La eterna odisea de los pocos
Mientras son tendencia en el mundo las ciudades accesibles, como signo de real inclusión, Gualeguay, aunque destacada por sus políticas en discapacidad, aún está lejos de ser una ciudad inclusiva y accesible.
Solo acceden los incluidos. O sea, la accesibilidad resulta de la inclusión. En nuestra ciudad hay reconocidos ejemplos de inclusión: los protagonistas del deporte adaptado, los jóvenes de Asdguay, más jóvenes y no tan jóvenes que han logrado superarse e integrarse a la sociedad. Una docena de verdaderos ejemplos que esgrime Gualeguay como ciudad inclusiva. Pero… ¿y el resto?
Según el Indec, un 10,2 por ciento de la población argentina sufre algún tipo de discapacidad, lo que significa que, en Gualeguay, habría entre nosotros unos 5 mil discapacitados de algún tipo. ¿Donde están? ¿Porqué no se ven? ¿Porqué no se ven sillas de ruedas en la calle? ¿Porqué no se ven no videntes o sordomudos haciendo sus mandados por calle San Antonio? ¿Porqué vemos chicos con Síndrome de Dawn solo en sus eventos exclusivos?
¿Qué es la discapacidad? Según la Organización Mundial de la Salud, la discapacidad es “toda limitación en la actividad y restricción en la participación, originada en la interacción entre la persona con una condición de salud y los factores contextuales, para desenvolverse en su vida cotidiana, dentro de su entorno físico y social, según su sexo y edad”.
O sea, gente con límites, con barreras. Un cordón de vereda o una escalera sin rampa, un menú que no esté en braille, una atención al cliente sin lenguaje de señas, y la desconsideración hacia las capacidades diferentes son algunas barreras que hacen que los discapacitados hoy, en pleno siglo XXI, no puedan acceder a sus derechos.
Por lo tanto, un rápido vistazo a la ciudad, repasando las necesidades de la minoría discapacitada, nos muestra un contexto más egoísta que sensible, muy poco empático con las problemáticas en cuestión.
Ahora bien… ¿De quién es la culpa? ¿Quiénes son los responsables? A simple vista, los primeros responsables de esta situación son, por un lado, el Estado, y, por el otro, los propios discapacitados y sus familias, escondidos tras un manto de silencios.
“El que no llora, no mama”, dice Cambalache, y, a nadie le cabe duda de que se trata de una gran verdad, especialmente si esa teta es del Estado. Si no hubiese existido el reclamo en este país, nuestra sociedad aún no tendría conquistas y, por ejemplo, viviríamos en la esclavitud.
En otras palabras, la realidad de exclusión e inaccesibilidad obedece a la pasividad de la minoría afectada, y a la indiferencia propia del Estado, el cual nunca va a hacer nada si nadie se lo exige.
Tan es así que, en Gualeguay, no hay asociaciones civiles de discapacitados preocupados y ocupados en conquistar esos derechos hoy vulnerados. Si bien las campañas de Lucecitas y Asdguay son loables en cuanto a la contención de la discapacidad mental, al igual que los logros de la León Martinelli con los no videntes, y del área municipal en otras discapacidades, no se registra un alcance a todo el universo discapacitado local en términos de inclusión y accesibilidad.
Por ejemplo, Gualeguay, en la última década, ha sido beneficiada con cientos de sillas de ruedas, las cuales, difícilmente puedan transitar por nuestra ciudad sin la asistencia de alguien con fuerza suficiente para sortear todas las barreras que ésta le impone. Ni hablar de sordomudos que encuentren interlocutores, ciegos que encuentren respuestas a su bastón, o discapacitados mentales que le encuentren un valor a sus capacidades diferentes.
De este modo, discapacitados motrices, visuales, sordomudos y mentales, entre otros, se ven limitados o impedidos de acceder a espacios públicos, al transporte público, a comercios y servicios, a las TICs, al empleo, a la educación, a la salud, y a la justicia, entre tantos otros derechos.
De esto se trata la odisea de los pocos, de esa minoría silenciosa de discapacitados excluidos, de esos que no se ven pero que están. Una odisea que nos demuestra, con crudeza, que, sin inclusión, no hay acceso; sin acceso, no hay estado de derecho; y sin estado de derecho, solo somos una aldea de la prehistoria. Y así seremos hasta que decidamos lo contrario.
¿Qué dice el Estado? Desde el área municipal de discapacidad, la nueva gestión se propone concentrar sus energías en una serie de proyectos pendientes y en instalar esa área municipal como centro de referencia y asistencia para toda la comunidad afectada.
En tal sentido, esa cartera pretende profundizar lo implementado en el Salón de Usos Múltiples del Aisprodis, incorporando la pileta de natación, y continuar con el apoyo al deporte adaptado.
Del mismo modo, ya están encaminadas gestiones ante Andis e Iprodi para aunar esfuerzos, a la vez que se quiere realizar un censo de la discapacidad, lo que permitirá tener un conocimiento más cabal de la realidad.
A partir de ésta información, se quiere desarrollar una intensa promoción de derechos, de modo de que el universo discapacitado pueda acceder a todo el espectro de pensiones, asistencias, beneficios y programas disponibles desde el Estado, alcanzando, incluso, los distritos del interior del departamento, ya fuera de la jurisdicción municipal.
Por último, respecto de la accesibilidad de la ciudad, esa área municipal tiene en cartera un proyecto que convertiría unas seis manzanas céntricas en accesibles para aquellos discapacitados motrices.
Norman Robson para Gualeguay21