Los malditos padres

El caos de la inseguridad, del tránsito, de la droga, de la mala educación, todo es culpa de los malditos padres que no se hacen cargo de sus gurises y olvidan que la educación comienza por casa.
De esta forma, los padres que tienen la suerte de no ser malditos, se desentienden livianamente del problema, miran para otro lado, y viven en una ficticia paz.
Estos padres, en su ignorancia, no se dan cuenta de que le hacen el caldo gordo al Estado para que siga pasivo, sin hacer nada, y el problema no se solucione. Pues queda instalado que la solución la tienen que dar los malditos padres haciéndose cargo del problema.
Ahora bien, cada día, por no decir cada hora, un padre que tenía la suerte de no ser maldito pasa fatídicamente a serlo, y la proporción de malditos padres crece día a día, u hora a hora.
Esto, nos guste o no nos guste, significa que el relato de echarle la culpa del caótico problema a los malditos padres se está agotando y se está desnudando la realidad del problema.
De una u otra forma, antes o después, comprobaremos que el caos se origina a partir de la ausencia del Estado, quien no pone lo que hay que poner para imponer el orden a través del estado de derecho.
Como primera medida, es preciso que la sociedad comience a comprender cuál es el problema y cómo se desarrolla, y que acepte que no es exclusivo de un sector social o territorial.
La sociedad debe entender que hoy el problema está en el seno familiar donde ésta no sabe cómo enfrentar el escenario que le presenta la educación o formación de sus hijos.
Y esto comienza cuando los malditos padres de hoy no saben cómo hacer para decirle NO a algo que todos sus compañeros hacen, todas las familias permiten, y todo el Estado consiente.
Hoy los malditos padres no saben cómo decirle que no vaya a una fiesta, donde se despacha alcohol libre, si todos sus amigos van y el Estado los ve y no dice nada.
No saben cómo decirle que no a la moto si todos sus amigos tienen, andan por todos lados, andan sin casco, y el Estado los ve y no les dice nada.
No saben cómo mantenerlos lejos de la droga si cada vez tienen más conocidos que se drogan en todos lados, a la vista de todos, y el Estado los ve y no les dice nada.
En definitiva, los malditos padres, muchos separados o en soledad, sin la otrora presencia del vigilante, la maestra o el juez, no saben cómo enfrentar el desmadre sin sucumbir en el intento.
En poco tiempo, se han destruido sistemáticamente los roles y los valores en beneficio del caos y el desconcierto, pero no le podemos echar la culpa de esto a los malditos padres. Sería estúpido.
El maestro, el policía, el juez y el cura, y hasta el mismo padre, han sido degradados y desacreditados, al igual que la familia, el respeto, la ley, los derechos y otros tantos valores, y, en ese proceso, los malditos padres son solo víctimas.
Por lo tanto, si no asumimos de forma activa esta realidad y nos seguimos dividiendo entre malditos padres y padres con suerte, lamentablemente, cada día seremos más los padres malditos.
Norman Robson para Gualeguay21
