Un gallego unió a nado Paso de Alonso y Puerto Ruíz
El gallego estaba parado, con los pies en el agua, enfrentando el puente de Paso de Alonso. Solo vestía una maya roja y una gorra de natación, ésta con los motivos de la bandera de España. Juntó las manos bajo su mentón, y rezó por unos instantes. Finalmente, miró, por última vez, hacia el bote guía. El silvato interrumpió el natural silencio del lugar y el nadador se sumergió en el agua y comenzó a nadar aguas abajo. A los pocos minutos, se perdió en la curva de La Toma.

Había llegado a Gualeguay el día anterior y estaba hospedado, con su guía, el también nadador Lucas Rivet, en una cabaña de la zona de chacras. A la tardecita, luego de hacer las compras en el SuperGuay comieron una exquisitas pastas caseras en el Club Social. Luego de ultimar algunos detalles con el nadador local Pablo Cosso, se volvieron a la cabaña a descansar. No eran las diez de la noche cuando ya estaba acostado, pero el sueño lo asaltaría luego se imaginarse cumpliendo la prueba con éxito y llegando a Puerto Ruíz.
La Toma había quedado atrás y lo recibía el Boquerón. Si bien contaba con 30 años de experiencia en aguas abiertas, el gallego lo incomodaba estar desorientado. Las curvas y contracurvas, la ausencia de referencias conocidas por él, y la prohibición de utilizar tecnología como GPS y otros, le impedían conocer su ritmo, sus pulsaciones, o cómo iba. Pero los colegas lo orientaban y alentaban desde el bote guía. Lo hacían con las señas acordadas: las propias de las fuerzas militares en operación.
Esto de las señas no fue casualidad. El gallego es funcionario de seguridad de la embajada de España en Buenos Aires. Su currículum habla a las claras de su formación disciplinaria, la cual lo ayudaba a cumplir este desafío de aguas abiertas: unir Paso de Alonso con Puerto Ruíz nadando.
El cielo cubierto lo libró del suplicio del sol. Igual había sido bien embadurnado por Lucas con un persistente protector. La temperatura del agua era la esperada, 24 grados, y el régimen de brazadas era el esperado. La correntada lo ayudaba. El gallego cumplía al pie de la letra las indicaciones de Pablo y Lucas, mientras el río, sin darse cuenta, se había hecho ancho y lleno. Tal como le habían contado, enfrentaba el Puente Pellegrini.
Con 50 años, y más de treinta en esto de nadar en aguas abiertas, el gallego cumplía con esta prueba para clasificar para cruzar en febrero el Río de la Plata. Dicen que el peor enemigo en estas pruebas es la cabeza. Especialmente en el río ancho, donde la ausencia de remanzos y el cansancio comenzaban a hacerse sentir. En esos momentos recordaba a su mujer y a sus hijas, y todo se renovaba.
La música del bote y el aliento todo el equipo se hacía sentir. Eran cinco los que lo acompañaban: Pablo y Lucas, el enfermero Walter André, el guardavidas Facundo Olivera y el guía asistente Facundo Cardozo. El esquema de hidratación y alimentación dispuesto por Lucas mantuvo al gallego en perfecto ritmo. “Falta un kilometro”, le prometieron desde el bote, mientras sonaba un clásico de Damas Gratis.
Lo estaba logrando. El sabía cuanto era un kilómetro, y, al rato, supo que lo habían engañado. No había tiempo para enojarse. En eso pensaba cuando escuchó los primeros cuetes, y, entre brazada y brazada, vio un gran muelle. Y escuchó el festejo entre los botes. La arenga final de Lucas no tardó en llegar. Era la última. Entonces, los gritos empezaron a llegar desde tierra.
No perder el ritmo le costó, la emoción no era poca. Una mano lo recibió, pero dudó sobre si hacirse o no. Sí, podía, ya había llegado. Había terminado. Tomó la mano amiga y buscó reacomodar su cuerpo. Respiró profundo. Se puso de pie, se sacó las antiparras y trató de reconocer el entorno. La gente lo aplaudía, reconocía al primer extranjero en unir a nado Paso de Alonso con Puerto Ruíz. Y le tocó a él.
Iván superó con éxito el desafío. Lucas, Pablo y el resto del equipo celebraban con él. Ellos sostienen que esto de las pruebas en aguas abiertas es un deporte en equipo, ya que hay uno que nada, pero tiene que haber otros facilitando el ámbito adecuado para cumplir la misión. De ese modo, este equipo hizo posible que el gallego cubriera los 32 kilómetros en solo 5:57 horas.
Desde hoy, un español de Vigo, radicado en Las Canarias, Iván Fernández Rodríguez, sumó su nombre a esa honorable lista de prohombres que superaron este desafío. A la cabeza de esa lista está el gualeyo Miguel Arnaudin, el primero en realizarla, en 1967. En el medio, Pablo Cosso y Lucas Rivet.
Norman Robson para Gualeguay21