¿Existen Belgranos hoy en día?
Eso se preguntó la oradora, y a mí se me secó la boca. Aparecieron vertiginosamente en mi mente políticos, empresarios y dirigentes del presente y del pasado, y un escalofrío recorrió mi espina dorsal. Ella se refería a esa gente de a pie que, anónimamente, da su vida diariamente para hacer grande este país.
Ponele. Pero esos son solo esfuerzos desperdiciados y opacados por una clase dirigente mezquina, por generaciones y generaciones de muñecos que solo se erigieron en beneficio de si mismos. Esos que el propio prócer llamaba “partidarios de ellos mismos”. Belgrano no hubo ninguno después de aquel. Si hubo, y hay, muchos Sargento Cabral, por citar un ejemplo, pero no Belgranos.
Definitivamente, hoy no existe un abogado, economista, periodista, político y diplomático capaz de dejar de hacer plata para arriesgar su vida por su sociedad, y menos por los peruanos, salvo, claro está, que pueda, de ese modo, hacer más plata.
Si hay, como dijo la docente, gente de bien que dio y da su vida por la Patria. Sin lugar a dudas. Pero esos son los soldados que seguían a Belgrano, a San Martín, a Güemes, y a otros. Líderes con la grandeza de dirigir esas tropas y convertir su sacrificio en un beneficio común que trascienda y perdure en el tiempo yo hoy no veo.
Ojalá tuviéramos un referente de la altura de nuestros próceres, uno que se levante una mañana y patee el tablero de tanta patética corrupción. Un Lavalle, un Quiroga, o un Ramírez que ponga a laburar por el país a los funcionarios, a los sindicalistas, a los industriales, a los productores agropecuarios, a las señoras gordas de las instituciones intermedias, a los curas.
Haciendo honor a la igualdad de género, ojalá hoy hubiese mujeres como la Delfina, o la Juana, o la Manuela, o la Macacha, o la propia Mariquita, todas jugadas por la Patria, y no locas en tetas pintadas rompiendo edificios públicos a santo de derechos sin obligaciones.
Ojalá hubiese muchos Belgranos. Si así fuese no lloraríamos tanta pobreza en uno de los países más ricos del mundo, ni semejante ignorancia con tantos maestros, ni esta injusticia después de dos siglos de república, ni tanta promiscuidad, ni tanta droga, ni tanto chorro, ni tanta sífilis, ni tanta contaminación, ni tanta corrupción.
Sí coincidimos en algo con la docente: ¡Lo que sería de nosotros sin esos soldados que ella apunta, sin esos que salvan al país desde su silencioso anonimato, seguramente inspirados en nuestros próceres!
Pero Belgranos, lo que se dice Belgranos, no veo ni uno en todo el espectro del poder.
Norman Robson para Gualeguay21