Un año, cinco años, treinta y siete años
Pasó el Día de la Democracia y, aunque Gualeguay aún todavía carga su duelo, siento el deber de cumplir con la reflexión y el análisis político que amerita el momento de cara a los 3 años que le restan a este gobierno, sin herir susceptibilidades, ni traicionar verdades. Ayer se cumplieron 37 años de la asunción de Raúl Alfonsin después de años de dictaduras militares, y, al mismo tiempo, se cumplieron 5 años del cambio que llegó a Gualeguay con Federico Bogdan como intendente, y un año de su reelección, continuada por Verónica Berisso luego de su sorpresiva partida.
En 2015, de la mano de Macri, una nueva casta llegó a la politica argentina. Distintos referentes de la sociedad civil, en su mayoría improvisados bienintencionados, llegaron a los poderes ejecutivos provinciales y municipales del país, pero la filosofía política no cambió mucho. Si bien disminuyó la corrupción desfachatada de las gestiones anteriores, casi todos los nuevos políticos, como los otros, pagaron sus deudas políticas con cargos públicos, lo que debilitó sus administraciones, y fundaron sus gobiernos únicamente en lo que consiguieron del Gobierno Nacional. En general, no hubo proyecto político, y, por ende, no hubo gobierno en algún sentido.
En este aspecto, Gualeguay no fue diferente. La gestión de Bogdan fue mucha honestidad, pero muy poco gobierno. Mucho recurso de la Nación, pero muy poco proyecto político. Cero desarrollo en cuatro años. Hasta nos dimos el lujo de rechazar, embanderados en falsos argumentos ambientales, dos proyectos millonarios que hubiesen generado 100 puestos de trabajo. En otras palabras, la ciudad creció salpicada de obras pero sin un sentido definido.
En lo que se refiere estrictamente a lo político, la hibridez ideológica de la gestión Bogdan, más producto de la inexperiencia de sus principales referentes, muy pocos formados en la política, que de conceptos vecinalistas, tampoco le dio a su gestión una identidad política, pero eso fue coherente con la paupérrima realidad política gualeya, donde absolutamente ninguna de las fuerzas tuvo o tiene participación alguna en el rumbo de la ciudad, sino que todas hicieron la plancha hasta las elecciones 2019.
De ese modo, la tozudez de Federico, la pasividad de su entorno, la plancha opositora, y la simpatía del Gobierno Nacional, confabularon para que la gestión municipal 2015-2019 fuera “buena”, pero dejando muchas deudas en términos de orden y desarrollo.
Igualmente, y sin lugar a dudas, terminar el 80 Viviendas y el CIC 25 de Mayo, y sumar a eso las defensas del Dunat y Puerto Ruíz, el 150 Viviendas, el Plan Hábitat y el Camino a Puerto Ruíz, entre otras tantas obras, impactaron en la ciudad, y Federico, en 2019, logró la reelección, no como un reconocimiento al rumbo desconocido de la ciudad, sino a su carisma y honestidad, los cuales caracterizaron a la gestión. Claro está que, a la hora de las elecciones, del otro lado político solo estaban Luis Erro y Paola Rubattino, mariscales de un pasado que Gualeguay confirmó que no quiere.
A partir de esa victoria electoral, para su segunda gestión, Bogdan no cambiaría nada, y, con Alberto Fernández en la Presidencia, la postergación total de Gualeguay quedó garantizada por cuatro años más. Con estos antecedentes, y a los pocos meses de iniciado su segundo período, llegó la pandemia, y los vicios de esta nueva política, lamentablemente, mutaron en negligencia. Tan así fue que le costó la vida al propio Intendente.
De ese modo, a los 11 meses de iniciado el segundo gobierno, quien fuera viceintendente, Verónica Berisso, debió asumir la Presidencia Municipal. Esta mujer, con una dilatada trayectoria en instituciones intermedias y cuatro años de concejal, heredó una estructura teñida de múltiples intereses, y viciada a la medida del propio Bogdan, para enfrentar una crisis social y económica sin precedentes en la historia de la humanidad.
Definitivamente, el desafío no es chico, ni simple, ni sencillo. Esta vez es indispensable, para sobrevivir, alinear los planetas, en un sentido político, detras de objetivos concretos, donde cada alfil tenga claro a dónde debe llegar el 10 de diciembre de 2023, y esté comprometido realmente con ello. A Berisso le toca bailar con la más fea, y, para salir airosa, aparte de suerte, necesita de todos los recursos humanos y políticos que tenga a su alcance. Esta vez, aquello de “todos juntos”, y sus diferentes versiones, ya no es un cliché de campaña, es una cuestión de éxito o fracaso político.
Por último, recordemos que uno debe reconocer su pasado, y cómo llegó a éste presente, para saber cómo debe seguir hacia un futuro determinado, y convengamos en que, para eso, hace falta mucha grandeza. La Intendente Berisso ha sido testigo directa de nuestro pasado inmediato, fue parte, y eso la deja sin excusas, así que está obligada a señalar el rumbo a seguir apuntando hacia el futuro que quiere para su ciudad. Veremos, entonces, si Gualeguay tiene la grandeza de alinearse detrás de ella, sin anteponer sus mezquindades de siempre. Eso se verá en la cancha, como los pingos.
Aunque no soy de creer mucho en estas cosas, Dios y Federico nos iluminen, nos inspiren, y nos alienten. ¡Viva la democracia y la República…!
Norman Robson para Gualeguay21