Cuando la vieja política desnuda sus miserias
Días después de que el Senador Francisco Morchio, en respuesta a un pedido masivo de la sociedad gualeya, presentara un proyecto de ley que propone llamar Federico Bogdan al acceso a Puerto Ruíz, la Diputada Paola Rubattino presentó en su Cámara otro proyecto, con el mismo objeto, pero nombrando ese tramo Juanele Ortíz. En medio de una crisis sanitaria y económica sin precedentes en el mundo, esta disputa hace que la vieja política de oposición caprichosa vuelva a desnudar sus miserias.

Para comprender la gravedad de esta disputa en toda su dimensión, recordemos que los legisladores, sean senadores o diputados, son legítimos representantes de la sociedad elegidos para legislar en defensa y promoción de los intereses de toda la ciudadanía. De este modo, es menester de éstos interpretar las necesidades y voluntades de su gente y traducirlas en hechos concretos a través de su labor legislativa, sin destinar energía a vanos enfrentamientos.
En este caso en particular, tres décadas pasaron sin que ningún político, y hubo muchos, hiciera algo por asfaltar el acceso a Puerto Ruíz e incorporar esa gente a la ciudad, hasta que llegó Bogdan, articuló lo necesario para concretar ese viejo proyecto, y lo logró, liderando las gestiones necesarias entre un gobierno nacional de un signo y uno provincial de otro. En este caso, el hecho de ser opositores no impidió la concreción de aquel sueño. Pero no todos son iguales.
Al fallecer Bogdan, el pueblo de Gualeguay no dudó, y, rápidamente, manifestó su voluntad de bautizar esa obra con su nombre. Un guante que recogió el Senador Morchio interpretando el sentir popular y traduciéndolo en un proyecto de ley. Frente a este oportuna y acertada propuesta legislativa, la Diputada Rubattino, en lugar de comprometer su apoyo para cuando el mismo llegue a la Cámara, prefirió enfrentarlo presentando uno propio proponiendo el nombre del destacado poeta de Puerto Ruíz.
De ese modo, la legisladora entabló una inoportuna e innecesaria disputa política en tiempos en que la sociedad demanda, casi desesperadamente, soluciones y, más que nada, paz. Rubattino puede entender que Juanele merece ser recordado con una obra, así como puede considerar que Bogdan no lo merece, pero, ante todo, debe interpretar y respetar la voluntad de su pueblo. Ese es su deber.
Ahora bien, para terminar de enteneer el origen de esta ridícula reyerta basta un rápido repaso por el origen político de la legisladora, por su controvertida carrera, y por cómo ésta accede a una banca en la Cámara de Diputados. Esta revisión permite apreciar que Rubattino, nacida en Victoria, era una empleada del Copnaf que ingresó a la política de Gualeguay de la mano de Colina y La Cámpora, al lado de Luis Erro.
En la arena política, en 2015, luego de formar parte de la gestión más sospechada de la historia de Gualeguay, el electorado fue contundente y rechazó a Rubattino como intendenta, y, en 2019, pudo acceder a su banca actual “colada” en la extensa lista de diputados del Kirchnerismo, cuerpo en el que apenas presentó algunos proyectos.
Lamentablemente, con estas acciones la legisladora demuestra que no es su interés acompañar al pueblo de Gualeguay, sino oponerse a Morchio, cuando debería imitarlo. El legislador, con aciertos y desaciertos, simpatías y antipatías, fue electo Senador por su pueblo dos veces consecutivas, y nunca colgado de una lista, sino como titular de una boleta, a la vez que, en lo que va del año, elaboró y presentó más de 25 proyectos, entre los que se destacan aquel que exime a los clubes del pago del servicio eléctrico durante el 2020, y el de protección del río Gualeguay en todo su curso.
Es en estos casos que la vieja política desnuda sus miserias, pues a Gualeguay no le importan ni le interesan las rencillas partidistas, solo necesita, y exige, el compromiso de sus políticos para mejorar la calidad general de su pueblo.
Norman Robson para Gualeguay21