El periodismo no es el enemigo
En plena era del conocimiento, saber o no saber distingue a los sabios y exitosos de los ignorantes y fracasados, así como saber elegir en quienes creer, y en quienes no, significa poder salir de la postergación al desarrollo. Un periodismo responsable, basado en su compromiso y honestidad, es el último recurso de la sociedad inocente cuando se imponen la inseguridad y la injusticia, producto de la pobreza y la ignorancia. El periodismo genuino nunca fue, ni será, el enemigo de la sociedad.

En los tiempos modernos, es común escuchar gente en los medios diciendo una cosa, a otros diciendo lo opuesto, y al poder aprovechándose de eso para decir que todos mienten. Pasa que, antes, el poder trataba de que el periodismo contará solo lo bueno y no lo malo, pero al acabarse lo bueno, el poder trata, por todos sus medios, de que nadie crea nada a nadie. La sociedad, al dejar de creer, deja de saber, al dejar de saber, pierde de vista la realidad, y, así, el poder hace lo que quiere. Eso pasa en las sociedades dominadas por regímenes que, aunque democráticos, son totalitarios.
“Si no sabés, no existís, y cualquiera te pasa por arriba…”
Esto es triste y lamentable, pero es lo que tenemos. En el espectro periodístico hay periodismo bueno y periodismo malo, el primero al servicio de la sociedad, con toda la verdad, y el segundo al servicio del poder, con la parte de la verdad que es conveniente a la parte del poder que le paga. Pasa que, si bien es una actividad mayoritariamente privada, los grandes costos de sus estructuras la obligan a depender de la pauta oficial, muchas veces repartida solo entre los medios simpáticos.
“Una verdad a medias es una mentira en toda su dimensión…”
Más allá de esta perversión del sector periodístico, lo peor que puede pasarle a una sociedad es no creerle a nadie, o no confiar en nadie, pues, de ese modo, se instala el terror. El hombre puede temerle a muchas cosas, como la muerte, la pobreza o el dolor, pero lo aterra y desespera ignorar, desconocer, no saber. Por eso las sociedades más débiles y expuestas al sometimiento son aquellas donde la ignorancia está consolidada por la pobreza.
“La ignorancia es la mayor debilidad del hombre…”
Contra ésta ignorancia hay solo dos remedios: la buena educación y la información cierta, el primero en manos del poder, a quien no le conviene que sea buena, y el segundo en manos del periodismo bueno, quien es el único que enfrenta al poder en defensa de la sociedad. Esa es la contienda, y de ella nace la idea de que el periodismo es el malo, el enemigo, el que miente, cuando, en realidad, enfrenta al poder desnudando sus miserias.
“Solo educándose e informándose puede desarrollarse una sociedad…”
En este escenario, el desafío de la sociedad es distinguir al periodismo bueno del malo, para, así, discernir la verdad de lo conveniente. Para ello, cuenta con su capacidad natural de observar y reflexionar, acciones a partir de las cuales puede concluir, decidir, y, así, aprender a saber en quienes creer y confiar, y en quienes no.
“La capacidad de observar y reflexionar distingue al hombre del perro. Honremos al hombre…”
De todo esto se desprende que es menester ineludible de la sociedad, si pretende resolver su condicionamientos para poder crecer, comprender que el periodismo bueno, genuino, no es su enemigo, sino su principal socio y aliado en la lucha por una sociedad justa, prospera y en paz para todos.
Si la sociedad así no lo entendiese, y no lo hiciere, que Dios y la Patria se lo demanden, porque está visto que al poder, haga lo que haga, abuse de lo que abuse, nunca lo van a demandar, y mucho menos condenar.
Norman Robson para Gualeguay21