El desafío de la literatura
La literatura, tanto la vernácula como la del mundo, ha sobrevivido, y aún sobrevive, a todos los cataclismos culturales que le ha tocado sufrir, pero, necio sería creer que sobrevivirán obras y creadores si no mutan de acuerdo a los cambios que enfrenta la humanidad de este segundo milenio.
Hoy, el inmediatismo y el consumismo, en el marco se la era del conocimiento, se imponen en la sociedad, a la vez que las nuevas tecnologías socavan las bases de los sistemas culturales convencionales, razón por la cual la difusión efectiva de conocimiento, alcanzando al consumo masivo, de forma inmediata, es todo un desafío.
En otras palabras, la difusión de la literatura en libros tradicionales tiende a ser cada vez menor, a la vez que va siendo reemplazada, en el mejor de los casos, por elibros y audiolibros, y, en los peores, por videos, audiovisuales, series, telenovelas y películas.
Todo hace parecer que el objetivo íntimo y final de la literatura, comunicar, se va degradando ante la mirada impotente, o negligente, de la sociedad moderna, a la vez que el lugar de privilegio que ocupaba la palabra en la comunicación es reemplazado por símbolos e imágenes.
No solo eso, sino que hasta el lenguaje está sufriendo el impacto del vértigo que desencadenan las nuevas tecnologías de información y comunicación. Los desvíos ortográficos que sintetizan y reemplazan palabras, los emoticons que amenazan con devolvernos a los jeroglíficos, y el fundamentalismo feminista con el lenguaje inclusivo, avanzan rápidamente hacia la degradación de la lengua más rica del mundo.
En síntesis, el desafío es, frente a este contexto, qué hacer con lo viejo para volver a ponerlo al alcance de las masas, de los jóvenes y de los que no lo son tanto, y qué hacer con los creadores y sus creaciones de ahora en adelante.
¿Qué hacemos para rescatar la Guerra y La Paz, del genial León Tolstoy? Difícilmente un joven moderno dedique su tiempo a leerlo. ¿Hacemos un resumen Lerú? ¿Cuadros sinópticos? ¿Metemos todo en un videito que circule por whatsapp? ¿O la adaptamos en capítulos tipo telenovela? Todo sin pervertir el mensaje de la obra.
¿Y con la producción literaria de acá en más? ¿Qué pautas deben adoptar los creadores? ¿Qué políticas públicas tienen previstas las carteras del Estado y las asociaciones civiles culturales? Y, si no las tienen, deberán planteárselas.
En estos tiempos de tuits, posteos y whatsapps, en webs, perfiles y blogs, con comunidades globales donde se impone la gratuidad de la información, la producción literaria no puede permanecer rígida e indiferente, encerrada en sí misma.
No es que se avecine una tormenta, ya estamos dentro de ella, y en un barco en el cual la cultura no es importante, salvo que sea para adoctrinar, u, ocasionalmente, para conquistar algún voto.
Por lo tanto, quienes se propongan defender y perpetuar las creaciones literarias pasadas, presentes y futuras deben asumir el desafío de adaptar las mismas a la demanda moderna, al tiempo que deben orientar la producción actual en los términos que va demandando el mercado.
De este modo, es menester responsable de las instituciones intermedias culturales tomar medidas que induzcan a los Estados a delinear, e implementar, políticas públicas que tiendan a resolver esta realidad antes de que sea tarde.
En el patrimonio literario, como parte importante del patrimonio cultural de un pueblo, reside la identidad de ese pueblo. Perder su patrimonio significaría lacerar su identidad, y un pueblo sin identidad está condenado al fracaso.
Norman Robson para Gualeguay21