15 mayo, 2025 12:08 am
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Prepotencia o apocalipsis

Al observar esta nueva realidad que nos impone el destino en el mundo, creo descubrir que el rol de la política adquiere una mayor relevancia y exige, por lo menos en estos pagos, una sustancial mejora en la calidad de gobierno, ya que, de seguir como venimos, el futuro está comprometido. Esto demanda una clase dirigente capaz de cambiar según este nuevo contexto, en especial en la oposicion, donde se necesita, urgente, el imperio de una prepotencia bien entendida, ejercida con la autoridad conferida por el conocimiento y la trayectoria, para reemplazar su improvisación y tibieza.

BLANCO-NEGRO

Mi vecina, Doña Chola, sintetiza, a mi juicio, el pensamiento general. Ella, con lúcidos setenta y pico, la tiene clara. El otro día me confesó que siempre supo que unos roban pero hacen, y los otros ni roban ni hacen. Y me reconoció que votó a unos y otros, a veces para que hicieran, y otras para que dejaran de robar. Mientras se encogía de hombros, me susurró, en confidencia y con una sonrisa de picardía, que, para ella, “unos son chorros y los otros boludos”. Pero, al final, coincidió conmigo que, en esta nueva realidad, tanto unos como otros son inútiles y, lo que es peor, son peligrosos.

Esta revelación de Doña Chola me hizo pensar, y, al hacerlo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. No creo que el oficialismo pueda cambiar, y a los hechos me remito. La vieja política, experta y ejecutiva, aunque aún ineficiente y corrupta, hoy se desnuda incompetente para gobernar esta nueva realidad, pero la oposición, en cualquiera de sus manifestaciones, tampoco parece dimensionar la demanda de esta nueva realidad política que nos toca vivir. Eso me asusta, y solo encuentro una salida, o una luz de esperanza, en algunos valores que todavía sobreviven en la oposición. 

Hoy resulta imperativa una mayor presencia del Estado gobernando en todos los órdenes de la vida social y económica del país, y a provocar eso debe apuntar la oposición, por lo menos, hasta el 2023. Debe hacerlo marcando activamente la agenda de gobierno, sea este comunal, provincial o nacional. Pero, para ello, ésta debe cambiar diametralmente su actitud, y asumir un protagonismo activo y presente que, primero, le permita plantearse como capaz, y, segundo, como confiable. O sea, convencer a Doña Chola de que se puede hacer sin robar.

En lo que va de esta nueva realidad, el relato oficial sigue encubriendo la incompetencia de sus gobiernos, con las nefastas consecuencias que eso significa hoy, a la vez que la oposición, desde siempre, responde, cuando finalmente decide hacerlo, de forma tibia e improvisada, y sin marcar de forma contundente el fraude del relato. Ni siquiera cuando fue o es gobierno. Eso es lo que ha llevado a que unos sean catalogados como ladrones y los otros como inútiles. Este es un escenario que solo favorece al oficialismo.

Para poder revertir esta situación, la oposición debe salir a refutar el relato sin improvisaciones ni tibiezas, sino con una prepotencia bien entendida, y en el marco de una estrategia de objetivos claros, lo cual solo será posible con la autoridad que confieren el conocimiento y un pasado de bien. Solo de ese modo se establecerán, de forma concreta e inequívoca, las diferencias con el oficialismo, y la claridad necesaria para poder incidir en el rumbo del gobierno. El pasado de bien puede tenerlo, y el conocimiento puede estar a su alcance, pero todo depende de su predisposición a gobernar. O sea, si quiere realmente hacerlo.

Cabe recordar que la prepotencia no es algo malo, sino que se trata de un atributo que infiere un poder superior, y prepotente es aquel que tiene más poder que otros. En este caso, una prepotencia bien entendida se refiere al poder que otorga una proba formación ética y moral, la cual se opone  diametralmente a la tibieza de creer que ser bueno basta y sobra para que el mundo cambie.

Únicamente una autoridad conferida por el saber y el buen obrar permitirá esgrimir, de forma contundente, conceptos ciertos y precisos que establezcan distancias tangibles con el oficialismo, cambiar la imagen actual, e incidir en el rumbo político, mientras que la trémula improvisación solo puede insinuar una soberbia propia de la cobardía, una indecisión propia del desconocimiento, o una haraganería propia del desinterés, caracteres éstos ya harto rechazados por la sociedad.

En definitiva, la política, hoy, exige otro protagonismo, uno que ya vemos que el oficialismo difícilmente pueda practicar, y que aún no sabemos si la oposición sí. ¿Podrá ésta última dejar la improvisación y la tibieza que acostumbra y adoptar la prepotencia necesaria para imponer un cambio de calidad? Si no puede, el pronóstico es realmente preocupante, tanto que no sé cómo llegaremos al 2023.

Norman Robson para Gualeguay21