9 febrero, 2025 12:47 pm
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Traer la cumbre al llano


Durante la semana pasada nos enviaron una carta a los obispos del mundo firmada por el cardenal Peter Turkson, Presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, el organismo del Vaticano que ayuda al Papa en las cuestiones sociales.

BLANCO-NEGRO

Allí se nos recordaba el llamamiento firmado por obispos católicos de los 5 continentes dirigida a quienes van a participar de la Cumbre Mundial del Clima (COP21) que comienza mañana en París. Acerca de ese llamamiento he escrito la columna hace dos semanas.
En la capital francesa tratarán temas muy importantes. Participarán 25.000 delegados oficiales de los Estados, y otros 25.000 con diversas funciones. Con algunos miembros de la Comisión Nacional de Justicia y Paz de la Argentina nos hemos reunido con quien encabeza la Delegación de nuestro País para entregarle ese “llamamiento” y expresar nuestra preocupación por los resultados de la Cumbre.
Como adhesión y muestra popular de gran interés, hoy se está promoviendo una “Marcha Mundial por el clima” en varias ciudades del Planeta.
El cardenal Turkson nos dice a cada obispo: “Le invito afectuosamente a ofrecer su aportación con la oración, la palabra y la acción. Por este motivo le invito a ofrecer la celebración de las santas misas de su diócesis, el domingo 29 de noviembre, por el éxito fecundo de este evento internacional”.
Podemos rezar juntos como nos invitan los obispos de todo el mundo: “Dios de amor, enséñanos a cuidar este mundo que es nuestra casa común. Inspira a los jefes de gobierno mientras se reúnen en París: a escuchar y atender el llamado de la tierra y de los pobres; a que se unan de corazón y de espíritu para responder con valentía; a buscar el bien común y la protección de este hermoso jardín terrenal que has creado para nosotros, para nuestros hermanos y hermanas, y las generaciones futuras. Amén”.
Hay lamentablemente muchas presiones para hacer oídos sordos al clamor de la tierra y de los pobres. Intereses económicos, conveniencias políticas… los poderosos que quieren que cambien los débiles sin ellos mover un dedo. En fin, un escenario difícil.
Sin embargo, va creciendo la conciencia de que las cosas no pueden seguir así. Sumá tu oración y participá. No seamos espectadores pasivos ante lo que sucede.
El Papa en África nos está acercando una realidad que habitualmente no se muestra entre nosotros. No demos vuelta la cara. Son nuestros hermanos a quienes está visitando. Francisco señaló que “deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros. Dejamos de advertir que algunos se arrastran en una degradante miseria, sin posibilidades reales de superación, mientras otros ni siquiera saben qué hacer con lo que poseen, ostentan vanidosamente una supuesta superioridad y dejan tras de sí un nivel de desperdicio que sería imposible generalizar sin destrozar el planeta. Seguimos admitiendo en la práctica que unos se sientan más humanos que otros, como si hubieran nacido con mayores derechos”. (LS 90)
En su Discurso en Kenya insistió:
“La grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido. (…) En un mundo que, en vez de proteger, sigue explotando nuestra casa común, estos valores deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico. En efecto, existe una clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo”.
“Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país. Les aseguro el compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas y caritativas, por ofrecer su contribución específica en estas áreas“. (Discurso Papa Francisco en Kenya)
Empezamos hoy el tiempo de Adviento que nos ayuda a prepararnos para la celebración Navideña. Un tiempo en el cual las lecturas de la Palabra de Dios nos alienta: “Levántense, alcen la cabeza; se acerca la liberación” (Lc 21, 36).
Hermanos Obispos, Señoras y Señores:
Estoy muy agradecido por la afectuosa bienvenida que me han ofrecido en esta mi primera visita a África. Le agradezco, Señor Presidente, sus amables palabras en nombre del pueblo de Kenia. Deseaba mucho estar entre ustedes.
Kenia es una nación joven y vibrante, una sociedad de gran diversidad, que desempeña un papel significativo en la región. En muchos aspectos, su experiencia de dar forma a una democracia es compartida por muchas otras naciones africanas. Al igual que Kenia, ellas también están trabajando para construir, sobre las bases sólidas del respeto mutuo, el diálogo y la cooperación, una sociedad multiétnica que sea verdaderamente armoniosa, justa e inclusiva.
La suya es también una nación de jóvenes. Espero encontrarme con muchos de ellos estos días, hablar con ellos y poder alentar sus esperanzas y aspiraciones para el futuro. Los jóvenes son la riqueza más valiosa de una nación. Protegerlos, invertir en ellos y tenderles una mano es la mejor manera que tenemos para garantizarles un futuro digno de la sabiduría y de los valores espirituales apreciados por sus mayores, valores que son el corazón y el alma de un pueblo.
Kenia ha sido bendecida no sólo con inmensa belleza, en sus montañas, en sus ríos y lagos, en sus bosques, sabanas y semidesiertos, sino también con la abundancia de recursos naturales. Los keniatas tienen gran aprecio por estos dones recibidos de Dios, y son conocidos por su cultura de la conservación, lo cual les honra.
La grave crisis ambiental que afronta nuestro mundo exige cada vez más una mayor sensibilidad por la relación entre los seres humanos y la naturaleza. Tenemos la responsabilidad de transmitir a las generaciones futuras la belleza de la naturaleza en su integridad, y la obligación de administrar adecuadamente los dones que hemos recibido.
Estos valores están profundamente arraigados en el alma africana. En un mundo que, en vez de proteger, sigue explotando nuestra casa común, estos valores deben inspirar los esfuerzos de los líderes nacionales para promover modelos responsables de desarrollo económico. En efecto, existe una clara relación entre la protección de la naturaleza y la construcción de un orden social justo y equitativo.
No puede haber una renovación de nuestra relación con la naturaleza, sin una renovación de la humanidad misma (cf. Laudato si’, 118). En la medida en que nuestras sociedades experimentan divisiones, ya sea étnicas, religiosas o económicas, todos los hombres y mujeres de buena voluntad están llamados a trabajar por la reconciliación y la paz, el perdón y la sanación.
La tarea de construir un orden democrático sólido, de fortalecer la cohesión y la integración, la tolerancia y el respeto por los demás, está orientada primordialmente a la búsqueda del bien común. La experiencia demuestra que la violencia, los conflictos y el terrorismo que se alimenta del miedo, la desconfianza y la desesperación nacen de la pobreza y de la frustración.
En última instancia, la lucha contra estos enemigos de la paz y la prosperidad debe ser llevada a cabo por hombres y mujeres que creen en ella sin temor, y dan testimonio creíble de los grandes valores espirituales y políticos que inspiraron el nacimiento de la nación. Señoras y señores, la promoción y preservación de estos grandes valores se confía de un modo especial a ustedes, dirigentes de la vida política, cultural y económica de su país.
Esta es una gran responsabilidad, una verdadera vocación al servicio de todo el pueblo de Kenia. El Evangelio nos dice que aquellos a quienes mucho se les ha dado, mucho se les exigirá (cf. Lc 12,48). Con este espíritu, les animo a trabajar con integridad y transparencia por el bien común, y fomentar un espíritu de solidaridad en todos los ámbitos de la sociedad.
Yo les exhorto, en particular, a preocuparse verdaderamente por las necesidades de los pobres, las aspiraciones de los jóvenes y una justa distribución de los recursos naturales y humanos con que el Creador ha bendecido a su país. Les aseguro el compromiso constante de la comunidad católica, a través de sus obras educativas y caritativas, por ofrecer su contribución específica en estas áreas.
Queridos amigos, me han dicho que aquí en Kenia es una tradición que los escolares jóvenes planten árboles para la posteridad. Que este signo elocuente de esperanza en el futuro y la confianza en que Dios acompaña su crecimiento, los sostenga en sus esfuerzos por cultivar una sociedad solidaria, justa y pacífica, en este país y en todo el gran continente africano.
Les doy las gracias una vez más por su cálida bienvenida e invoco sobre ustedes y sus familias, y sobre todo el amado pueblo de Kenia, abundantes bendiciones del Señor.
Mungu abariki Kenya!
Que Dios bendiga Kenia
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

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