Mirando a Roma y a Luján
La palabra Sínodo tiene su raíz en dos vocablos de origen griego (syn, “juntos”, y hados, “camino”) y significa “caminar juntos”, o “hacer el camino juntos”. Y ese es el objetivo. Reflexionar entre hermanos y en comunión acerca de alguna cuestión particular.
El Sínodo de los obispos es una institución que ayuda al Papa en el gobierno de la Iglesia Universal. En esta oportunidad Francisco comparte su preocupación acerca de la familia y cómo acompañar desde la fe. El tema será “Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización”.
Este será un Sínodo en “dos etapas”. En esta primera, del 5 al 19 de octubre, participarán solamente los presidentes de Conferencias Episcopales y unos pocos asesores designados por el Papa: se le llama por eso “extraordinario”. La segunda etapa será en octubre de 2015, y convocará a más de 300 obispos de todo el mundo, y será el Sínodo general.
En esta oportunidad serán 253 participantes, entre los cuales habrá 13 parejas de esposos y algunos expertos. El objetivo es proponer al mundo la belleza y los valores de la familia. Se trata de buscar actitudes nuevas para hacer presente el Evangelio (que es luz, vida, misericordia, Buena Noticia) en las actuales situaciones del matrimonio y la familia.
La familia sigue siendo referencia fundante de los valores (o anti-valores) que nos acompañan toda la vida. En ella aprendemos a levantarnos ante los fracasos. Vienen a mi mente tantas escenas de papás y mamás alentando al niño que da los primeros pasos y se cae; lejos de dramatizar el golpe, surge tender las manos y decir “dale, dale, vamos…” O cuando el niño aprende a andar en bicicleta con las dos rueditas auxiliares; al quitarlas ya preanunciamos un par de porrazos, pero de nuevo es el ánimo que recibimos el que nos ayuda a retomar confianza. Sin ese impulso que nos ayuda a fortalecer la confianza en uno mismo, a los 40 años estaríamos todavía con rueditas en la bici.
Aprendemos en la familia a cuidar a los más frágiles. Cuando alguien está enfermo no gritamos ni jugamos alrededor. Se nos enseña también a colaborar en las tareas comunes, a vencer egoísmos e individualismos.
Por medio de la participación en las tareas comunes, somos introducidos en la cultura del trabajo y el esfuerzo.
Pero por más que hablemos de la importancia de la familia, en la Iglesia, debemos reconocer que no estamos haciendo demasiado. Es cierto que hay algunos Movimientos Apostólicos que realizan grandes esfuerzos con resultados por lo general muy buenos, y escasos en otras oportunidades. Pero nos falta una tarea orgánica más intensa.
Tampoco ayuda el hecho de que muchas veces se tergiversa nuestro mensaje y se lo muestra como anticuado o sin tener en cuenta a las personas. Debemos recuperar el rostro maternal de la Iglesia que es casa de ternura y misericordia, que acoge la vida y la acompaña.
Otro aspecto a considerar es que necesitamos más formación. Con frecuencia escucho hablar acerca de los temas de familia en un tono de opinión como en algunos programas o publicaciones un tanto superficiales. Acerca de la belleza del amor humano, la fidelidad y estabilidad, la lealtad en las relaciones, la dignidad de la mujer y el varón, el alquiler de vientres, la educación de los hijos, etc., no podemos opinar de modo frívolo e inconsistente.
Las reflexiones del Sínodo abarcarán un amplio listado de preocupaciones y esperanzas. También se tratará acerca de la vida Sacramental de las diversas situaciones familiares.
Recemos entonces especialmente en estos días por el Sínodo y por todas las familias del mundo. Especialmente las que son perseguidas o atravesadas por la violencia y la miseria.
Este Sábado 4 y domingo 5 de octubre, se está realizando la Peregrinación Juvenil a pie a Luján: ¡es la número 40! El lema ─que es como una oración a la Virgen─ dice “Madre, ayudanos a trabajar por la paz”. Ante las situaciones de guerra y desprecio de la vida en varias regiones del mundo, ante la violencia que percibimos en nuestra sociedad, necesitamos rezar. “Madre, ayúdanos a trabajar por la paz.” Peregrinar es manifestar la fe y la pertenencia al Pueblo de Dios, la Iglesia. Es una manera de dar testimonio misionero.
El próximo martes 7 de octubre se celebra la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, Patrona de la Diócesis de Gualeguaychú y de algunas otras. A ella le pedimos nos aliente en el servicio misionero y en el amor a los más pobres.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social