Imperdonable: La máxima militar que olvidó el General Rogelio

Cualquier militar sabe que si a la hora de seleccionar sus soldados, prioriza la simpatía y obsecuencia de éstos, y no su capacidad y compromiso, sin dudas, debilitará el frente de batalla. Es que ningún general, al impartir las órdenes, puede prever la situación que vivirá cada una de las trincheras. Por esa razón, los soldados no deben ser obsecuentes o simpáticos, sino que deben estar preparados y comprometidos intelectual y emocionalmente para cumplir efectiva y eficientemente su responsabilidad, de modo que deben ser capaces de decidir y hacer lo correcto. Esta máxima militar parece haberla olvidado el aún flamante General Rogelio.
Hoy, y desde diciembre, el ejército del General Rogelio libra en cada trinchera una guerra descarnada contra una realidad heredada de un pasado de tantas negligencias ajenas como necesades propias. Mientras tanto, trincheras adentro, el pueblo quedó sitiado, rehén de la impotencia y la aún persistente dependencia, sufriendo la postergación y el estéril paso del tiempo, pero sin dejar nunca de financiar la lucha, cada vez más cara, en efectivo y en emociones.
Desde su posición, el entrerriano de bien, y de a pie, ve como el fragor de la lucha de todos los días desnuda en las huestes de Rogelio cada vez más debilidades, menos fortalezas y peligrosas incompetencias, promoviendo así un continuo y compulsivo desatino, y sumando cada día más caos al propio de la guerra.
Al buscar las razones de esa situación, el pueblo descubre que la debilidad está en las trincheras, las cuales, aunque no todas, muchas, demasiadas, están libradas a su suerte en las simpáticas manos de la obsecuencia, y no en las capaces manos del compromiso. El pueblo ve así que el ejército de Rogelio hace agua, que algunas trincheras quedan demasiado grandes. Aunque las dos trincheras más importantes estén bien cubiertas, el resto no lo están, y la debilidad crece.
El General olvidó que, en contextos de crisis como el que se atraviesa hoy, todas y cada una de las trincheras son fundamentales, vitales, sin excepción alguna, pues por cualquiera se puede filtrar el enemigo y saquear al ya corroído pueblo. Y olvidó, también, que el enemigo olfatea esas debilidades, las detecta, y allí concentra sus cañones. Ejemplos de esto abundan en los libros de historia.
Trincheras históricamente débiles, tan sensibles como importantes, fueron encomendadas a manos ineptas, incalificables, cuando no descalificadas, poniendo en peligro la integridad de todo el pueblo. La sumisión incondicional y la improvisación, ausentes de criterio y coherencia, están al frente de muchas trincheras, debilitando el frente, haciéndolo flaquear, y poniéndolo en riesgo. Eso ve el pueblo, y ve que el General Rogelio no lo ve, o no lo quiere ver.
El General Rogelio olvidó que la salud, la educación, la asistencia social, y hasta la propia obra pública, son trincheras cuya integridad es tan imprescindible como la seguridad y la economía. En este contexto bélico abierto a múltiples frentes, no se puede sacrificar ninguna trinchera. Creer lo contrario es necio. Por lo tanto, es necesario y urgente replantear las trincheras de acuerdo a lo que exige la contienda. Si es que le interesa ganar la guerra, claro está.
Norman Robson para Gualeguay21