Perón: Apenas algo de lo que nos dejó para tener una idea de quién fue

En el mes de mayo de 1974, el entonces Presidente de los argentinos, Tte. Gral. Juan Domingo Perón, dio a conocer el Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, cuya implementación quedó truncada con su muerte, el 1 de julio. Ese documento sintetiza su legado político, la doctrina progresista que el General imaginó para su país, algo que nadie supo o quiso interpretar después de su muerte. “Esto se acaba”, dicen que fue lo último que dijo antes de morir, y, sin dudas, todo aquello se acabó con él. Los que vinieron después solo usurparon su nombre y pervirtieron su legado en beneficio propio. Pero lo grave es que pocos saben quién fue él.
Cumplido medio siglo de su muerte, en un país donde imperan la ignorancia histórico política, y se forman opiniones según poses, dimes y diretes convenientes o simpáticos, siento verguenza ajena al ver que nadie sabe quién fue realmente el Teniente General Juan Domingo Perón. Ni siquiera conocen su doctrina, mucho menos saben algo de la visión que tenía sobre esta gloriosa Nación.
Pueba de ello es su Modelo Argentino para el Proyecto Nacional, sobre el cual adelantó algo en su discurso del 1° de Mayo de 1974 ante el Congreso de la Nación. Para él era una “solución universal a la mayor parte de los problemas del mundo como tercera posición filosófica, social, económica y política”. Ni de derecha, ni de izquierda, sino una doctrina inspirada en los trabajadores y en los humildes que apunta hacia un progreso general e integral del hombre. En la presentación de ese trabajo, Perón se dirige a sus compatriotas de la siguiente forma:
“Treinta años de lucha pública por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra Argentina necesita definir y escribir un Proyecto Nacional. Este Proyecto tiene que ser verdaderamente ‘nacional’; vale decir, realizado por el país.
En consecuencia, todos los sectores políticos y sociales, y todos los ciudadanos, tienen el deber cívico y moral de aportar su idea. Para cumplir con este deber, hoy entrego al país este trabajo al que denomino ‘Modelo Argentino’. Están aquí sistematizados los pensamientos de una vida de servicio, en la forma más sencilla en que ellos pueden ofrecerse al Pueblo”.
“Las inevitables imperfecciones de la obra humana que este Modelo Argentino signifique, me han sugerido también la necesidad de considerarlo como una propuesta de lineamientos generales, antes que de soluciones definitivas. Su discusión esclarecedora por parte de todos los grupos representativos de nuestra comunidad, posibilitará establecer el camino más acertado para alcanzar los propios objetivos nacionales. Ello contribuirá, a su vez, a profundizar este Modelo para que de él surja lo que deberá ser nuestro Proyecto Nacional”.
“El Modelo Argentino se constituirá también en un importante elemento de juicio a ser considerado en la Reforma de nuestra Constitución Nacional, toda vez que su contenido reflejará el sentir de la inmensa mayoría de los argentinos. Invito a todos a participar de la doble empresa: analizar este Modelo Argentino y elaborar su propia expresión de nuestro Proyecto Nacional”.
Algunos conceptos vertidos en su discurso ante el Congreso de la Nación el 1° de Mayo de 1974
En aquel discurso, Perón reconoció: “Vivimos tiempos tumultuosos y excitantes”, y advirtió que el país se encontraba en “un proceso revolucionario de una vocación nacional de grandeza, que no se podía torcer ni desvirtuar”, pero que debían seguir estructurando las organizaciones para hacerlas “tan poderosas que en el futuro sean invencibles”. Creía en las instituciones.
Aunque trató de negar la virulenta realidad que vivía el país por entonces, Perón aceptó que había heredado del pasado un vendaval de conflictos y de enfrentamientos, y que se padecía “la violencia propia de toda época de cambio revolucionario y de reacomodamientos, en que un período de la historia concluye para abrir paso a otro”. Creía en su revolución.
Perón reconoció la existencia de agentes del caos avocados a fomentar la violencia como alternativa al “irrevocable propósito de alcanzar en paz el desarrollo propio y la integración latinoamericana, únicas metas para evitar que el año 2000 nos encuentre sometidos a cualquier imperialismo”, y prometió: “Combatiremos la subversión con nuestras fuerzas y los derrotaremos dentro de la Constitución y la Ley”. Creía en la justicia y en la paz.
“No hay nada que no pueda alcanzarse con nuestras inmensas posibilidades y con este pueblo maravilloso al que con orgullo pertenecemos”, dijo Perón, y afirmó que nada impediría “la consolidación de un orden impuesto por la revolución en paz” que aceptaban la mayoría de los argentinos. Creía en las fortalezas de su nación.
Para ello, Perón aseguró: “Tenemos no solo una doctrina y una fe, sino una decisión que nada ni nadie hará que cambie. Tenemos, también, la razón y los medios de hacerla triunfar. Triunfaremos, pero no en el limitado campo de una victoria material contra la subversión y sus agentes, sino en el de la consolidación de los procesos fundamentales que nos conducen a la Liberación Nacional y Social del Pueblo Argentino”. Creía en lo que hacía.
“Las fuerzas del orden, pero del orden nuevo, del orden revolucionario, del orden del cambio en profundidad, han de imponerse sobre las fuerzas del desorden entre las que se incluyen, por cierto, las del viejo orden de la explotación de las naciones por el imperialismo, y la explotación de los hombres por quienes son sus hermanos y debieran comportarse como tales”, dijo entonces, y agrego: “Estamos terminando con la improvisación, porque no solo el país lo exige, sino que el mundo no admite otra alternativa”. Creía en el orden.
Concibiendo ya entonces una “sociedad mundial” orientada hacia un “Universalismo que, a pocas décadas del presente, nos puede conducir a formas integradas, tanto en el orden económico como en el político”, señaló la importancia de que prime en el mundo la conciencia de que las naciones “servirán mejor al mundo en su conjunto y a ellos mismos, en la medida en que contribuyan a concebir y accionar a la sociedad mundial como un sistema, cuyo único objetivo resida en lograr la realización del hombre en plenitud, dentro de esa sociedad mundial”. Ya concebía la globalización.
Por otro lado, abordó la necesidad de desarrollar “un profundo nacionalismo cultural como única manera de fortificar el ser nacional, para preservarlo con individualidad propia en las etapas que se avecinan”, ya que el mundo en su conjunto no podrá nunca constituir un sistema, si los países que lo integran no emprenden procesos paralelos. Creía en el nacionalismo.
Perón sostuvo en aquel discurso que nadie puede realizarse en un país que no se realiza, y que, para ello, es necesaria “la liberación de la Nación”. En ese sentido, advirtió la necesidad de ser libres en lo político, con capacidad propia de decisión; en lo económico, produciendo según las necesidades propias y del mundo; en lo sociocultural, siendo y haciendo lo mejor del mundo enriquecido con lo propio; en lo ambiental, preservando los recursos naturales; en lo tecnológico, con ciencia y tecnología propias y suficientes; y en lo institucional, con una organización civil moderna. Creía en la libertad.
Para ello, Perón citó la importancia de reunir a todos los sectores: los trabajadores, los empresarios de todos los sectores, los grupos políticos y sociales, los intelectuales, las fuerzas armadas, la Iglesia, etcétera. Creía en la unión.
Entendió el Modelo Argentino del Proyecto Nacional como “un gran espacio de coincidencia nacional” y recordó que “otros países que han elaborado un estilo nacional tuvieron uno de dos elementos en su ayuda: o siglos para pensarse a sí mismos, o el catalizador de la agresión externa. Nosotros no tenemos ni una ni otra cosa. Por ello, la incitación para redactar nuestro propio Modelo tiene que venir simplemente de nuestra toma de conciencia”. Sabía que el pueblo debía entender lo que había que hacer.
“Definida así la naturaleza de la democracia a la cual se aspira, hay un solo camino para alcanzarla: gobernar con planificación”, y de ahí la necesidad de este proyecto sometido a consideración del pueblo argentino. Estaba convencido de que era necesario planificar todo.
Algunos conceptos vertidos en su Modelo Argentino del Proyecto Nacional de junio de 1974
“Creo que ha llegado la hora en que todos los pueblos y gobiernos del mundo cobren conciencia de la marcha suicida que la humanidad ha emprendido a través de la contaminación del medio ambiente y la biosfera, la dilapidación de recursos naturales, el crecimiento sin freno de la población y la sobreestimación de la tecnología, y de la necesidad de invertir de inmediato la dirección de esta marcha, mediante una
acción mancomunada internacional”.
En ese sentido, también supo remarcar que “todavía ni siquiera existe un conocimiento mundialmente difundido acerca del problema planteado por el despilfarro de agua dulce, tanto para el consumo humano como para la agricultura. La liquidación de aguas profundas ya ha convertido en desiertos extensas zonas otrora fértiles del globo, y los ríos han pasado a ser gigantescos desagües cloacales más que fuentes de agua potable o vías de comunicación”.
“Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos y, entre éstos, a los que deberían ser de consumo duradero, con toda intención se les asigna corta vida porque la renovación produce utilidades”.
“Difícil resultará integrarse dentro del marco regional y más aún del internacional, si previamente no establecemos las bases de acuerdo dentro del país. Se deben definir las políticas en las distintas actividades y comprometer a todos los sectores sociales”.
“Esclarezcamos nuestras discrepancias y, para hacerlo, no transportemos al diálogo social institucionalizado nuestras propias confusiones. Limpiemos por dentro nuestras ideas, primero, para construir el diálogo social después”.
“La función pública debe ser ejercida con idoneidad técnica y capacidad de decisión. Pero estas cualidades, necesariamente, tienen que sustentarse en la adhesión plena del funcionario a la idea de que él es parte integrante de una comunidad que busca perfilar un Proyecto Nacional, ante cuyos fines superiores quedan relegados los objetivos meramente individuales o sectoriales”.
“En nuestra concepción, el trabajo es un derecho y un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume. Los trabajadores constituyen uno de los pilares del proceso de cambio. En el momento en que teníamos que rescatar a la sociedad argentina de una concepción liberal, los trabajadores configuraron la columna vertebral del proceso. En la comunidad a que aspiramos, la organización de los trabajadores es condición imprescindible para la solución auténtica de los problemas argentinos”.
A lo largo de ese trabajo, Perón demostró tener una visión extraordinaria de la realidad, y, en base a ella, planteó los objetivos, destacando un ámbito de coincidencia nacional, las características de una futura comunidad argentina y el camino a la liberación y la integración de la sociedad. En el mismo sentido, desplegó los antecedentes históricos y políticos que conducen al Modelo, las enseñanzas del proceso histórico mundial, y la historia argentina en lo político, económico y social.
Por último, en lo que se refiere al desarrollo, Perón propuso una comunidad organizada y concentrado en el hombre, la familia, la sociedad y la cultura, con una vida política signada por la democracia social y la participación de las instituciones intermedias, una economía basada en las necesidades, en la la oferta de bienes y servicios, en la producción, en el aprovechamiento de los recursos, y en el desarrollo del conocimiento. En este concierto, el General enfatizó sobre la necesidad de una organización institucional, y determinó los roles del Gobierno y el de los sectores políticos, trabajadores, intelectuales, empresarios, la Iglesia y las Fuerzas Armadas.
Conclusión
Seguir debatiendo hoy, con medio siglo de muerto, si Perón fue bueno o malo solo demuestra el irrespepto argentino por su propia historia, y solo sirve para encubrir las miserias culturales de una nación en decadencia. Su doctrina está claramente documentada y no admite discusiones “revisionistas” que solo pretenden justificar lo injustificable. Es por eso que consentir hoy que una fuerza política que en nada cultiva el legado de Perón se llame peronismo es encubrir una traición y faltarle el respeto a quien a su país le dedicó la vida.
Es vergonzoso que después de 70 años mantengamos vigentes conflictos ya vencidos, caducados, pasados de moda y prescriptos hace mucho tiempo. Conflictos alimentados a lo largo de la historia por la propia casta política para sembrar dicotomías que le sirvan para perpetuarse en el poder.
Mientras escribo todo esto no puedo evitar sentir que, salvando las distancias, estamos en una época no muy distinta de aquella.
Norman Robson para Gualeguay21