Dios está cerca
Hace unos días en un Santuario estuve conversando un rato con un hombre de unos 50 años de edad. Con lágrimas en los ojos me decía: “padre, hace más de 20 años que no piso una Iglesia. Pero siento que esta es mi casa”.
Y es así. La Iglesia es la casa de todos. No es un lugar para los “prolijos” que nunca se equivocan, sino la casa de todos los hijos de Dios. Él, el Padre, “hace salir el sol sobre buenos y malos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos”… (Mt 5, 45).
La Iglesia debe ser madre acogedora que sale al encuentro de sus hijos, especialmente de los que se sienten más alejados.
El 8 de Diciembre, en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Virgen María, muchos fieles acuden a nuestros Templos y Santuarios para expresar su fe y renovar la confianza en la ternura de la Madre. Ella nos muestra lo revolucionario de la ternura. Francisco nos dice que “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno”. (EG 286)
En muchos lugares se arma el pesebre, expresión plástica de la creación entera esperando al Niño. Una gruta o establo, pasto, agua, animales pastores, vecinos, San José y la Virgen. Una estrella, unos Reyes…Todo el universo representado en la sencillez. Le atribuyen a San Francisco de Asís haber sido el gran divulgador de esta devoción.
En las casas en las cuales hay niños es muy bueno armar el pesebre con ellos, conversando acerca de cada figura y de su significado en el pasado y el presente. Si no tenés esas imágenes en casa, busca algún dibujo en Internet.
Es bueno, incluso necesario, que el centro de atención de estos días esté puesto en la venida de Dios hecho Niño.
La Palabra de Dios este domingo nos alienta, por medio de la predicación de San Juan Bautista, a preparar el camino para el encuentro con el Señor. Nos recuerda un pasaje del Profeta Isaías: “Los valles serán rellenados, las montañas y las colinas serán aplanadas”. (Is 40, 3-5). La idea de fondo es quitar todo obstáculo y no demorar el encuentro.
Juan vivía en el desierto, con austeridad. Su dedicación central era la oración y la predicación.
Te propongo en estos días leer la Palabra de Dios más asiduamente, para que ella nos ilumine las tinieblas del corazón. A su vez dedicate a colaborar con algún emprendimiento solidario a favor de los pobres.
Así vamos preparando el corazón para hacerle un lugar al Niño.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social