Poder, pobreza y sexo
A pesar de encontrarnos dos décadas dentro del segundo milenio, aún hay realidades sociales escalofriantes que desnudan las miserias que afloran en el ser humano cuando ostenta poder, pero que son consentidas por un marco de irresponsabilidad inaceptable en la modernidad.

En este caso se trata de una noticia con dos caras: una amarilla, que mezcla la política y el abuso sexual, y una negra, seria, profunda, que debería llamar a la reflexión, que mezcla exclusión con ausencia del Estado. Se trata de un presidente de Junta de Gobierno denunciado por abusos sexuales a menores.
El lado amarillo, lamentablemente, no nos es ajeno. Diariamente toman estado público aberrantes historias de aprovechamiento y sometimiento de niñas y niños. Pero el lado negro expone el contexto en que esto ocurre: extrema pobreza, exclusión, hacinamiento, promiscuidad, vulneraciones de derechos como para hacer dulce.
El caso en cuestión ocurre tierra adentro del departamento Gualeguay, en el distrito X, donde hay un gueto de pobreza que es gobernado como un feudo, y donde las lacayas no tributan ni con granos ni con monedas, sino con su cuerpo o el de sus hijas.
Antes de fin de año, uno de estos jefes distritales fue denunciado por dos madres por abuso sexual a sus niñas. Apoyos, coqueteos, fricciones, etcétera, etcétera. Según los mentideros de ese poblado, no serían las únicas, sino que serían más las víctimas, más los victimarios, y algunos más graves.
También sería mucho más grave el aprovechamiento del poder para someter a sus víctimas, ya que toda asistencia a los vecinos del distrito es monopolizada por su persona.
Lo cierto hasta ahora son dos denuncias por abuso sexual de menores y una investigación que comprometería seriamente al denunciado. No es poco, pero no resuelve el verdadero problema de fondo. Solo lleva justicia a dos familias, pero no repara nada, menos previene algo.
En el interior distrital hay sectores vulnerables, muy vulnerables, a los que apenas se asoma el Estado. Sectores donde abunda la ignorancia y el analfabetismo, donde no hay noción alguna de lo que es un derecho, donde las condiciones de vida son infrahumanas, donde la niñez convive, y duerme, con las adicciones y todo lo que de ésta deriva.
En este escenario familiar, aunque ya estemos en el 2019, el abuso sexual infantil, aunque de vergüenza, es moneda corriente.
El Estado sabe esto, y, para atender esta problemática, encomendó a una joven sicóloga a atender estas cuestiones. Ella sola, sin movilidad, sin estructura ni presupuesto, enfrenta a un monstruo cultural difícil de doblegar. Ella es testigo de todo esto, pero está lejos de ser Sansón, mientras que la postergación y exclusión conforman un monstruo más grande que Goliat.
Igualmente, a pesar de las carencias, la joven profesional se da maña para resolverle la vida a todos los que puede. Entre tantos casos, llegó con éste a la justicia. Asistió y acompañó a las madres de las víctimas a denunciar lo que vivían las hijas. Ella le puso el pecho al problema, así como lo hizo en otros distritos.
Ahora bien, el caso de abuso, seguramente, seguirá en la Justicia, pero lento, porque estamos en tiempo de elecciones y el denunciado es amigo del poder de turno, el cual quiere repetir. Como sabemos, en estos casos, la impunidad está a la orden del día.
Por otro lado, la joven profesional seguirá, si no la echan por meterse donde no la llamaron, y avanzará con algunas soluciones al interior departamental gualeyo, pero, sola, mucho más no podrá cambiar.
Acá, la cuestión de fondo a atender y resolver es la realidad del sector, donde vive gente sin acceso a la salud, ni a la educación, ni a la seguridad, ni a la justicia. Gente en total vulneración de derechos en todo su espectro. Guetos de pobreza excluidos del sistema y, encima, gobernados como feudos.
Hasta tanto el Estado, en manos del Gobierno de turno, no encomiende a sus Ministerios de Salud y Desarrollo Social, a su Copnaf, y a su Consejo General de Educación hacerse presente en estos sectores olvidados, niños y niñas de esos sectores seguirán siendo abusados.
Norman Robson para Gualeguay21