La violencia vuelve a ser una
El relato de la violencia de género, de tan politizado, hoy se ve agotado. Hoy es como que la sociedad ha regresado a la creencia de que hay una sola violencia y es absolutamente condenable.

Un amigo, indignado, me manifestaba la marcada indiferencia que ahora notaba en cuestiones de violencia de género a pesar de que las estadísticas crecen y crecen.
Definitivamente, coincido con la percepción, solo que no la atribuyo a una indiferencia sino a una conceptualización diferente.
Durante años se impuso el concepto de violencia de género en el marco de una agresiva campaña en defensa de la mujer golpeada o abusada de cualquier forma.
A nadie le cabe duda que esta campaña fue exitosa, pues la concientización fue efectiva y masiva en los primeros años de su práctica.
Pero, al pasar el tiempo, la falta de consolidación política del relato permitió una progresiva degradación del concepto desvirtuándose y luego desacreditándose.
En este proceso, un error fue no corregir nunca el carácter discriminatorio del concepto, lo que llevó a una excesiva victimización de la mujer, y a exacerbar su debilidad, provocando antipatías a uno y otro lado del género.
Otro error fue permitir el abuso de la ley de género por parte de muchas mujeres, lo cual no solo aumentó las antipatías, sino que también profundizó los enfrentamientos generando más violencia y desnudando las falencias del sistema jurídico implementado.
Por último, también fue un error el despreciar otro tipo de violencia en favor de la de género, como si la violencia infantil, parental, escolar o cualquier otra no fuese tan grave, lo que agravó más la situación.
O sea, el error fue, en definitiva, quedarse en el discurso sin interesarse en la consolidación política del proyecto.
El año pasado, acá en Gualeguay se realizaron dos multitudinarios eventos sobre violencia de género, mientras las estadísticas marcaban un crecimiento exponencial de los casos. En esa ocasión alguien me cuestionó el no haber ido y, en pocas palabras, le expliqué lo que acabo de exponer y hoy ya casi es indiscutible.
¿Cuál es el costo de esto?
El costo más importante es que toda la energía invertida en este tema se desperdició, mientras que, es muy posible, el escenario final sea peor que el inicial. Esto es así porque se percibe que el fracaso del proyecto ha generado un rechazo tal en la sociedad que la ha devuelto a los conceptos originales, pero agravados por un descrédito de los genuinos argumentos esgrimidos durante este proceso.
O sea, hoy es como que estamos volviendo a los conceptos de hombre víctima y mujer exagerada de hace un siglo atrás.
¿Pruebas?
En el sistema no hay muchas, pero si se puede decir que los casos se han disparado tanto como los casos falsos, mientras que se percibe que en la calle quedan muchos más casos desconocido que denunciados.
Al mismo tiempo, un femicidio parece vender más que cualquier homicidio y dispara los foros y manifestaciones, todos indiferentes a las amasijadas desconocidas que callan día a día y que el sistema evade descubrir.
¿Qué hacemos?
Creo que es necesario y urgente desarrollar e implementar políticas ciertas, efectivas y, más que nada, sustentables que reviertan esta regresión tan peligrosa que ha resultado del estruendoso fracaso del politizado programa de Violencia de Género.
Es tiempo de atacar la violencia como tal, sean cuales sean sus orígenes y características, pues la resolución madura y pacífica de los conflictos es uno de los aspectos que nos diferencian de los animales.
Hoy la violencia vuelve a ser una, transversal a la familia como unidad social, sin discriminación, ni rangos, ni jerarquías.
Norman Robson para Gualeguay21