28 marzo, 2025 5:50 am
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Milei: Cómo y porqué tiembla una parte de la Argentina

Javier Milei

La llegada de Milei a la escena pública amenazando poner todo en su lugar, no solo altera a aquellos que viven directamente del aparato público sin el más mínimo esfuerzo, sino que, también, altera a todo ese universo privado que se beneficia de la conveniente generosidad de la política. En otras palabras, este nuevo cuco político no solo asusta a los ñoquis, sino que aterroriza a todos aquellos que reciben del Estado mucho más de lo que les da. Sin dudas, son muchos, el tema es saber si son tantos.

Bien claro lo dice, lo explica y lo repite el candidato más votado en las PASO para gobernar la Argentina a partir del próximo 10 de diciembre: el gobierno solo pagará lo que sea necesario pagar, en el justo valor dictado por el mercado. El resto, “afuera”. Lo que pasa es que, en ese universo de “bendecidos”, hay muchos, de uno y otro lado de la grieta, y son los que, en un desesperado intento de zafar, hoy anuncian la catástrofe, la hecatombe y el apocalipsis.

En cierta forma, ese pronóstico es cierto. Se trata del fin del mundo que los argentinos conocemos hoy. Milei propone terminar con los injustificados beneficios para unos y los más injustos castigos para otros. Claro está que los primeros, tanto de la vieja como de la nueva politica, aún dueños del aparato, no quieren saber nada con eso, y así lo hacen saber: imponiendo el terror.

Vale aclarar que Milei tampoco es el Mesías que viene a salvar a la Argentina de su propia historia. No, en absoluto. Solo se trata de un “loco”, de brillante intelectualidad, que quiere que la Argentina sea esa nación soñada por sus ciudadanos de bien, los injustamente castigados, y, más que nada, está dispuesto a hacerlo. Él quiere hacer lo que le conviene a la Argentina, y no lo que beneficiaría a él y su círculo íntimo, como siempre ocurrió.

A partir de esta realidad se ha desatado una guerra del todo vale contra este superhéroe desparasitador que sacó más votos en las PASO y se perfila a mejorar esa performance en las generales. Una guerra en la que a los amenazados de uno y otro lado nada les importa, solo su supervivencia individual, y, para ello, no escatiman recursos de los morales y de los no tanto. A la cabeza de una larga lista de armas miserables al servicio del terror está la mentira.

Entre todos esos falsos argumentos esgrimidos para espantar a los votantes de Milei hay algo que todos olvidan: el respeto por la ley y la verdad al que está sujeto cualquier Presidente de la Nación. Intentan, por todos los medios, hacerlo parecer un golpista autoritario, cuando, en realidad, lo suyo es una genuina propuesta democrática que deberá elegir o no el electorado.

Por ejemplo, no solo son falsas, sino que también son inviables, por estar sujetas a la ley vigente, las supuestas intenciones de Milei de habilitar la venta de bebés y órganos, de eliminar los sindicatos, y de suprimir planes y subsidios a gente vulnerable. Esto último, sí, seguramente, y de inmediato, dejará de ser un negocio de nefastos intermediarios, mientras que se irá restaurando el empleo que absorba a todos los subsidiados.

Por otro lado, como si lo anterior no fuera suficiente, tratan de pintar a Milei como una persona anormal, emocionalmente inestable, cuando los normales y estables que fueron elegidos una y otra vez en el pasado destruyeron el país y lo llevaron a este presente de caos y anarquía.

El territorio en el que se libra esta guerra es la opinión pública, y, allí, los medios hegemónicos, esos a los que Milei le prometió quitar la pauta, son la principal fuerza de ataque de las dos “castas”. Por su parte, el libertario y su gente se defienden con la verdad, y sin ceder en sus intenciones de tachar todo lo que se tenga que tachar. En el medio de este fuego cruzado, el universo de los buenos argentinos, víctimas inocentes de este enfrentamiento donde, para unos, está en juego el botín público.

Cabe remarcar que el problema de Milei no es la pauta publicitaria del Estado en sí, la cual debe obedecer a la ley vigente, sino que es lo que los medios dan a cambio: la validación de uno u otro relato. Y el problema de los otros es que los jóvenes que votan por este nuevo país propuesto por Milei no escuchan a esos medios, y se guían por la realidad que ven ellos mismos en su día a día.

En otras palabras, los más grandes podemos asustarnos, pero esa masa de jóvenes, vírgenes de contaminación moral, ya saben que no quieren más políticos de la injusticia, esos que sus padres y abuelos votaron, y nunca, en décadas y décadas, hicieron nada por el país.

En síntesis, nadie, a ciencia cierta, sabe si Milei ganará o no, ni, mucho menos, sabe si será el Salvador, y, lo más probable, es que no lo sea, pero eso, en realidad, a nadie le importa. Lo que hoy solo importa a la gran mayoría de los argentinos de bien que votan por los libertarios es decirle a la “casta” que destruyó este país que ya dejaron de ser los “boludos” que siempre fueron. Hoy hay un nuevo electorado.

Y si ésta vez no es Milei, después será otro que sea parecido, alguien también interesado en el país que cree merecer la mayoría de bien, y no otro político de la casta que solo piense en sí mismo, seguido por ejércitos de parásitos que quieren seguir explotando un Estado alimentado del esfuerzo y sacrificio de los trabajadores.

Una parte de la Argentina dijo basta, solo falta saber si alcanza, y es lo suficientemente valiente, para doblegar a las otras partes. “Que se vayan todos”, dicen unos, “no vuelven más”, gritan otros.

Norman Robson para Gualeguay21

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