¿La República más cara del mundo?
Para responder esto me faltan datos, pero, sin lugar a dudas, la nuestra es exageradamente cara y, para nada, me sorprendería que lo fuera. ¿Porqué? Simple, porque gastamos una fortuna en legislación, justicia y seguridad, pilares de la República, para que imperen la inseguridad, la injusticia y el desprecio por las leyes.
Cabe recordar que la concepción moderna de República la considera como un sistema de ordenamiento social, económico y político igualitario a partir del imperio de leyes que garanticen la paz y la justicia. Significa todo lo opuesto a la dictadura, al despotismo o a la tiranía.
Para comenzar a responder la pregunta planteada en el título basta pensar en los exorbitantes presupuestos del Congreso de la Nación, de las legislaturas provinciales, y de los Concejos Deliberantes de las ciudades. Después, sumémosle a éstos los onerosos sueldos y gastos de la Justicia Federal y de las justicias provinciales, y, por último, los de la Policía Federal, de la Gendarmería, de la Prefectura, y de las policías provinciales.
O sea, varios cientos de señores invirtiendo tiempo y dinero en nuevas leyes cuando ni siquiera se respetan las existentes. Otros tantos empoderados en el Olimpo judicial, con extravagantes salarios para impartir una justicia que nunca llega. Y otros tantos más de oficiales y funcionarios de las fuerzas de seguridad garantizando una tranquilidad que hemos perdido hace mucho tiempo.
En otras palabras, millones y millones e pesos destinados a financiar un aparato republicano que casi no funciona, sino que, muy por el contrario, en la mayoría de los casos es indiferente a una realidad donde cunden el desorden, la anarquía y el caos, sumiendo a los ciudadanos en la intolerancia y la violencia.
De este modo, en diferentes órdenes de nuestra vida se puede apreciar que, a pesar de los millonarios gastos, existe una violación deliberada de la República, no solo en lo que se refiere a la criminalidad común, sino, también, a toda nuestra convivencia.
Por ejemplo, en nuestra República, la Justicia no imparte justicia, sino que generalmente, manipula las leyes según intereses políticos o económicos, y, a partir de esto, se ha naturalizado la impunidad de los políticos, muy pocos respetan la normativa vial, proliferan flagelos como la droga, el abuso sexual, el abandono y la violencia intrafamiliar, la evasión impositiva es una costumbre cultural, los derechos humanos son solo para algunos, la sustentabilidad ambiental es una moda, y la convivencia es un continuo foco de conflicto.
Así queda expuesto que aquello de “República Argentina” es un nombre de fantasía que quedó de algún pasado patrio honorable, el cual hoy es solo un título que no refleja en absoluto nuestra realidad. Esto no es casual, sino que obedece a un desinterés de la sociedad en ser República (ni siquiera sabemos lo que significa), sintetizado en un Estado pervertido o, directamente, ausente.
Por lo tanto, semejante fortuna invertida en un multitudinario ejército de funcionarios, y en un gasto público exageradamente inflado, para calificar como algo que no conformamos, nos coloca entre las repúblicas más.caras del mundo. Especialmente si reconocemos que los pocos países más desordenados que nosotros no son tan hipócritas de autoproclamarse Repúblicas.
Norman Robson para Gualeguay21