17 enero, 2025 11:23 am
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Pensando en la droga


A partir de las dos primeras clases ofrecidas en el Complejo Educativo sobre cómo llevar adelante la prevención de adicciones, algunos pensamientos vuelven a tomar forma.

BLANCO-NEGRO

La historia reciente, la dolorosa realidad y las crudas estadísticas nos llevan a elucubrar algunas verdades sobre el flagelo que inescrupulosamente hoy sacude a la sociedad.
De un siglo al otro
En la Argentina, en los años 70, quienes ya fumábamos nos reflejábamos en el Nono Pugliese, con su Alfa Romeo convertible verde, y Claudia Sánchez sentada a su lado, una muy seductora propaganda de LM que veíamos por la tele.
Las distintas políticas públicas hoy han logrado reducir el consumo de tabaco a partir de la abolición de la publicidad, de la prohibición de fumar en espacios públicos y de la advertencia explícita sobre su impacto en la salud.
En la misma década del 70 en que LM explotaba la imagen del Nono y Claudia para vender sus cigarrillos, el consumo de drogas estaba visto como un mal que afectaba puntualmente a personajes del rock nacional y a algunos de sus fanáticos.
Hoy, la ausencia de políticas públicas ha consentido la integración y aceptación masiva de la droga en todos los estratos sociales, convirtiéndose en un flagelo incontrolable que destruye el futuro de toda nuestra sociedad.
De un siglo al otro, en poco más de cuatro décadas, el Estado, mientras se mostraba preocupado y ocupado en atender el problema del tabaquismo, permitía crecer el consumo de droga a un nivel muy difícil de reducir, sostenido por un aparato de narcotráfico con lazos en todos los centros de poder.
Como si no fuera poco, el Estado hoy insiste en instalar que el flagelo de la droga solo se combate atacando el narcotráfico, cuando, en realidad, lo que se debe atacar políticas públicas concretas es el consumo en todas sus formas.
Hoy es evidente que la drogadicción está presente y avanza cómodamente gracias a la anuencia del Estado, quien  por omisión, o ausencia, o indiferencia, no hace lo que debería hacer para liberar a la sociedad de este flagelo.
El desmadre
Al mismo tiempo, desde aquellos años 70 a hoy, la sociedad ha sufrido un proceso de degradación cualitativa en el cual se han socavado sus bases morales y se han desvirtuado o tergiversado los valores, desvalorizando la autoridad y descomponiendo la unidad familiar.
El consumismo, junto con la globalización, han sido los principales motores de esta degradación, absolutamente descontrolada o liberada desde el Estado, y le han arrebatado a los padres, en su mayoría ocupados en sobrevivir con más de un trabajo, el poder sobre sus hijos, imponiéndoles un peligroso permisivismo que ha derivado en la realidad actual.
La pérdida de autoridad de los maestros, a partir de controvertidas teorías, de las fuerzas de seguridad, a partir de la post-dictadura, y de la iglesia, a partir de sonados casos de abuso, ha puesto en tela de juicio toda la matriz de respeto sobre la que se sostenía nuestra educación. Incluso se siente la pérdida del servicio militar en la formación de nuestra juventud.
Cabe destacar que no se discuten todas estos hechos, pero tampoco se discute que los daños colaterales de los mismos no fueron previstos ni atendidos desde el Estado.
De los paladines de la justicia al patético Homero Simpson, la televisión se ha instalado en el seno familiar con más ascendencia en los más chicos que los padres o los propios abuelos.
Si a todo esto le agregamos la propaganda populista de la última década que llevó a la desaparición del estado de derecho y a la instalación de la ley como algo siempre discutible, completamos un escenario de minoridad desmadrada que no está a la deriva sino que marcha firme hacia un apocalipsis social, cultural y económico.
Prueba de esto es la crítica anarquía familiar que impera hoy en día en la mayoría de los hogares, donde el sistema se llevó por delante la educación de los menores sin distinción de franjas etarias o socioeconómicas, al punto de que los padres están obligados a seguir las pautas que imponen las costumbres contemporáneas sin ninguna posibilidad de oponerse a las mismas.
Drogadicción infantil
Como resultado de la falta de políticas públicas que evitaran el crecimiento de la drogadicción y la degradación familiar, cada día son más los gurises que ingresan al consumo de drogas.
Tan crítica es esta realidad que, de no mediar políticas públicas efectivas en lo inmediato, por cada gurí de entre 10 y 18 años que hoy se droga habrá cinco gurises en solo diez años y cuarenta en veinte años.
Si consideramos que en Gualeguay, hoy, hay unos 30 puntos de encuentro donde estos gurices se reúnen por docenas para consumir alcohol y drogas, abastecidos libremente por otros tantos kioscos, estamos hablando de mil gurises ya presos del flagelo, y del negocio, y muchos ya presos de la cadena delictiva.
Esta realidad local, potenciada según los datos del párrafo anterior, nos advierte que en solo un par de décadas la fuerza laboral se habrá visto mermada en más de un 50 por ciento, mientras que la capacidad intelectual media habrá descendido por debajo de niveles críticos.
Por último, cabe destacar que esta realidad, en nuestra sociedad, convive cómodamente gracias a las políticas aplicadas desde el Estado, las cuales han favorecido la exclusión de importantes sectores de la sociedad junto con la liberación de sus territorios, no solo desnudando la indiferencia del estado a la problemática sino, incluso, una promoción encubierta de la drogadicción.
Norman Robson para Gualeguay21

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