Señales de cambio
En los últimos tiempos, quienes monitoreamos el pulso de la ciudad a diario venimos percibiendo sutiles detalles, alteraciones, que podrían interpretarse como síntomas de un cambio.
Esta suerte de señales, o llamados de atención, por parte de la gente podrían estar dando cuenta de un cambio en el sentir y el parecer de la gente respecto de la gestión del gobierno local.
Una señal de las que hacemos referencia es una sensible disminución en la reacción activista de los típicos sectores reaccionarios que usualmente defendían lo indefendible con el objeto de disimular la contundente realidad.
Esta merma de simpatía se desnuda de una forma mucho más elocuente a la hora de pretender cosechar aplausos, tal como ocurrió el pasado domingo en el festival que tuvo lugar en la Costanera, donde muy pocos aplaudieron al intendente local.
Incluso, cuentan, algunos lo abuchearon y reclamaron el regreso de Jodor.
Del mismo modo, también se presiente un cierto desencanto de la gente, ya que aquel típico “Luis ha hecho mucho” que se repetía otrora, hoy ya casi no se escucha.
Hasta en el mismo seno del gobierno se puede percibir algo de este cambio, donde el “espíritu militante“ ya no es el mismo de antes, ni siquiera en los mandos superiores.
Estos sutiles detalles nos llevan a intuir que la realidad ya no es la misma para el intendente, que algo está cambiando, y esto puede estar dándose en el marco de un proceso de desgaste de la gestión, de desencanto de la gente, o de ambos.
Lo cierto es que aquella devoción que supo profesarle al intendente una gran porción de la masa votante, parte de la acomodada burguesía local y parte del sector acomodado al sistema, hoy ya no es tal, y todo hace parecer como que se ha roto el encanto.
Muchas pueden ser las suposiciones sobre porque el intendente hoy ya no encanta como encantaba.
Tal vez, y solo tal vez, una razón puede ser que algunos van descubriendo que el alevoso enriquecimiento de algunos fue en desmedro del crecimiento de otros.
Otra, tal vez, puede ser que algunos van descubriendo, también, que no existen precedentes de un intendente que haya dispuesto de tanta plata, que haya hecho con esa plata tan poco, y, encima, lo hayan procesado tantas veces por robar.
Y otra, tal vez, puede ser que algunos se vayan percatando de que con este gobierno que se termina se van los megashows y los fuegos de artificio que tanto gustaban, sin dejar atrás ni empleos, ni fábricas, ni turismo, ni viviendas.
Y otra, tal vez, puede ser que algunos hayan descubierto que de todo lo hecho poco va quedando, y de esto que va quedando, ya se ve que poco va a durar.
Pero, claro está, puede ser el desgaste de un gobierno, si lo hubo, aunque algunos que no están tan lejos de la gestión ya reconocen, entre dientes, que el intendente ya no tiene muchas ganas, que nunca fue devoto del trabajo arduo, y que, al cabo de ocho años, solo quiere volverse a Buenos Aires a vivir de lo mucho cosechado.
Lo cierto es que, de a ratos, el horizonte pareciera presentarse como el ocaso de una casta de oportunistas políticos que, junto a su séquito de obsecuentes secuaces, asaltaron el poder en nombre de lo popular y, tal vez más tarde que temprano, finalmente desnudaron su nefasta esencia de delincuentes comunes.
Solo esperemos que alguien más interprete estas señales y le ofrezca a la gente una alternativa diferente, seria, digna, sino nuevamente la gente será condenada a optar por lo menos peor.
Norman Robson para Gualeguay21