Aquella vieja costumbre de verano
Arena, sangría, agua, carnaval, guerra de bombitas, sol y mujeres… ¡Qué mujeres!
Llegué a Gualeguay en el verano del 88 y descubrí muchos de los tesoros que ostentaba la ciudad por aquel entonces. Entre los que más me cautivaron, en aquel momento, fueron las gualeyas, los carnavales, y el río.
Pasaron los años, la sangría sucumbió frente al fernet, la moda apagó las guerras de bombitas, la intolerancia cerró Paso de Alonso, la desidia abandonó el balneario, y el carnaval se mudó de San Antonio al Bvar San Juan y de ahí al Corsódromo dejando en el camino parte de su mística.
Así es que perdimos, en los laberintos del tiempo, casi sin darnos cuenta, muchas buenas costumbres, todas muy bien arraigadas a nuestra identidad.
Si bien en estos años el destino nos mandó la Costanera, y la incorporamos a nuestro circuito rutinario, aún hoy sigue desierta tanto de sombras como de cualquier tipo de infraestructura, potenciando nuestro desamparo.
De este modo, en los últimos tiempos hemos sacrificado muchas buenas costumbres, y lo poco valioso recibido la desidia se ocupó de no acondicionarlo.
En estos días resucitó una de esas viejas costumbres, la playa de Paso de Alonso, renació intacta, como si no hubiesen pasado los años, devolviéndole a su comunidad uno de sus tesoros.
Resucitó y esto fue celebrado por distintas generaciones de gualeyos que se volcaron a sus playas durante todo el fin de semana.
Una vez agotada la celebración, la melancolía rebrota y nos pregunta:
¿Volverán la sangría y la guerra de bombitas? ¿Resucitará el balneario? ¿Resucitaremos?
No es que todo tiempo pasado sea mejor, pero…
Norman Robson para Gualeguay21