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9 de Julio entre Corrientes y Tucumán

Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, obispo de Gualeguaychú y presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social

El título de esta nota podría hacernos pensar en algunas calles de muchas ciudades del país. Sin embargo, hoy quiero hacer referencia a la fecha y las dos Provincias. La Virgen de Itatí y la Independencia de la Patria.

El culto a Nuestra Señora de Itatí se remonta a los últimos años del 1500 y principios del 1600. Se cuenta que la imagen fue encontrada por un grupo de indios que estaban pescando en el río Paraná en tiempo de bajante (“Itatí” es palabra guaraní que significa punta de piedra o piedra blanca). El misionero franciscano Luis de Bolaños promovió su devoción.

La Virgen de Itatí fue considerada Madre por indios y españoles, unidos como hijos en el amor a la Patrona. De la mano de María somos llevados al encuentro con Jesús. Ella es Patrona de Corrientes y su devoción y cariño se ha extendido por toda la Región.

 

El Papa León XIII bendijo una corona en Roma, que le fue impuesta a la imagen el 16 de Julio de 1900. Por eso, miles de peregrinos acuden a ella el 9 de Julio —la fiesta— y el 16 en recordación de aquel acontecimiento.

 

A ella le confiamos todas nuestras intenciones.

 

En 1816, otro 9 de Julio pero en otra provincia argentina, el Congreso Nacional reunido en la ciudad de San Miguel de Tucumán declara la Independencia. El acta fue firmada por 29 diputados de las Provincias del Río de la Plata, de los cuales 12 eran sacerdotes.

 

En los albores de la Patria hubo una numerosa e importante participación de clérigos, religiosos y laicos en los acontecimientos libertarios. La fe no los alejó de las necesidades de la historia; al contrario, fue aliento para el heroísmo y motivo de generosidad. La mayoría de los Patriotas terminaron sus años en condiciones de vida austera. En muchos casos habiendo gastado su fortuna personal. No eran momentos de inversiones especulativas ni enriquecimientos —aunque fueran lícitos— del propio patrimonio.

 

El espíritu de grandeza ensanchaba los horizontes y los anhelos de soberanía. Pero no todas fueron luces. También hubo mediocridades y búsquedas egocéntricas de poder y de fama.

De nuestros mayores heredamos la Patria. Una herencia que no ha sido distribuida con equidad. Una herencia de la cual unos pocos se han apropiado en exceso, dejando a muchos en condiciones de pobreza. Cuando hablamos de “deuda social” hacemos referencia a la necesidad de restaurar la justicia social lesionada por la desigualdad.

 

El Papa Benedicto XVI nos dice que “una de las pobrezas más hondas que el hombre puede experimentar es la soledad. Ciertamente, también las otras pobrezas, incluidas las materiales, nacen del aislamiento, del no ser amados o de la dificultad de amar”. (CiV 53)

 

En la oración a Nuestra Señora de Itatí pedimos “un corazón puro, humilde y prudente, paciencia en la vida, fortaleza en las tentaciones y consuelo en la muerte”. Pidamos esas gracias también para nuestra Patria, que la Virgen de Itatí nos ayude a los argentinos a renovar nuestro compromiso de erradicar la pobreza y promover el desarrollo integral en este tiempo de Bicentenario del 2010 al 2016.

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