Si la misericordia está en el corazón se siente en el bolsillo
A veces hay una gran distancia entre lo que pensamos y lo que decimos. Incluso llegamos a afirmar cosas con las que no estamos de acuerdo con tal de quedar bien con el entorno en el cual nos encontramos.
Corremos el riesgo de negar nuestra identidad para diluirnos en el ambiente. Con tal de no ser tildados de retrógrados o anacrónicos algunos hasta niegan ser cristianos o adherir a las enseñanzas de la Iglesia.
Pero puede suceder que tengamos coherencia entre lo que pensamos y decimos, y sin embargo lo que hacemos va por otro camino. Nos llenamos la boca hablando de amor al prójimo, a los pobres, y cuando nos encontramos con uno cruzamos de vereda o pasamos de largo como si fuera una estatua que alguien olvidó en la calle.
En reiteradas ocasiones durante este Año Jubilar se nos ha dicho que la misericordia no es una idea abstracta, sino una realidad concreta. Se nota enseguida si está o no. La colecta “Más X Menos” que se realizará el fin de semana que viene en todas las Parroquias y Capillas del país es una gran oportunidad para manifestar la solidaridad.
El lema de este año, “Más misericordia por menos exclusión”, nos alienta a ser generosos y acercarnos a tantas situaciones de abandono y desamparo.
En los hermanos que sufren encontramos el rostro de Jesús. Él mismo quiso estar presente en ellos, para que lo sirvamos y cuidemos con ternura: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. (Mt 25, 40)
Los problemas son graves, urgentes. La respuesta también debe serlo. Cuando el hambre entra en vigencia no da tregua. No se puede pedir a los pobres que esperen tiempos mejores. Hay que acudir ahora. Gente que duerme en la calle, niños que no se alimentan adecuadamente, abuelos que no tienen acceso a los medicamentos, viviendas precarias hasta lo inmoral…
Claro que para esto no alcanza con una colecta. Hacen falta soluciones que cambien las estructuras sociales injustas. Pero por algo se empieza. Con este dinero se sostienen obras de Promoción humana y Evangelización en lugares pobres en los que hace falta una presencia que genere esperanza.
La costumbre de la indiferencia nos vuelve insensibles ante el sufrimiento de los hermanos concretos. Podemos emocionarnos y llorar ante una telenovela o película, pero pasamos de largo ante los pobres. Hemos “naturalizado” la exclusión como si fuera normal que haya gente a la cual no se le reconoce el derecho a una vida digna. La falta de sensibilidad deriva en ausencia de sensatez, y ésta nos lleva a los que disponemos de casi todo a vivir en un mundo de ilusión que poco tiene que ver con la realidad.
Seguramente este fin de semana están entregando los sobres para la colecta, y si vas a misa lo llevarás a tu casa. Ponelo en algún lugar visible, e imaginá a cuántos podés dar una mano si dejás que el corazón te sugiera la ayuda. Si no fuiste a misa, colocá otro sobre cualquiera y dibujale grande “+ x –”. Motivá también a tu familia y tus vecinos. Una mujer me decía hace un tiempo: “pedir para mí me da vergüenza, pero para los pobres no”.
Y de eso se trata. Jesús en el Evangelio dijo “Vayan y aprendan lo que significa ‘Misericordia quiero, y no sacrificios’”. (Mt 9, 13)
El miércoles pasado se conoció la noticia de una nueva tarea pastoral que la Iglesia me confía. El Papa me ha designado obispo coadjutor de la Arquidiócesis de San Juan de Cuyo. Mi tarea consistirá en acompañar al actual Arzobispo hasta que sea aceptada su renuncia por razones de edad en junio del año próximo, momento en el cual quedaré a cargo de la Arquidiócesis.
Es un desafío que asumo con alegría, en la esperanza de poder servir a los hermanos en aquella Provincia. Cuando entré al Seminario quise confiar mi vida en las manos de Jesús para servir donde Él me enviara. Cuento con tu oración.
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú, presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social y designado arzobispo coadjutor de San Juan de Cuyo