5 octubre, 2024 3:34 am
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BH vs Bancario: Una fiesta de pasión en la que la presión y la precisión pusieron el resultado

Para quienes nada sabemos de basquet, un clásico puede enseñarnos mucho. Esta vez, el escenario fue el estadio de calle Centenario, y ya parecía una olla a presión varios minutos antes de iniciarse el encuentro. El clima era de fiesta, y el aliento inundaba el aire contagiando a unos y otros. Una experiencia única para ver de que se trata el básquet, sus pasiones, y ver cómo sus presiones alteran sus precisiones, afectando directamente el resultado deportivo. Para los que no cultivamos esta afición, muchas fueron las sorpresas.

Los cánticos de las parcialidades ya inundaban el ambiente, mientras el público terminaba de completar la capacidad del estadio de BH. Los jugadores de ambos equipos calentaban en la cancha. Las autoridades ajustaban lo necesario para el inicio. La hinchada local copaba la parada, mientras la parcialidad visitante estaba acurrucada en una esquina. En el medio, el señor de traje oscuro y corbata rosa autorizó a los árbitros a iniciar el partido. Curiosidad: Sorprendió la presencia de un ginecólogo como médico de campo, pero más sorprendió que el suplente también lo fuera. 

Ya de entrada, la visita impuso una diferencia que, tantos más, o tantos menos, se mantuvo a lo largo de los tres primeros cuartos. Quien no sabe de básquet pudo pensar entonces que el partido estaba para la visita. Sin saber mucho, se podía apreciar que los jugadores eran buenos, pero no eran gualeyos. De los 24 jugadores inscriptos en las planillas, solo 7 eran de Gualeguay. Los demás, todos de afuera, algunos estudiando educación física, y otros venidos solo para jugar. Al final del tercer cuarto, Bancario llevaba una ventaja de 20 puntos.

La pelota iba y venía de un lado al otro de la cancha, y, como en un partido de tenis, los espectadores la seguian con la mirada y la cabeza. Los técnicos gesticulaban y gritaban, incluso dentro se la cancha sin que los árbitros les dijeran nada. Sonaban pitos y, cuando no, cornetas, mientras los jueces asumían poses de karate, cruzando sus brazos. El hombre de traje oscuro levantaba cartelitos con números, y los árbitros le respondían marcando otros números con las manos, mientras a tribuna respondía abucheando o celebrando por vaya a saber Dios qué razón. 

El clima, durante los primeros dos cuartos, fue el de un clásico normal. Los canticos locales no olvidaron a la Tía Norma, mujer que lanzó gas pimienta en un encuentro de Bancario y le valió su salida del torneo. Pero en el tercer cuarto la impaciencia empezó a alterar a la parcialidad local, la cual empezó a reaccionar de mala forma contra los fallos de los árbitros.

Así comenzó el último cuarto, y quedó bien claro, a los pocos minutos, que nada estaba dicho. La diferencia de 20 tantos se achicó rápidamente sorprendiendo a propios y ajenos. Sin dudas, la presión fue demasiada, y el que mejor la manejara, sin que le afectara la precisión, ganaría el partido. Así, a poco del final, quedaron igualados, y un error de Bancario en ataque le dio el balón a BH, quien supo capitalizarlo y convertirlo en puntos y en la victoria.

Y así comenzó el festejo del local y la retirada digna y estoica del perdedor, que había sido ganador todo el partido, hasta que lo traicionó la pasión, la presión, la precisión, o todas juntas. La fiesta fue la de cualquier clásico, en la que la alegría se manifiesta entre risas y lágrimas de emoción.

En definitiva, fue una noche en la que la experiencia se enriqueció con mucha emoción, y dejó, a los que nada sabemos de básquet, un claro ejemplo de cómo pueden torcer lo deportivo la pasión y la presión afectando la precisión. Más allá de los resultados, ambos equipos estuvieron a la altura de un clásico. Gracias.

Norman Robson para Gualeguay21

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