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15 noviembre, 2025 3:48 pm
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Un fantasma del pasado

Desde hace un tiempo a esta parte, me desvela como ciudadano de este hermoso país algo que percibo a partir de mi tarea de periodista y que me produce escalofríos.

BLANCO-NEGRO

Me refiero, específicamente, a un flagelo que creo que sufrimos especialmente los periodistas, pero que también sufren los políticos, los jueces, los militares y los policías, entre otros, y que afecta a la sociedad en general: El descrédito.

Llego a esta conclusión recordando que el Periodismo, como institución, solía ser considerado como el cuarto poder, por su aporte al equilibrio democrático y a la práctica republicana, entendiendo que dicho poder era confiado por el pueblo, no con su voto, sino con su credibilidad.

Ante el temor de encontrarme frente a una caprichosa y antojadiza percepción, revisé y recorrí nuestro pasado inmediato, y descubrí que, por algún maquiavélico proceso político, muy probablemente para nada casual, la Opinión Pública dejó de creer en el Periodismo, muriendo como tal, para permitir, facilitar y promover así la práctica de un libertino desmanejo de la cosa pública.

Profundizando un poco más en esta historia reciente, encontré que este proceso habría provocado, desde los años 70 a hoy, una profunda degradación institucional, la cual acabó con el Periodismo como institución confiable.

Cabe remarcar que algo similar ocurrió con las Fuerzas de Seguridad, con la Política y con la Justicia, las cuales, junto al Periodismo, son instituciones vitales para el correcto desarrollo de la vida democrática y republicana de una Nación.

Del mismo modo, toda esta degradación y desacreditación de las instituciones afectó negativamente todo el aparato contralor de la vida pública, impactando en las garantías individuales y en el equilibrio democrático, en favor del marco de caos y anarquía que hoy vivimos y al cual, parece, nos hemos acostumbrado.

De más está destacar que este marco beneficia el impune avasallamiento de los derechos por parte del poder frente a la impotente mirada de las instituciones, todas presuntamente pervertidas por intereses mezquinos.

En este escenario, donde todo está teñido o viciado por algún ismo oportuno, impera el total desconcierto, pues todo es dudoso y nada es del todo cierto, distorsionando o anulando el rol del Periodismo como factor correctivo del quehacer público.

Del mismo modo, no percibo en el contexto político actual, al frente del gobierno, o en la otra vereda, ningún indicio de que esta realidad pretenda ser desnudada ante la sociedad y se comience a revertirla, alimentándome los fantasmas de un poder que quiere aprovechar y seguir usufructuando esta perversa creación del pasado.

A partir de esta visión, creo que es menester del Periodismo replantearse su rol y exponer ante la sociedad este preocupante escenario, para, a partir de allí, plantear estrategias que tiendan a detener este proceso y a revertirlo, de forma que se restaure el rol corrector tradicional del Periodismo y se reviva la Opinión Pública como factor de equilibrio entre los poderes públicos.

Por último, quiero fundar mi inquietud en el temor que me produce el crecimiento exponencial de la intolerancia y la inconvivencia de pensamientos en nuestra sociedad, la cual temo que, de seguir así, se convierta en la génesis de un futuro de incontrolable violencia.

Norman Robson para Gualeguay21