagan sentimientos y deseos de transformar lo negativo. Corremos el riesgo de dejarnos doblegar en los anhelos y compromisos por dar vuelta la injusticia, y terminar por claudicar en los ideales. La Madre Teresa vio mucho dolor y miseria en las calles de Calcuta, pero también miró los corazones capaces de comprometerse con los pobres.
Nos insiste Francisco: “Esta buena noticia, que es Jesús mismo, no es buena porque esté exenta de sufrimiento, sino porque contempla el sufrimiento en una perspectiva más amplia, como parte integrante de su amor por el Padre y por la humanidad. En Cristo, Dios se ha hecho solidario con cualquier situación humana, revelándonos que no estamos solos, porque tenemos un Padre que nunca olvida a sus hijos. «No temas, que yo estoy contigo» (Is 43,5): es la palabra consoladora de un Dios que se implica desde siempre en la historia de su pueblo. Con esta promesa: «estoy contigo», Dios asume, en su Hijo amado, toda nuestra debilidad hasta morir como nosotros. En Él también las tinieblas y la muerte se hacen lugar de comunión con la Luz y la Vida. Precisamente aquí, en el lugar donde la vida experimenta la amargura del fracaso, nace una esperanza al alcance de todos”.
Jesús fue un gran comunicador; sabía tocar el corazón humano, abrirlo a horizontes de sentido y de grandeza de una manera muy simple y profunda: “Para iniciar a sus discípulos y a la multitud en esta mentalidad evangélica, y entregarles «las gafas» adecuadas con las que acercarse a la lógica del amor que muere y resucita, Jesús recurría a las parábolas, en las que el Reino de Dios se compara, a menudo, con la semilla que desata su fuerza vital justo cuando muere en la tierra (cf. Mc 4,1-34). Recurrir a imágenes y metáforas para comunicar la humilde potencia del Reino, no es un manera de restarle importancia y urgencia, sino una forma misericordiosa para dejar a quien escucha el «espacio» de libertad para acogerla y referirla incluso a sí mismo”.
En los últimos renglones de su mensaje, vuelve a insistir en la esperanza: “Quien se deja guiar con fe por el Espíritu Santo es capaz de discernir en cada acontecimiento lo que ocurre entre Dios y la humanidad, reconociendo cómo él mismo, en el escenario dramático de este mundo, está tejiendo la trama de una historia de salvación. El hilo con el que se teje esta historia sacra es la esperanza y su tejedor no es otro que el Espíritu Consolador. La esperanza es la más humilde de las virtudes, porque permanece escondida en los pliegues de la vida, pero es similar a la levadura que hace fermentar toda la masa”.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social