18 mayo, 2025 6:26 am
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Recuerdan a periodista desaparecido nacido en Gualeguay

Ricardo Gabriel Giménez, oriundo de Gualeguay, fue secuestrado el 7 de enero de 1976, cuando era militante de la JP y redactor de un diario que fundó otro entrerriano: Tilo Wenner.

BLANCO-NEGRO

No fue fácil la infancia para los tres hermanos, que debieron abandonar Gualeguay para poder subsistir. Así lo decidió su madre, que a esa altura ya estaba separada del padre de los chicos, Juan Asunción Vergara.

En la Ciudad de los Poetas, Ricardo Gabriel Giménez, pasó sus primeros meses de vida. Era el menor de los hijos y el único que llevaba el apellido materno.

Esta crónica se abocará a recordar la vida de este militante social, periodista y referente del Partido Justicialista que desapareció dos meses antes de iniciarse la dictadura cívico-militar en la Argentina.

Según el Registro Único de la Verdad de Entre Ríos, El Negro -el apodo de toda su vida- fue asesinado el 7 de enero de 1976, aunque sus restos recién fueron identificados en 2008 por el Equipo Argentino de Antropología Forense.

Al Negro se lo llevaron de la casa de sus abuelos, en Loma Verde, en el partido bonaerense de Escobar. Se robaron todas las pertenencias, empleando la misma metodología de los grupos que actuaron luego del 24 de marzo de 1976.

Desde la misma habitación de donde fue raptado afloran los recuerdos, como retazos de un lienzo que busca completarse, a 41 años de aquel trágico hecho. Del otro lado del teléfono atiende Juan Pablo Vergara, el mayor de los hermanos, que ensaya un esquema cronológico de una historia que todavía le duele.

“Ricardo llega a Buenos Aires cuando todavía tomaba el pecho”, rememora sobre esa mudanza que significó un quiebre para toda la familia. La muerte de su padre, ocurrida en 1946, aceleró la partida hacia la casa de los abuelos paternos, en Zárate. Una madre sola a los 19 años, que por razones de trabajo dejó la crianza de sus hijos en manos de entidades educativas, tiempo después se marchó a Estados Unidos.

Ricardo cursó el nivel Primario en la Fundación Eva Perón de Ezeiza, Juan Pablo fue enviado a un colegio de Buenos Aires y la hermana del medio, Josefina, estudió en Pilar.

“Mi mamá nunca estuvo con nosotros, tuvo que salir a laburar”, acota el hombre.

A medida que avanza el diálogo comienzan a brotar los recuerdos, de esa memoria guardada en algún lugar de su inconsciente. Dice que con su hermano tuvieron una buena relación y que juntos fundaron la capilla María Inmaculada, la primera experiencia de Ricardo como docente en su comunidad. Allí enseñaba catecismo -asegura Juan Pablo-, hasta que algo cambió para siempre cuando empezó la Secundaria.

La militancia política empezó a ocupar gran parte de su tiempo, repartido entre el sindicato de peones y un periódico fundado por otro periodista entrerriano: Tilo Wenner. “Somos justicialistas; esta casa, en donde estoy es la última oficina que tenía Montoneros”, cuenta Vergara. Así aparece la mención de El Actual, el diario en el que comenzó a colaborar Ricardo, primero haciendo tareas en la imprenta y luego, animado por Wenner, empezó a escribir columnas sobre la mujer.

Militar antes del Golpe

La participación de la juventud en organizaciones políticas al inicio de los 70 era masiva. Entre la militancia no estaba presente el temor a algún acto de violencia, según recuerda Juan Pablo. Enseguida interviene diciendo que estaba la Triple A: “A mi hermano lo llevaron ellos, en la cual estaba (Luis) Patti. Jamás pensó que lo iban a matar”.

Pero reconoce que el clima mutó a principios de 1976, época en que Ricardo Giménez empezó a cambiar de estrategia para cuidarse: dormía en el techo de la casa de su hermano para protegerse de la policía o se quedaba a dormir en la casa de algún familiar. “El marido de mi hermana no le daba albergue; el único problema es que yo estaba seguro en la Capital Federal, porque si me hubiera dicho que pasaban estas cosas lo hubiera llevado”.

Al Negro lo vieron por última vez el 7 de enero, hace ya 41 años, en el barrio Loma Verde. El desconcierto prevaleció entre los familiares y amigos, mientras que el miedo ganaba las calles ante el avance de las fuerzas represivas. Fue el primer desaparecido en Escobar, cuando todavía había un gobierno democrático. Todo parecía derrumbarse, pero Juan Pablo se mantuvo en su convicción de encontrar a su hermano con vida. En primer lugar recurrió a los medios de comunicación, aunque se involucró tanto en la búsqueda que llegó a inspeccionar el lugar donde se sospechaba que estaban sus restos.

“Los familiares, cuando a vos te pasa algo, puede ser que te puedan llorar, pero tu mamá no te va a buscar. Todos se desbandan, esa es la realidad que tenemos los seres humanos. Es medio feo decirlo”, comentó.

Búsqueda desesperada

Vergara se involucró en lo más parecido a un rastrillaje. A partir de diferentes fuentes se internaba en lugares inhóspitos y sin los recursos necesarios para identificar restos humanos. “Primero descubrí un cadáver en Campana y con un juez lo sacamos. Tenía la características de mi hermano, la misma campera, el mismo corte de pelo, el diente quebrado en el mismo lado”, pero no era. Luego el equipo de antropólogos le informa que su hermano estaba en Moreno.

Para asegurarse de que era su familiar, lo llevaron hasta los Tribunales de Comodoro Py, donde le mostraron elementos secuestrados y una foto que ayudó a identificar a esta persona. “Era mi hermano”, señaló.

Después vino la etapa judicial con la presentación de un hábeas corpus y otras medidas tendientes a agilizar la búsqueda.

Comprometido con la causa

Ricardo llegó a entablar alguna que otra relación sentimental, pero su hermano advierte que había cosas que le interesaban más. Si un compañero del sindicato tenía problemas él estaba al pie del cañón, o si había dificultades con la impresión del diario siempre estaba dispuesto a ayudar. “Pensaba en hacer las cosas, pero para la gente; por eso a mi hermano se lo sacaron de encima”, reflexionó.

El hombre cuestionó la demora en la resolución de los juicios por lesa humanidad. En la actualidad defiende los mismos valores y convicciones desde la delegación local de Derechos Humanos. Pero sigue la espina clavada por la presunta participación del expolicía Luis Patti en el secuestro, desaparición y posterior asesinato de Ricardo Giménez. Hoy Patti cumple una condena de reclusión perpetua por otras causas en el complejo penitenciario de Ezeiza. También tuvo el debido juzgamiento por este caso. La historia de Giménez vuelve una y otra vez para interpelarnos acerca del periodismo y el ataque de grupos ligados a la represión para tratar de silenciarlo.

“¿Te suena Patti?”, lanzó desafiante

En la charla surge el nombre de Luis Patti. ¿Te lo cruzaste alguna vez a Patti? “Dos veces me lo crucé. Como él se dedicó a la política, fui con mi hija a una reunión. Me metí en un acto, para no olvidarme de la cara. Quedé adelante con mi nena entre las piernas. Quise dar mi opinión, le pregunté por la cantidad de habitantes de Escobar y otras. Me miró, pegó la media vuelta y se fue. A la gente le gusta la policía, le gusta el matón”, así describió aquel breve encuentro Vergara.

“Empezó como suboficial de la Policía, pero era un muchacho pobre que había nacido en Los Toldos, su mamá trabajaba como mucama en Escobar. Hoy es un multimillonario que está preso en Ezeiza, con cadena perpetua. Patti era peronista y tenía 17 crímenes previos”.

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