El día del maestro en el Año de la Misericordia
Estamos transitando este Año Santo de la Misericordia y hoy, el día del Maestro, quisiera que tuviéramos hacia los docentes una palabra de aliento, gratitud y esperanza.
Conversando con algunos recogí estas ideas que comparto, que pueden ayudarnos también a todos los que tenemos algunas responsabilidades sobre otras personas.
Nos hace muy bien meditar acerca de la Misericordia del Buen Dios. ¡Se ha dicho tanto! Pero no sé si todos escuchamos… y menos aún, si la experimentamos. Por eso te invito a aprovechar esta oportunidad para revisar la misericordia en nuestro corazón docente y el desafío de vivirla en la tarea de todos los días, evitando etiquetar a los alumnos, soportando los defectos del compañero de trabajo, de las familias heridas…
Una de las Plegarias que a veces usamos en la misa reza: “Danos entrañas de misericordia ante toda miseria humana. Inspíranos el gesto y la palabra oportuna frente al hermano solo y desamparado”. Y qué bien nos viene pedir esa gracia.
El Papa Francisco hace unos meses dijo algo que me dejó pensando: “Especialmente en estos tiempos, en que el perdón es un huésped raro en los ámbitos de la vida humana, el reclamo a la misericordia se hace más urgente, y esto en cada lugar: en la sociedad, en las instituciones, en el trabajo y también en la familia”. (Francisco, 9/12/15) ¡Me encantó esta imagen! ¡¡Que el perdón no sea un “huésped raro” en nuestras comunidades…!! ¡¡Qué significativa expresión!! Cuántas veces anida en el corazón el rencor, la indiferencia, la pereza.
Es bueno que nuestro estilo personal de educar se parezca al de Jesús. Tres aspectos nos pueden ayudar: mirar como Él mira, confiar como Él y ser creativos.
Con su peculiar forma de mirar, Jesús transmite cercanía, parece querer abrazar y contener. Cuánta alegría podemos imaginar en sus ojos cuando ve a Zaqueo y cuando se encuentra con Natanael. Mirar hasta conmover el corazón y cambiar la vida. Zaqueo lo recibió en su casa y Natanael exclamó “¡Tú eres el Hijo de Dios!”. Y al final de su vida, desde la cruz Jesús mira a María y le dice “Mujer, aquí tienes a tu hijo”, y también le cambió la vida; ahora la Madre de Jesús es nuestra madre, la madre de todos. Pensá cuánto bien podemos hacer si miramos a cada persona de nuestra comunidad educativa, de nuestra familia, como la mira Jesús.
Confiar. Jesús confía 100% en Zaqueo, en Natanael y en vos. No se desalienta ni con las negaciones de Pedro. Confiá cuando alguien no estudia, no trae la tarea o dice que no tiene ganas. Confiar es poseer la convicción de poder lograr algo distinto. Esa experiencia es un encuentro y es una nueva oportunidad. Puede ser el punto de partida para tomar de la mano, acompañar a ese estudiante que paso a paso y con esfuerzo logra superar la pereza y muchas veces, la soledad. Es la actitud de quien siembra imaginando el momento de la cosecha, que tal vez sea recogida por otros.
Educar, mirando como mira Jesús, confiando en las posibilidades del corazón del otro, y con creatividad. Jesús fue muy creativo. Rompió los moldes de su época. Dialoga con la samaritana, come con pecadores, hace milagros en sábado. Cuánta creatividad podemos también tener nosotros hoy. Siempre hay algo nuevo por hacer, un nuevo proyecto, una nueva estrategia, palabras personalizadas que resuenan en el otro. En la comunidad, el Espíritu Santo siempre es creativo, nos inspira y nos anima a comprometernos siempre más. Dejémonos conducir por este “maestro interior” que con su presencia sana, renueva, transforma y nos acompaña siempre en la tarea de educar.
En estos días me acordaba de una canción que decía “no existe una escuela que enseñe a vivir” (Charly García). Y lo relacionaba con una frase de un Salmo en el cual pedimos a Dios “enséñanos a calcular nuestros años, para que nuestro corazón alcance la sabiduría” (Salmo 90, 12). No se trata de un cálculo acerca de la cantidad de los días ya transcurridos y de cuántos podrán venir. No es acerca de la duración, sino de la calidad de la vida. Hubo quienes vivieron poco tiempo, como Ceferino Namuncurá o Laura Vicuña, y quienes murieron con mayor edad, como Santa Teresa de Calcuta o nuestro Cura Brochero. Ellos vivieron con intensidad esa dimensión profunda de la existencia. Sí que existe una escuela que enseña a vivir, si buscamos alcanzar sabiduría.
Acordate de la promesa de Jesús: “Vine para que tengan Vida en abundancia”. (Jn 10, 10)
El domingo pasado el Papa Francisco canonizó a Santa Teresa de Calcuta y nos decía en la predicación de la misa: “Madre Teresa, a lo largo de toda su existencia, ha sido una generosa dispensadora de la misericordia divina, poniéndose a disposición de todos por medio de la acogida y la defensa de la vida humana, tanto la no nacida como la abandonada y descartada”. (…) “Se ha inclinado sobre las personas desfallecidas, que mueren abandonadas al borde de las calles, reconociendo la dignidad que Dios les había dado; ha hecho sentir su voz a los poderosos de la tierra, para que reconocieran sus culpas ante los crímenes de la pobreza creada por ellos mismos. La misericordia ha sido para ella la «sal» que daba sabor a cada obra suya, y la «luz» que iluminaba las tinieblas de los que no tenían ni siquiera lágrimas para llorar su pobreza y sufrimiento.” (…) “Su misión en las periferias de las ciudades y en las periferias existenciales permanece en nuestros días como testimonio elocuente de la cercanía de Dios hacia los más pobres entre los pobres.” Una mujer pequeña de estatura y frágil que hizo grande la mirada hacia los postergados y excluidos.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú, Administrador Apostólico de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social