Hay que pasar el invierno
La famosa frase de Alsogaray en aquella crisis económica de 1959 hoy resulta más vigente que nunca cuando se revisan los aspectos salientes del virus que actualmente sacude al mundo. Un repaso que sirve para comprender lo que ocurre por acá y lo que vemos en la tele.
“¿Cómo puede ser que acá no pase nada?”, “¿Porqué tanta cuarentena si todo está bien?”, “¿Qué es lo que se espera?”, son preguntas comunes de este lado del mundo. “Hasta tuvimos entre nosotros a alguien que se había contagiado en Europa y no contagió a nadie”, dicen los gualeyos. De ahí que la incertidumbre inquiete tanto.
En el afán de encontrar respuestas, descubrimos que el brote de coronavirus en el hemisferio norte se dio antes de enero, el equivalente climático de junio acá en el sur. O sea, allá comenzó todo al inicio del invierno, una época a la cual todavía acá no llegamos.
Por otro lado, también vemos que, en febrero pasado, y parte de marzo, el virus se subió a un avión en pleno invierno del hemisferio norte, y, a las pocas horas, aterrizó en nuestro país en verano, lo que significa una importante diferencia climática.
Si a esto le sumamos las voces que en el norte advierten que en el mes de abril, con el ascenso de las temperaturas, el problema comienza a desaparecer por sí solo, hace intuir que, mientras en el hemisferio norte comienzan a salir del desastre, en el sur, que recién se está preparando para recibir el invierno, puede ser que recién empiece el baile.
¿Pero porqué?
Una recorrida por artículos técnicos sobre el tema muestra a muchos científicos afirmando que no se sabe casi nada del Covid-19, pero muchos aceptan que el cambio de estación puede ser un factor de peso en la propagación del coronavirus.
En ese sentido, científicos reconocen que puede ser posible que la propagación de este virus, al igual que la gripe común, se vaya desacelerando con la llegada del buen tiempo y que se acelere con la llegada del mal tiempo.
Al respecto, un epidemiólogo de la Organización Panamericana de la Salud, Marcos Espinal, le explicó a la BBC que, si bien aún no se sabe si el virus tendrá temporadas, si se consideran los patrones de los virus de la gripe o la influenza, eso puede ser esperable.
Vale apuntar que la gripe común reaparece todos los inviernos, mientras que se ha probado que la influenza tiende a ser más activa y más agresiva en el invierno que en el verano.
La explicación de esto es que, en invierno, la gente se aglutina en lugares interiores, poniendo a todos al alcance de las microgotas de cada una, a la vez que, según los científicos, la menor temperatura y humedad provocan que las microgotas duren más en el ambiente, mientras que en el calor y la humedad se diluyen y dispersan más rápido.
Por último, los científicos coinciden en que es muy difícil que el Covid-19 desaparezca por completo, sino que es muy probable que se repita el año próximo, como ocurre, por ejemplo, con la gripe, que aparece cada invierno.
¿Y por casa?
A partir de todo esto, toman sentido las alarmantes disposiciones del Gobierno Nacional, y las advertencias sobre eso de que lo peor está por venir y que el pico puede ser en junio.
Actualmente, por acá, los casos ya detectados corresponden, en su gran mayoría, a portadores que se bajaron del avión y a algunos pocos contactos de éstos, a la vez que se sospecha que muchos contactos pueden haber sido contagiados y ser portadores, aunque nunca hayan manifestado la enfermedad.
De ser esto así, resulta razonable que el Gobierno crea que el virus ya se encuentra latente entre nosotros, esperando el clima adecuado para manifestarse y propagarse.
Entonces, las preguntas son inevitables. ¿Se puede propagar, así, sin síntomas?, ¿Cómo?, ¿Cuánto se habrá propagado ya?. Pero, como el virus es nuevo, éstas son preguntas sin respuesta. Por lo menos por un tiempo.
Igualmente, lo cierto es que el coronavirus ya desembarcó entre nosotros en el verano, y que hay indicios ciertos de que espera, latente, los primeros fríos, para despertarse, tal como lo hizo en el hemisferio norte y tal como hace la gripe cada año.
Solo esta realidad puede justificar las extremas medidas de aislamiento, la continua extensión del mismo, y las distintas alertas, pues solo así estaremos impidiendo la propagación viral, ya que una vacuna recién estaría disponible en nuestro próximo invierno.
Ahora bien, de ser ésto así, la liviandad con que se cumple el aislamiento dispuesto por los DNUs presidenciales, sin las debidas precauciones, despierta escalofriantes pronósticos sobre lo que se puede desatar en las próximas semanas.
Así que preparemos mucha caña con ruda, porque entre el virus y la estupidez, no va a ser fácil pasar el próximo invierno.
Norman Robson para Gualeguay21