Éxito y calidad en la comunicación como garantía de democracia
Si bien en estos tiempos de informaciones pret-a-porter y verdades pautadas a la medida del mejor postor, hablar de calidad suena a naif y de éxito resulta hipócrita, pretendo exponer, aunque sin demostrar, que honrar la verdad y ser elegido como fuente confiable tal vez no sea tan buen negocio como pervertir realidades, pero permite una vida digna, un sueño reparador y es un modo legítimo de servir a la Democracia.

Veamos. El periodista es quien produce información y la hace llegar a su comunidad como noticia a través de diferentes medios (gráficos, radiales, televisivos y digitales) y de distintas formas (texto, voz, imagen, o voz e imagen). Cuando esos contenidos que elabora y difunde contienen realidades hasta ese momento desconocidas para su comunidad, se trata de noticias, y cuando contienen visiones particulares sobre esas realidades, se trata de opiniones, pero solo serán tales cuando las mismas sean valoradas como ciertas por esa comunidad. Ese sería el desafío.
Frente a las exigencias del ambiente social moderno, y las pretensiones particulares sobre el rol y la misión del periodismo, cuando las hay, el periodista se ve obligado a competir sumándole calidad a sus noticias y a sus opiniones a partir de características distintivas. Se trata de un valor agregado a su información que lo diferencie entre la oferta y aliente al mercado a elegirlo como fuente. Ese seria el éxito.
“¿De qué me sirve decir si nadie me escucha o nadie me cree…?”
Pero, en esto de la comunicación, hay dos tipos de éxito: el tangible, aquel alcanzado en términos económicos y que solo brinda bienestar al exitoso, y el intangible, aquel alcanzado en términos de la credibilidad y la confiabilidad del mercado, y que confiere poder suficiente como para informar y formar a una comunidad. Para quienes aspiran al éxito tangible, la calidad no es tan primordial, mientras que sí lo es para quienes aspiran al éxito intangible.
Ahora bien, de acuerdo a estos conceptos, la calidad depende de que los contenidos sean producidos de acuerdo a las expectativas de la comunidad a los que están destinados, y, según lo que se puede observar en el consumo de información, el mercado hoy pretende que esos contenidos lo seduzcan, que se entiendan fácil y rápidamente, que le sirvan, y que sean creíbles. Por lo tanto, el secreto de una producción exitosa de contenidos de calidad pasa por la capacidad de interpretar que tiene cada periodista sobre su comunidad al elaborar los contenidos sin apartarse de la verdad.
“El poder radica en decir, ser escuchado y ser creído…”
De este modo, un producto periodístico será de buena calidad en la medida de que la información sea nueva y verdadera, de que su contenido sea sintético y comprensible, y de que el conocimiento adquirido sea útil o conveniente. O sea que cuanto más cierta, original, atractiva, interesante y accesible sea la información, más será valorada por la comunidad, y más se consolidará el periodista como fuente confiable.
“Cuanto más valorada sea la información, y más confiables sean las fuentes, más conocimientos tendrán los pueblos, más libertad tendrán las naciones, y más sólidas serán las democracias…”
Igualmente, esta es solo una visión particular de la comunicación, la que comulgo y profeso con apasionada responsabilidad, y la que estoy convencido que sirve, nutre y defiende nuestra tan alicaída democracia.
Norman Robson para Gualeguay21