Se derrumban los mitos de la pandemia
El capricho del gobierno nacional, y de aquellos que lo imitan en esto, de imponer medidas que, a la vista está, no contienen la propagación del virus, va dejando en evidencia algunos mitos de esta pandemia, como lo son restringir actividades y, ante el fracaso de esto, culpar a la responsabilidad individual. Van semanas de medidas reforzadas y los contagios siguen aumentando. ¿No será tiempo de reconocer realidades, revisar criterios y plantear medidas que sean efectivas?

Hay dos formas de contener la propagación de un virus que se transmite de persona a persona: una es impidiendo el contacto entre las personas, y otra es regulando ese contacto con protocolos de protección sanitaria. La primera, fundada en las restricciones e impuesta por el gobierno al principio de la pandemia, tiene el costo económico que ya todos conocemos, mientras que la segunda, implementada después, quedó a mitad de camino, ya que se elaboraron los protocolos, pero nadie controló nunca su aplicación y ya perdieron toda efectividad.
Lo cierto es que las medidas en las que vienen insistiendo los gobiernos, circunscriptas casi todas a restringir la nocturnidad, están concentradas, pura y exclusivamente, en restringir el contacto entre las personas según la hora del día, mientras no se ha hecho, ni se hace, nada para imponer y controlar la aplicación de los protocolos, y, cada vez que los indices de contagios demuestran que las medidas fracasan, responsabilizan de eso a la famosa responsabilidad individual de los contagiados.
Conforme pasan los meses de esta pandemia, en tiempos en que se acumulan los contagios y se apilan los muertos, va quedando al desnudo que las medidas que se están tomando no impactan en la propagación del virus. Por ejemplo, la restricción horaria, afectando a importantes actividades comerciales y de servicios, y privando a la gente de un necesario momento de esparcimiento, resulta curiosa, ya que el virus no respeta horarios. Si uno ingresa a un comedor o a un bar, el virus no se contiene hasta la medianoche para atacar a sus presas, así como tampoco espera hasta las 20 horas en las prácticas deportivas al aire libre.
Por otro lado, la cantidad de contagios ya hace sospechar que no serían tantos los irresponsables individuales, sino que muchos, a pesar de tomar los recaudos pertinentes, se han contagiado igual. Esto significaría que los contagios no son culpa de la irresponsabilidad individual de los contagiados, sino de la falta de protección, la cual, en este caso, solo la da la estricta aplicación de los protocolos.
Por ejemplo, alguien puede ser responsable y no salir de noche innecesariamente porque lo pueden asaltar, pero si lo asaltan porque debió salir por una emergencia, o de día cumpliendo con sus obligaciones, no es su culpa, sino del Estado que no lo protegió. Esto no es caprichoso, sino que así lo establece ley. No cumplir con los protocolos significa propiciar la propagación del virus, lo cual, según el Código Penal Argentino, es un delito, como lo es robar, asaltar, violar, secuestrar y matar.
Como vemos, el mito de las restricciones horarias, o nocturnidad, y la afamada responsabilidad individual se va desmoronando ante la impotencia, o incompetencia, de las autoridades, las cuales se resisten en imponer en sus territorios el orden que amerita la situación.
Hay un proverbio que dice que el resultado no va a cambiar si siempre hacemos lo mismo. ¿No será tiempo de hacer algo distinto? Si ya está probado, y lo está, que las restricciones no son justas, ni convenientes, y, encima, no sirven, sería bueno que se revisen y se replanteen. Y, si ya comprobamos que la gente no se contagia por su irresponsabilidad, sino por la de otros, que se revisen, con honestidad, donde se están dando los contagios.
Sea lo que sea que resulte de revisar las medidas aplicadas y el origen de los contagios, sin lugar a dudas estará vinculado a la efectividad de los protocolos aplicados en toda la convivencia ciudadana, y solo se podrá resolver con la activa y tangible intervención de los gobiernos ordenando las actividades según estrictos marcos de seguridad sanitaria.
Por último, es apropiado destacar, y con énfasis, que un gobierno democrático y republicano como el nuestro tiene todas las atribuciones y herramientas legítimas para imponer el orden necesario para contener la crisis que atravesamos, las dudas están en los intereses y capacidades de quienes lo componen.
Norman Robson para Gualeguay21