Del gobierno al desgobierno
La realidad actual de la administración política de los territorios hoy deja mucho que desear, con diferentes tenores problemáticos que nos llevan a dudar de la instancia electoral.

El qué elegir a la hora del voto ha sido siempre traumático para el argentino, tanto que casi nunca eligió, sino que se quedó con lo que le dejó lo que no quería, y esos elegidos fueron los que gobernaron nuestro territorio hasta hoy. Gobiernos Que, en su gran mayoría, terminaron mal.
Qué es gobernar
Gobernar democráticamente un territorio es disponer de los distintos recursos de la comunidad para administrar su convivencia y desarrollo de acuerdo a un proyecto consensuado con la misma.
El responsable de gobernar es un gobierno elegido por el voto de la comunidad, y cumplirá su responsabilidad ordenando, controlando y promoviendo todo su quehacer político, social, económico y cultural, priorizando lo común por sobre lo individual o sectorial.
Cabe recordar que el término “gobernar” viene del latín “gubernator”, que significa timón, relacionando la acción de gobernar un territorio con la de timonear un barco.
De acuerdo a esto, gobernar requiere, como primera medida, una autoridad elegida y un proyecto consensuado, pero, en nuestra realidad, si bien hemos elegido ya varios gobiernos, ninguno se ha caracterizado por enarbolar un proyecto político, sino, más bien, una colección de seductoras promesas que nunca se pretendieron cumplir.
De este modo, más allá de las buenas o malas intenciones, los gobiernos que carecen de un proyecto son, si o si, meras improvisaciones.
La improvisación
Las primeras víctimas de esta situación son las políticas públicas, ya que, al no saber hacia dónde se va, las medidas son oportunidades, parches coyunturales o efectismo mediático.
Tan es así que la disposición de los diferentes recursos, el ordenamiento de la convivencia, la aplicación de controles y la promoción del desarrollo, lamentablemente, obedecen todos a respuestas a urgencias públicas y no a un planeamiento de cualquier tipo, lo cual hace que terminen diluyéndose rápidamente en el tiempo.
A partir de esta situación, la disposición de los recursos se torna arbitraria, el orden deviene en desorden, el control en descontrol, y el desarrollo en postergación, degradando directamente la calidad de vida del territorio y su gente.
Este último escenario se llama desgobierno, donde, a partir de la desinstitucionalización general, imperan el caos, la anarquía, la violencia y la inmoralidad, entre otras cosas, en desmedro del respeto, de la tolerancia, de los valores, etcétera.
Una salida
Frente a esto, la sociedad debe proponer, no solo gobiernos honestos y sinceros, sino, también, proyectos políticos realistas que cuenten con el compromiso del gobierno y del territorio, y que sean de presentación pública obligatoria con reglamentación similar al presupuesto.
De esta manera, la comunidad sabrá donde quiere ir, el gobierno a donde debe llevarla, y todo claramente documentado, tanto.lo cumplido como lo incumplido.
El cambio pues haber sido a partir de la honestidad y la sinceridad de los gobernantes, pero la mejora deberá llegar a partir de que gobernantes y gobernados sepan a dónde ir.
Norman Robson para Gualeguay21