El equilibrio natural nunca podrá ser derrocado por las ideologías
En el mundo, cada individuo tiene su rol. Están, entre otros, los mandados a hacer en el negocio de la producción, los mandados a dar en el negocio del comercio, los mandados a estar en el negocio del servicio, los mandados a mandar en el negocio del orden, y los mandados a saber en el negocio del conocimiento, y, así, todos convivirían entremezclados en un universo interactivo, equitativo, libre y justo, donde cada individuo prosperaría o no según el esfuerzo y sacrificio que en su mandado invierta. Este sistema se llama naturaleza humana. El problema surgió cuando cada individuo comenzó a querer y pretender por sobre los demás.
Así es el universo humano, como es el de las hormigas, pero con individuos pensantes, emocionales, pasionales, y, por ello, pretenciosos, prejuiciosos, egoístas, mezquinos, etcétera, etcétera. Pero esto no sería problema si no se pervirtieran los conceptos, y todos pretendieran igual prosperidad sin el mismo esfuerzo y sacrificio, y pretendieran roles para los cuales no están mandados.
En este contexto dinámico de la naturaleza humana aparece el concepto de valor, y la pelea por quién es el que le pone valor al mandado de cada uno, siendo que todos y cada uno de los mandados son necesarios para ese universo. Es por eso que, más allá de cualquier disputa, es el propio universo quien determinará el valor de cada contribución, según el esfuerzo y sacrificio de cada caso. Esto no es otra cosa que el famoso y desacreditado equilibrio económico de la oferta y la demanda.
Pero claro, al individuo lo pudo la inteligencia e inventó las ideologías, las cuales no son otra cosa que mecanismos de perversión de la naturaleza humana. Justificaciones “razonables” para desequilibrar en favor de unos el sistema natural. Así, las ideologías manipulan el valor natural de la prosperidad beneficiando a unos con un menor esfuerzo y sacrificio, mientras castiga a otros con más. Del mismo modo, manipulan los méritos y liberan los mandados al ejercicio de cualquiera. Todos los mandados a algo creen poder hacer, estar, ser, ordenar y saber, desmoronando la calidad del orden, desatando el caos, la anarquía y la violencia.
Así es como se destruyó el hacer, el ser, el estar, el ordenar y el saber, de modo de que todos fueran capaces y merecedores de la mayor de las prosperidades. De este desorden nació el desgobierno, desapareció el equilibrio, con éste el respeto, y los individuos olvidaron ese orden soberano de la naturaleza humana: la República, la cual nació en el mundo de la mano de la civilización. La historia da fe cientos de veces sobre cómo las ideologías han enfrentado la naturaleza humana prostituyendo la República. Es por eso que, desde la izquierda a la derecha, ninguna ideología nunca prosperó, sino que siempre fracasaron todas. Y así estamos, y así seguimos.
Pero el hombre insiste en su miseria, propia de un necio e irrespetuoso egoísmo, desconociéndose parte de un universo natural que él mismo desequilibró, y que nunca le traerá beneficio alguno.
Norman Robson para Gualeguay21