Gualeguay, de 1988 a 2024: ¿Pero qué fue lo que pasó?
Llegué a Gualeguay a principios de 1988 y creí haber descubierto el paraíso. Una ciudad de apenas 30 mil habitantes con dos frigoríficos de aves, uno de caballos y uno de vacunos, con una peletera, una fábrica de formularios continuos, otra de autitos, otra de calzado, una envasadora, un par de plantas de silos, distribuidoras de las principales marcas, un hotel frente a la plaza, dos edificios y uno en construcción, y mucho más. Como si eso fuera poco, el pueblo tenía tres bancos, dos balnearios, dos grandes centros de salud, un complejo educativo, y más de 200 años de historia al lado de uno de los ríos mas lindos del Litoral. Todo a solo dos horas de Buenos Aires. Pero…
Era algo así como la tierra prometida de fines del siglo XX. Por aquellos tiempos gobernaba el Dr. Pedro Galante, quien fue sucedido por Campañá, una sociedad en la que las instituciones eran fuertes. Éstas eran lideradas por el Centro Económico y la Sociedad Rural, y luego surgió la Corporación para el Desarrollo, acompañada por un dinámico arco de instituciones intermedias activas y comprometidas. Al mismo tiempo, los partidos políticos eran protagonistas. Dos planes estratégicos darían fe de ello.
Desde aquel entonces, a Gualeguay llegaron una Defensa Costera, con una planta para el tratamiento de residuos urbanos, una fábrica de pastas, un kartódromo, una fábrica de cilindros GNC, una planta de reciclado de hidrocarburos, y más peleteras, entre otras cosas, a la vez que le empezaron a construir un frigorífico y un barrio privado. Hasta una terminal de ómnibus nueva, un shopping, una peatonal, y dos casinos llegaron, a la vez que, después de décadas, le hicieron el camino a Puerto Ruiz, mientras soñaban con las termas, el autódromo y el parque industrial. Para completar, el puente Rosario Victoria colocó a la ciudad a una hora y media del sur santafesino.
Entre lo que había en 1988 y lo recibido desde entonces, Gualeguay tuvo todo para ser la Perla del sur entrerriano, sin nada que envidiarle a Gualeguaychú, pero…
Hoy, después de 36 años y con más de 50 mil habitantes, en Gualeguay, el esqueleto del edificio sigue allí, estoico, como validando esta historia inmediata de frustración. De todos los frigoríficos solo quedó Soychú, las fábricas y los silos cerraron, solo quedó Inprocil, mientras que la fábrica de pastas nunca funcionó. Las distribuidoras se fueron, las peleteras se acabaron, cerró la clínica y el Cem teclea, no hay más balnearios, el Complejo sigue igual, el barrio privado y el frigorífico nunca se terminaron, y uno de los bancos se fue.
Al mismo tiempo, la Corporación y el Centro Económico desaparecieron, el resto de las instituciones intermedias se apagaron, y los partidos políticos quedaron dibujados. Antes de esfumarse habían impedido la llegada de ChangoMás, pero después vinieron Musimundo, Pardo, Cetrogar, DAR, Dia%, y los chinos, mientras la peatonal y el shopping nunca funcionaron. Así, Gualeguay tampoco pudo tener nunca sus termas, ni su autódromo, ni siquiera su parque industrial, pero se dio el lujo de rechazar varias inversiones con nunerosas fuentes de trabajo, desde una elaboradora de garras hasta una planta de biomasa y un frigorífico de pescados.
Como contraposición, en este tiempo, General Galarza hizo su parque industrial y, a pesar de tener una población mucho más chica, el Estado construyó más del doble de casas. Del mismo modo, del otro lado del río, Enrique Carbó se convirtió en ciudad.
Sí vale destacar que para todo ésto sobraron siempre elocuentes excusas, o, en su defecto, cómodos y convenientes culpables. Pero ridículo sería culpar de todo ésto a los Jaimes, los Jodores, los Erros y los Bogdanes, aunque los primeros dos hayan sido intrascendentes y los últimos dos nefastos. Unos y otros eran gualeyos, erigidos como líderes por su propio pueblo. Por lo tanto, es tiempo de que Gualeguay, y los gualeyos, únicos responsables de su historia inmediata, se hagan cargo, se arremanguen, y se pongan a rescatarla de su postergación, a restaurarla, y a devolverle el futuro de grandeza que merece y que no sé porqué perdió.
Es justo, es necesario, es urgente, y de los gualeyos depende.
Norman Robson para Gualeguay21