Justo, hasta donde sabemos los que sabemos
Realmente no se si fue justo, ecuánime, equitativo, imparcial o razonable. Seguro que alguna manchita le van a encontrar. Solo puedo afirmar que fue lo más justo que he visto en mucho tiempo. Lo sé porque conocía a muchos. Los conocía de esta vida, de recorrer, de estar.
Quienes llevamos esta vida de ver para contar, conocemos nuestra ciudad, sus rincones, sus íntimos recovecos, y, por lo tanto, sabemos de sus miserias, de sus agachadas, conocemos a sus nadies, y, muchas veces, los hicimos noticia. Por eso, creo que nuestros ojos vieron hoy cosas que no vieron otros, cosas que van más allá de lo social y político.
“Mirá quién está”, nos dijimos varias veces, y a eso le siguió una historia. “Ellos son los que aquella vez…”, empezamos, y terminamos preguntando: “¿Te acordás?”. No vimos parientes, ni amigos, ni militantes, ni acomodados, ni amantes. Solo gente a la cual conocíamos su problemática y, por una vez en su puta vida, se le hizo justicia.
Muchas historias juntas, ayer por la mañana, en esa calle central del nuevo barrio. Muchas conocidas, y ninguna liviana, suave, fácil, sencilla. Todas de “exclusión de verdad, de “vulnerabilidad” de verdad, de “ausencia del estado” de verdad. Muchas que, alguna vez, los periodistas “visibilizamos” de verdad.
Yo me encontré con aquellos del rancho de chapas contra la defensa. Con aquella otra con 7 gurises en el rancho de silobolsa. Los viejitos que vivian abajo de uno de los aliviadores del puente Pellegrini. Aquellos que los tapó el agua por calle Paraná al fondo, más allá de la defensa, y vivían en el crematorio. La viejita. Los muchachos en sillas de ruedas. El panadero con su familia. El Gerva y la señora. La gurisa del Hipódromo con todas sus nenas.
Podría seguir haciendo memoria. Podría seguir compartiendo historias. Había mucha gente que no se veía, ni nadie quería ver, y ahora todos descubrieron, con tanta felicidad, que la pueden ver tranquilos. Pero lo más lindo, es que éstas historias, ya tienen un final feliz. O, por lo menos, si no lo tienen, continúan de un modo más humano, más justo.
Quienes llevamos esta vida de ver para contar, sabemos de quedan muchas historias más. Ojalá Dios se acuerde de esas y este hecho extraordinario que estamos celebrando deje de serlo y se convierta en solo otra política pública.
Norman Robson para Gualeguay21