No estamos solos. Alguien nos cuida
Hace unos años tuve que viajar a una reunión en la ciudad brasileña de San Pablo. Como éramos muchos, nos alojamos en tres Casas de Retiro diversas, y nos reuníamos en una de ellas para compartir los trabajos. Cada día nos trasladaban en colectivos pequeños alquilados para ese fin. Una tarde, con otros dos participantes resolvimos regresar caminando.
Medio confundidos doblamos en una esquina hacia la derecha en lugar de hacerlo en el sentido correcto, y pronto nos dimos cuenta de que nos habíamos perdido. Se estaba haciendo de noche. En las carpetas teníamos una dirección y preguntamos cómo llegar. Nos pareció entender bien las indicaciones que alguien nos dio. Tampoco teníamos dinero como para tomar un taxi.
Todo nos parecía amenazador y desconfiábamos de cada paso dado. A las pocas cuadras encontramos una Parroquia abierta todavía, y allí nos ayudaron a contactar a quienes nos vinieron a buscar. Menos mal que estábamos juntos. En un momento imaginamos qué hubiera sucedido si eso mismo le acontecía a alguno de nosotros estando solo. Vimos que una de las vivencias de mayor angustia es la soledad. Especialmente si estamos en un lugar desconocido.
En la vida seguramente te ha sucedido alguna experiencia parecida. Si tenés fe sabés que la soledad absoluta no existe. Siempre hay Alguien (con mayúsculas) que te cuida. A mí me ha pasado. Y no únicamente en la infancia, sino también en la vida adulta. En varias ocasiones me descubrí rezando el Salmo “el Señor es mi Pastor, nada me puede faltar…”. Tengo una certeza, no estoy solo, Alguien me cuida y se llama Jesús.
Y esta experiencia personal lo es también comunitaria. Tenemos fe y sabemos que Alguien nos cuida. Jesús conduce la barca de su Iglesia-Familia. Con frecuencia rezamos juntos “El Señor es nuestro Pastor, nada nos puede faltar…”.
¿Cómo?
Nos consuela personal y comunitariamente por medio de su Espíritu Santo que es consuelo en las fatigas y fortaleza en la debilidad. Lo llamamos “Dulce huésped del alma”.
Nos consuela por medio de su Familia-Iglesia, que nos ofrece todos los medios sacramentales, y que está llamada a ser servidora, atenta en la escucha, cercana en la ternura.
Siglos antes de Jesús, el profeta Jeremías anunciaba de parte de Dios algo maravilloso: “Les daré Pastores según mi corazón” (Jer 3,15). Una promesa cumplida cabalmente en Jesús. Los ministros de la Iglesia (Diáconos, Presbíteros, Obispos) estamos llamados a reproducir estos gestos de Jesús Buen Pastor.
En este domingo, el cuarto de la Pascua, la imagen del Buen Pastor está presente de manera particular. Rezamos especialmente por las vocaciones sacerdotales y consagradas.
El Papa Francisco ha dedicado un Mensaje titulado “Escuchar, discernir, vivir la llamada del Señor”. De esta carta te comparto algunos párrafos.
Nos recuerda: “No vivimos inmersos en la casualidad, ni somos arrastrados por una serie de acontecimientos desordenados, sino que nuestra vida y nuestra presencia en el mundo son fruto de una vocación divina”.
Escuchar. “Es necesario entonces prepararse para escuchar con profundidad su Palabra y la vida, prestar atención a los detalles de nuestra vida diaria, aprender a leer los acontecimientos con los ojos de la fe, y mantenerse abiertos a las sorpresas del Espíritu”.
“Si permanecemos encerrados en nosotros mismos, en nuestras costumbres y en la apatía de quien desperdicia su vida en el círculo restringido del propio yo, no podremos descubrir la llamada especial y personal que Dios ha pensado para nosotros, perderemos la oportunidad de soñar a lo grande y de convertirnos en protagonistas de la historia única y original que Dios quiere escribir con nosotros”.
Discernir. “Descubrimos, en particular, que la vocación cristiana siempre tiene una dimensión profética. Como nos enseña la Escritura, los profetas son enviados al pueblo en situaciones de gran precariedad material y de crisis espiritual y moral, para dirigir palabras de conversión, de esperanza y de consuelo en nombre de Dios. Como un viento que levanta el polvo, el profeta sacude la falsa tranquilidad de la conciencia que ha olvidado la Palabra del Señor, discierne los acontecimientos a la luz de la promesa de Dios y ayuda al pueblo a distinguir las señales de la aurora en las tinieblas de la historia.”
Vivir. “La alegría del Evangelio, que nos abre al encuentro con Dios y con los hermanos, no puede esperar nuestras lentitudes y desidias; no llega a nosotros si permanecemos asomados a la ventana, con la excusa de esperar siempre un tiempo más adecuado; tampoco se realiza en nosotros si no asumimos hoy mismo el riesgo de hacer una elección. ¡La vocación es hoy!”
“El Señor sigue llamando hoy para que le sigan. No podemos esperar a ser perfectos para responder con nuestro generoso «aquí estoy», ni asustarnos de nuestros límites y de nuestros pecados, sino escuchar su voz con corazón abierto, discernir nuestra misión personal en la Iglesia y en el mundo, y vivirla en el hoy que Dios nos da.”
En la mayoría de las Diócesis, las colectas de las misas de este fin de semana se dedican al sostenimiento de los Seminarios. El estudio, la alimentación, los traslados, la vestimenta… El mantenimiento edilicio. Todo implica gastos que debemos sostener desde cada comunidad cristiana. Te pido seamos generosos con nuestro aporte económico.
La semana pasada nos hemos reunido con los obispos de todo el País. Hicimos una declaración acerca de los proyectos de modificación de la ley del aborto. Se titula “Proponemos una mirada amplia. Vale toda vida”. Te invito a leerla en internet. Buscala en este enlace: http://www.episcopado.org/contenidos.php?id=1677&tipo=unica En estos días te compartiré algunos comentarios.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social