El Pueblo a merced de la soledad política del Presidente Milei

La calidad actual de la politica argentina es paupérrima, sin distinción de color, y se encuentra desnuda de cualquier tinte ideológico o representatividad del pueblo al que se deben. Esta realidad queda aún más en evidencia en el marco de un proyecto político nacional que propone un nuevo orden, lejos de lo acostumbrado por esta sociedad. En otras palabras, sobre el escenario político argentino, entre los actores de esta obra dirigida por el Presidente Milei, están los pocos que no entienden el guión, ni el ánimo de la trama, y abundan los que no la quieren, ni entenderla, ni ejecutarla, y prefieren arruinarla. El pasado les sentaba bien y quieren volver atrás.
Claro está que la Argentina no llegó a esta situación por pura casualidad, sino con expresa voluntad y dedicación. De repasar nuestra historia inmediata, y de la no tanto, surge que la política ha sido, desde hace décadas, sino siglos, una zona liberada por el pueblo a sus dirigentes, sin importar lo que éstos hicieran con sus mandatos. Con el correr del tiempo, éstos dirigentes se volvieron cada vez más interesados en su bienestar individual que en el común de su gente. Tal es así que tanto ordeñaron la vaca, que un día ésta se secó, pero ellos no.
Ahora bien, en este contexto, el futuro político de oportunidades y amenazas expone al mandatario argentino a debilidades que le sobran y le exige fortalezas que le faltan. Por ejemplo, la incorporación urgente de cuadros políticos a la altura de lo que le exige ese futuro se ha vuelto indispensable.
Si bien Milei ha logrado vincularse con esa porción importante de argentinos que lo eligió, interpretar sus espectativas, y conquistarlo con su propuesta, hoy necesita apóstoles que la difundan para neutralizar la mentira opositora, y hacedores que traduzcan en hechos concretos esa propuesta. Elementos estos que no se encuentran entre los dirigentes del presente. Allí, hoy, solo hay más de lo mismo.
En este contexto, el Presidente se encuentra sumido en la más cruel de las soledades: la política, aquella en la que casi nadie de la dirigencia “la ve” como él. Así es que, impotente, enfrenta un muy complicado escenario, sin soluciones potables a su alcance, y sabiendo que puede perder a su único aliado: esa gran parte de la sociedad que lo eligió, pero que necesita de resultados.
Con estos antecedentes y pronósticos, surge naturalmente que la única solución es desplazar urgente a la dirigencia actual, y comenzar a reemplazarla por cuadros capaces, comprometidos y honestos. Éstos existen, pero son renuentes a participar (ensuciarse) en la política. Esa gente está entre la sociedad, puede ser el empresario, el abogado, el médico, así como también puede ser el cura, el maestro, o un ex jugador de fútbol. Puede ser cualquiera que participe desde cualquier asociación civil.
Dicho de otra forma, los únicos que hoy pueden sacar a Milei de esa profunda soledad están entre nosotros, solo hace falta que entendamos que no se puede tolerar una dirigencia cada vez más alejada de la sociedad a la cual deberían representar, que les digamos basta, y que tomemos por asalto las instituciones, participando activamente. La política no es sucia, sucios son los que la contaminaron en su provecho, y sepamos que esa gente está ahí porque nosotros la dejamos, porque nunca nos involucramos, y porque ellos supieron aprovechar eso.
En ese sentido, el próximo tren pasa a fines del 2025, y, para entonces, cuantos más sean los buenos que se suban, más serán los malos que se bajen, y el país comenzará a marchar hacia donde debe, y no hacia el precipicio. Sin milagros, despacito, seguro de que muchos de nosotros no veremos ese destino, pero sí nuestros hijos y nietos, a quienes les debemos un futuro digno. Solo de nosotros depende.
Norman Robson para Gualeguay21