Saber para hacer
En todos los ámbitos de la vida, para lograr buenos resultados, es condición “sine qua non” conocer profundamente la situación sobre la cual se va a actuar. Por desgracia, en nuestro país, se ha naturalizado la improvisación o la simulación, tanto en lo público como en lo privado, ya que eso permitía zafar a los actores. Pero esto se torna particularmente crítico cuando se trata de capear una pandemia, y contar con un buen observatorio se convierte en una cuestión de vida o muerte.

Desde hace ya más de un año, la única respuesta de los gobiernos al avance de la pandemia ha sido el encierro, pero los índices de contagios, y muertos, crecen cada vez más. Nadie parece saber qué hacer, ya que quienes gobiernan no tienen información cierta sobre las víctimas de los contagios, y quienes sí la tienen la esconden. ¿Cómo podría algún gobierno hacer bien las cosas así…?
No se trata de saber el nombre y apellido de quienes se contagian, pero sí su edad, su género, su estado de salud, y, sobre todo, dónde podría haberse contagiado. Con estos datos, quienes ordenan la vida en los territorios, sean gobernadores, intendentes o presidentes de comuna, podrían elaborar estrategias para contener la propagación del virus.
Pero, por estos lados, no es así. En la ciudad ya alcanzamos los 60 casos diarios, los cuales NO son todos, y el gobierno local habilita y restringe según lo que le mandan desde la Provincia o la Nación, pero no según lo que pasa en Gualeguay. Y, a la vista está que eso NO funciona.
Para establecer normas que preserven y protejan a los ciudadanos del avance epidemiológico, sin derrumbar la economía, es preciso conocer lo más posible el escenario en que los contagios se están dando.
Por ejemplo, se podría haber creado un observatorio que mantenga estadísticas de casos por franja etarea, por género, por ubicación geográfica, y, si bien no se puede establecer a ciencia cierta el nexo, si se pueden establecer estándares de vida: convivencia, trabajo, prácticas deportivas, culturales o religiosas, nocturnidad, y otras costumbres.
Con esta información, el gobierno local podría hoy definir acciones certeras y efectivas que signifiquen una verdadera reducción de los contagios y contención de la crisis, sin tanto impacto económico. Ahora bien, si las autoridades sanitarias distorsionan los datos, o, directamente, los esconden, es imposible tomar medidas que acierten en la lucha contra el virus.
Cabe destacar que, de contar con este tipo de información, se podría corroborar, por ejemplo, que la respuesta de Salud Pública a los casos sospechosos o positivos es lenta y permite el contagio, al igual que se podría constatar que, en algunos lados, los protocolos sanitarios no se cumplen o no son los apropiados, y, más que nada, se podrían realizar los ajustes y correcciones que sean necesarios.
Claro está que, para esto, es preciso un compromiso real de las autoridades sanitarias en informar la realidad de los contagios en detalle, de las autoridades políticas en instrumentar controles reales, y la ciudadanía en comprender la importancia de no contagiar ni contagiarse. Compromisos estos que estarían faltando.
Norman Robson para Gualeguay21